Un ascensor que no se detiene en el piso que quieres; un aparato para dejar las llaves que las deja caer al piso; una lámpara a la que se le va yendo la luz...
¡Grrr!!!
Cualquiera de estas cosas haría que uno corriera a llamar al responsable de estos aparatos con quejas para que los arregle.
Pero, ¿qué pasa si la respuesta que recibes es que están funcionando perfectamente bien; que fueron creados para que hicieran precisamente eso?
¡¡¡¿Por qué?!!!
"Es cuestión de autodeterminación", le dice a BBC Mundo Matthias Laschke, de la Universidad de las Artes de Folkwang, Alemania, quien parece buena gente, pero debe tener algún diablito adentro pues cuando llegó la hora de decidir qué hacer con su vida se decantó por crear aparatos francamente molestos.
"Es cierto, pero cuando te pones a pensarlo, a largo plazo, con los aparatos que diseñamos en Folkwang, puedes llegar a ser la persona que quieres. Todos los objetos que hacemos son para ayudarle a la gente a lograr eso", se defiende.
No obstante -señala- lograr nuestro yo ideal siempre es fácil: "Imagínate que estás tumbado en el sofá, pensando cuánto desearías ser más sano o más ecológico. No es tan fácil comportarse de esa manera a diario, por eso lo que hago o investigo es incómodo porque el cambio de comportamiento lo es".
El "Intervator" es uno de los "alborotadores placenteros" que te anima a hacer un poquito de ejercicio.
Laschke, quien mientras enseña y desarrolla sus ideas con estudiantes en Folkwang también completa su doctorado, no es el único en dedicarse a hacer lo que prefiere llamar "alborotadores placenteros".
En Canadá, por ejemplo, el diseñador Darryl Agawin ofrece una butaca incómoda que se tambalea, obligando al usuario a hacer ejercicio mientras está sentado. Y hay hasta una aplicación que "roba" dinero de tu cuenta bancaria, para obligarte a ahorrar, creada por el startup estadounidense Digit.
Recordatorio cordial
Uno de los artilugios ideados por Laschke se llama "key moment", que en inglés quiere decir literalmente "el momento de la llave" y figurativamente "momento crucial".
Es un portador de llaves en el que se puede poner, por ejemplo, la llave del auto a un lado y la de la bicicleta en el otro.
Si tomas la del auto, la de la bicicleta se cae, lo que te obliga a agacharte y a detenerte un momento a pensar si de verdad quieres ir en coche.
Sí, puede ser molesto, pero siempre hay algo de razón en la locura...
"Había salido un estudio en el cual se reiteraba que uno de los grandes problemas era la inactividad de la población, y recomendaba reconsiderar la manera en la que nos desplazamos al trabajo. Eso me hizo pensar que lo mejor sería confrontarse todos los días con esa decisión, porque cotidianamente se nos olvida hacerla. En ese momento, en el corredor, te puedes preguntar '¿necesito usar el auto? ¿hay alguna razón válida?'".
Libre de hacer trampa
Sin embargo, no es tan sencillo. Laschke, su supervisor Marc Hassenzahl y su equipo están conscientes de nuestra reacción cuando sentimos que nos están tratando de obligar a hacer algo.
"Sabemos que si yo limito tu autonomía, tu respuesta es no querer usar el aparato. Por eso, tanto el key moment como todos los otros artilugios que creamos 'entienden' que no todos los días vas a querer tomar la decisión correcta".
"Puedes hacer trampa, algo que no se usa a menudo psicológicamente: la posibilidad de burlar el sistema. Puedes, por ejemplo, utilizar el key moment al revés, y usar más el auto, incluso como una declaración de principios".
El ascensor que mencionamos al principio, abre sus puertas en un piso más abajo del que quieres para que subas las escaleras, es otro ejemplo: obviamente, puedes marcar el piso sexto si quieres el quinto y se acaba el problema.
Lo que importa no es si haces trampa o no, sino que tomes una decisión.
"No queremos manejar tu vida. Para hacer todo más tolerable usamos este elemento para decir, por un lado, puedes hacerle trampa al sistema, pero no puedes hacértela a ti mismo. Por otro lado, hay demasiados objetos en este mundo para cambiar el comportamiento y son tan estrictos, que nuestra perspectiva al diseñar es siempre respetar el libre albedrío del usuario".
La guinda en el pastel
Ese libre albedrío se extiende a las cosas más dulces.
Para muestra, un molde.
Se llama el "50:50 pastel" y responde a otra idea que inquieta a Laschke y su equipo.
"La tecnología automatiza lo que uno debe hacer. Así, la tecnología se va haciendo muy inteligente pero los humanos, no".
Para ilustrar lo que quiere decir, señala: "Uno tiene sus costumbres alimentarias y quizás come de más y se engorda. Entonces lo que se hace es un producto dietético. La tecnología compensa por lo que uno no puede hacer"
"Esa es una manera de pensar en los humanos con la que no estoy de acuerdo... ¿por qué no darle el poder al usuario?".
El molde 50:50 permite hacer un pastel con un lado dietético y el otro no, pero de manera que todas las tajadas tengan de los dos lados, en mayor o menor proporción... quien resuelve por cuál punta empezar eres tú.
El yin y yang del deleite.
"Así uno reflexiona sobre sus hábitos alimentarios, las alternativas y demás. Y al final, uno puede tomar sus decisiones inteligentes sin tecnologías inteligentes".
"Además, no es tan estricto... tan serio. Porque incluso si uno escoge comerse el lado dietético, hay un poquito del no dietético".
"Esa es nuestra interpretación de lo que es tomar una decisión: debemos darte todas las opciones y toda la libertad de elección, de otra manera, te estaríamos forzando".
"Además, siempre debe haber un equilibrio: todo el mundo sabe que el pastel no es sano, pero también es delicioso y eso es muy bueno", declara Laschke.
Y todo suena muy razonable hasta que empieza a contarnos sobre otro invento...
Chocolates para ejercitar la fuerza de voluntad
"La máquina de chocolate"
Eso suena bien pero, ¿de qué se trata?
Una máquina sencilla para ejercitar un músculo que no se ve.
"Este es un trabajo que hice con Flavius Kehr, quien es un psicólogo, no un diseñador. Lo que quería era hacer un objeto basado en la teoría psicológica conocida como 'Agotamiento del Yo'".
La idea es que el autocontrol y la fuerza de voluntad se valen de recursos mentales que son finitos. Algunos expertos comparan la fuerza de voluntad con un músculo que se puede fatigar si se usa en exceso.
"Posiblemente es por eso que en la noche la gente se sienta frente al televisor a comer papitas o dulces: han resistido tentaciones todo el día y están cansados de hacerlo. Pero esa misma teoría dice que ese músculo se puede ejercitar".
"Es por eso que diseñamos la máquina de chocolate, que es un poco como una maquina para entrenar... el músculo de la fuerza de voluntad".
¿Cómo? Pues la instalas por ejemplo en tu escritorio. El aparato dispensa una bola de chocolate cada 40 a 60 minutos, y tú decides si te la comes o si la vuelves a meter en la máquina. Un marcador lleva la cuenta de tu desempeño.
¿Podrías resistir la tentación?