Un asmático puede dejar los cigarrillos, mantenerse alejado del polen y el polvo, usar regularmente un inhalador de confianza y, además, correr, andar en bicicleta y nadar. Pero al final, todos estos buenos hábitos podrían no importar tanto como se suponía.
Al menos no de noche, porque según un grupo de médicos y científicos estadounidenses, una vez que se pone el sol, los ritmos circadianos naturales del cuerpo "tienen un impacto en la gravedad del asma independiente de los factores conductuales y ambientales".
Un equipo de la Facultad de Medicina de Harvard, la Universidad de California en San Diego, la Universidad de Salud y Ciencias de Oregon y el Hospital de Mujeres Brigham de Boston evaluaron las variaciones en la gravedad de 17 pacientes a lo largo de tres semanas.
Hicieron esto tanto en sus casas como "en experimentos de laboratorio cuidadosamente controlados que disociaban los efectos circadianos de los efectos ambientales y conductuales".
Sus conclusiones, publicadas en la revista "Proceedings" de la Academia Nacional de Ciencias, demostraron "el potencial para mejorar las estrategias terapéuticas teniendo en cuenta el tiempo biológico interno de los individuos".
Según científicos del gobierno estadounidense, los ritmos circadianos son "cambios físicos, mentales y de comportamiento durante un ciclo de 24 horas" y responden "principalmente a la luz y a la oscuridad".
Estos "ciclos impulsados internamente" suben y bajan durante el curso de cada día, ayudando a una persona a dormirse por la noche y a despertarse por la mañana, así como a regular sus hábitos alimenticios y sus hormonas.
Según los investigadores liderados por Harvard, estos ritmos están detrás de lo que, según ellos, fue reconocido en relación al asma "desde hace siglos": "que la gravedad presenta un ritmo diario, con un empeoramiento de los síntomas por la noche".