Ahmad al Faqi al Mahdi se declaró culpable de la destrucción de nueve mausoleos y una mezquita en Tombuctú, en el primer juicio por destrucción del patrimonio de la humanidad jamás procesado por la Corte Penal Internacional (CPI).
El líder del grupo yihadista conocido como Hisbah fue condenado a nueve años de cárcel el martes, por liderar la destrucción de varios mausoleos de la legendaria ciudad del norte de Malí en 2012.
En la lista de sus "ejecuciones culturales" está el mausoleo de Sidi Mahmoud, quien fue el famoso rector de la Universidad de Sankore, construido en el siglo XVI, y el santuario de Sidi Ahmed al Raqqad, quien escribió un libro sobre farmacología tradicional en el siglo XVII.
Y al Mahdi, quien es que maestro de profesión, también destruyó la puerta de una mezquita construida en el siglo XV, conocida como Sidi Yahia.
La creencia popular de los habitantes de Tombuctú hablaba de que el fin del mundo llegaría el día en que la puerta se abriera.
Al destruir esos mausoleos, Hisbah estaba atacando directamente el Islam de influencia sunita que se practica en Tombuctú.
Pero eso era ir en contracorriente del espíritu de la localidad.
Ould Elhadje, un historiador de Tombuctú, le dijo a la BBC que la identidad del país se apoya en la práctica de esa rama del Islam y de la admiración a sus "grandes sabios".
Los santuarios destruidos eran los lugares donde fueron enterrados los sabios y eran también la conexión entre el pasado y el presente de Tombuctú, y de Malí entero.
"Estamos orgullosos de que Tombuctú haya sido fundada por musulmanes. Nunca hemos sido una ciudad pagana y nuestros monumentos son musulmanes", le dijo a la BBC Sidi Maiga, un residente de la ciudad.
El orgullo local por su herencia cultural y patrimonial ha hecho que las acciones del profesor al Mahdi hayan sido tan difíciles de procesar y es una de las principales razones por las que muchos de sus habitantes quieren justicia por sus actos de vandalismo.
"Sin importar de dónde vinieron, los yihadistas impusieron el Islam desde afuera de la comunidad y eso está en contra de lo que está establecido en la sharia", explicó Elhadje.
Primero en la CPI
Al Mahdi es la primera persona en ser procesada ante la CPI por "dañar el patrimonio histórico de la humanidad".
Su juicio es fundamental no solo por ser el primero, sino porque sienta un precedente para otros procesos en el futuro. Podría ser utilizado, por ejemplo, para enjuiciar a quienes destruyeron importantes monumentos en la ciudad de Palmira, en Siria, o Nineveh, en Irak.
El conflicto en Malí exacerbó las tensiones étnicas que han existido por tiempo prolongado en el país. Y es en ese sentido que los antecedentes de al Mahdi resultan reveladores.
Al Mahdi pertenece al grupo étnico de los Tuareg, que tienen el crédito de ser responsables del gran desarrollo en el norte del país, pero a la vez de encabezar la crisis maliense.
Aunque se graduó como profesor en Tombuctú, él nació en la población de Agouni, 97 kilómetros hacia el oeste de esa ciudad.
De acuerdo al relato de Niamoyu Touré, una enfermera que trabaja en Agouni, "muchos bandidos vinieron y algunos pobladores se unieron a los yihadistas".
Y el sufrimiento comenzó. Emad Elhadje, quien trabaja en el colegio de la pequeña población, lo recuerda.
"La gente no tenía absolutamente nada y estaba sufriendo mucho", cuenta Elhajde.
"Recuerdo que vi a tres de mis estudiantes yéndose en el tablón trasero de un camión, vestidos con uniformes del grupo yihadista y portando armas. Me explicaron que fue por necesidad".
"No teníamos una forma sostenible de vivir, y la oferta de los yihadistas fue de US$260 mensuales a quienes se convirtieran en soldados", añadió.
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La rebelión Tuareg en Malí
Enero 2012: Inicia la rebelión Tuareg en el norte de Malí.
Marzo 2012: Golpe de Estado al presidente Amadou Toumani Touré por su manejo de la rebelión.
Junio 2012: Grupos yihadistas toman gran parte del terreno alcanzado por la rebelión de los Tuareg.
Enero 2013: Tropas francesas ayudan a recapturar ciudades claves en el norte del país.
Agosto 2013: Las fuerzas de la ONU hacen presencia en el norte para garantizar la seguridad en la zona.
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Es en ese contexto que la figura de al Mahdi emerge: las comunidades pastorales en la ruina por la corrupción del gobierno y animadas por una opción de obtener poder.
Muchos tomaron diferentes caminos, como por ejemplo trasladarse a otras zonas del país o sumarse al grupo de 350.000 desplazados alojados en campos de refugiados a lo largo del país.
Al Mahdi se unió a los yihadistas.
La justicia, sin embargo, no llega en la forma ideal.
Mientras muchos residentes buscan una reparación por la destrucción de los lugares sagrados, otros se preguntan por los responsables de otros crímenes como violaciones y actos de violencia contra mujeres y menores, que no han sido llevados a juicio.
Casi cada residente en Tombuctú puede relatar una historia de violencia vivida en carne propia o presenciada de primera mano.
Desde Hady, una estudiante fue azotada por hablar con su novio en la calle, hasta Abdullah, un guía turístico, quien vivía detrás de un banco en el centro de la ciudad que luego fue convertido en prisión.
"Cada noche podía escuchar los gritos que salían de allí", relató.
Reconstrucción
Actualmente se adelanta un proceso de reconstrucción de los lugares destruidos.
Uno de los métodos más utilizados ha sido el uso de fotos viejas y el testimonio de antiguos pobladores. Y con el apoyo de la UNESCO, unos 100 artesanos están reparando muchos de los santuarios en ruinas utilizando materiales tradicionales.
El premio a ese esfuerzo llegó hace poco: el pasado 19 de septiembre, pocos días antes de conocerse el veredicto contra al Mahdi, las autoridades locales se reunieron en el centro de Tombuctú para entregar la puerta restaurada de la mezquita de Sidi Yahia.
"La gente está feliz porque de alguna manera recuperó parte de su identidad", dijo Maiga.
Tombuctú está definida por sus santuarios y destruirlos fue de alguna manera atentar contra el espíritu de la ciudad.
Y para muchos de los residentes, la reconstrucción ha sido una victoria contra los yihadistas que todavía continúan en control de extensas zonas del norte de Malí.
*Nicholas Jubber es el autor del libro Escuela de Tombuctú para Nómadas.