"¡El rey ha muerto, viva el rey!".
Uno no puede resistir la tentación de repetir esta frase porque B.B. King, quien falleció este viernes a los 89 años en Las Vegas, fue el indicutible rey del blues y de la guitarra de este género en las últimas décadas.
Cuando lo vi en Florida (EE.UU.) a comienzos de este siglo, me di cuenta de las razones de su atracción artística y su fama legendarias.
Su personalidad hechizante en el escenario de uno de los mayores lugares de eventos en Miami opacaba la ruidosa y entusiasta reacción de los miles de asistentes.
Y su música se imponía sobre todo lo que había en ese momento.
Pero esa fue solamente mi propia experiencia.
B.B. King solía tocar cerca de 300 conciertos similares por año en todo el mundo, incluso mucho después de sus 70 años. Pasados los 80, el número de presentaciones decayó notablemente en la medida en que su salud se iba deteriorando.
En 2014, después de un controvertido concierto que dio en St. Louis en abril, el público y los comentaristas musicales especularon con la posibilidad de que King estuviera sufriendo del mal de Alzheimer.
El legendario guitarrista y cantante de inmediato pidió públicamente disculpas por su presentación errática. Seis meses después, el músico de 89 años se cayó en el escenario durante una presentación en Chicago.
A partir de ese momento comenzaron las cancelaciones de conciertos y de giras artísticas. Fue el principio del fin, después de décadas de éxitos y fama.
Infancia dura
Lo que pocos saben es que, antes de la fama y el prestigio, B.B. King tuvo una infancia dura y difícil, bajo los precarios cuidados de su abuela materna, que lo llevó a cantar en un coro de una iglesia bautista.
A los 12 años, King obtuvo su primera guitarra. Eso iba a cambiar el rumbo de su vida.
Pero otro aspecto poco conocido -y que comparte con su par y gran exponente del blues, John Lee Hooker- es que, desde niño y hasta sus últimos días, King sufría de tartamudez, condición que obviamente jamás se manifestó al momento de cantar.
Cuando ya tenía más de 20 años, y después de haber trabajado como disc-jockey, King comenzó a darse a conocer y su fama fue tomando forma poco a poco en el sur de Estados Unidos.
Tanto su estilo de cantar como su dominio de la guitarra empezaron a llamar la atención. Pero otro desastre esperaba a la vuelta de la esquina.
En 1958, el autbús en el que realizaba una gira tuvo un accidente en Texas. King no iba a bordo.
Sus músicos sufrieron heridas leves, pero el conductor murió y el vehículo quedó totalmente inservible.
Debido a razones fortuitas, King no pudo conseguir el dinero del seguro que había sacado un tiempo antes y le tomó años poder pagar todas las deudas en las que había incurrido.
Pero a mediados de los 60 vinieron los años de éxito que durarían hasta la actualidad.
King reconoció que en esos días dejó atrás el estilo de sus primeros años y empezó a ser influido por músicos nuevos tales como George Harrison, Eric Clapton y Jimi Hendrix, lo que le valió la admiración de un público más joven que el de los años 50.
Así logró entrar una vez más a la cartelera del rhythm & blues.
En 1968 tocó en el Festival Folk de Newport y al año siguiente abrió un concierto multitudinario de los Rolling Stones. Sus apariciones posteriores en dos de los programas nacionales más populares de EE.UU., el Ed Sullivan Show y el Tonight Show contribuyeron a que su número de admiradores aumentara en millones.
En 1970 su composición "The Thrill Is Gone" llegó a los primeros lugares de la cartelera pop.
Todo por "Lucille"
A partir de entonces, la gloria artística no lo abandonó, algo que el mismo King atribuía, en gran medida, a su famosa guitarra "Lucille".
La llamó así después de un incendio producido por una lámpara de parafina durante una reyerta de borrachos en un club de Arkansas, donde estaba tocando.
Cuando todos salieron huyendo del local, King se dio cuenta que había dejado adentro su guitarra.
Volvió en entrar entre las llamas y el humo, y logró rescatarla. La mujer por la que peleaban los causantes del incendio se llamaba Lucille, por lo que King decidió bautizar así a su ahora legendario instrumento.
Es larguísima la lista de los músicos célebres que han tocado con King, desde Eric Clapton, pasando por el trompetista de jazz Wynton Marsalis, hasta la banda irlandesa U2.
Es también extensa la lista de distinciones y honores obtenidos durante su carrera artística. Obtuvo nada menos que 18 premios Grammy, además de medallas presidenciales e inclusiones en listas de la fama del mundo del blues y del rock and roll.
E igualmente larga es la lista de sus grandes éxitos musicales, con los que la mayor parte del público probablemente está familiarizado; por ejemplo, "Every Day I Have the Blues". Dejó una discografía impresionante.
King, quien durante los últimos 20 años de su vida sufrió de diabates tipo 2, en una ocasión le confesó a la BBC que temía un final ignominioso, en la pobreza, para su vida.
"Quiero asegurarme de tener lo que necesito a la hora de mi muerte, estar en un sitio donde la gente sepa quién soy".
El mundo musical le dice adiós a uno de los grandes artistas internacionales de las últimas seis décadas, el King del blues moderno.
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