A finales de los 70 y principios de 80 Miami ardía en un mar de sangre, balaceras, cadáveres, explosiones, narcos, policías corruptos, millones de dólares en efectivo y toneladas de cocaína.

Los llamados jinetes de la cocaína dejaban una ola de terror que llevaron a que una ciudad a la que ancianos iban a pasar sus años de retiro se convirtiera en la capital del asesinato en Estados Unidos.

Pero en medio del caos había un lugar surrealista y estrambótico donde mafiosos, oficiales y celebridades convivían en noches en las que el sexo, las drogas, el alcohol y el glamur corrían sin límites.

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"Era un paraíso en medio del infierno", le dice a BBC Mundo el escritor y periodista Roben Farzad, autor del libro Hotel Scarface: where cocaine cowboys partied and plotted to control Miami", que se podría traducir como "Hotel Scarface: donde los jinetes de la cocaína iba de fiesta y conspiraban para controlar Miami .

El lugar al que se refiere Farzad, y que relata en su libro, es el hotel Mutiny en Coconut Groove, a 10 minutos del centro de Miami.

Para la época, el Mutiny era el centro del jet set y la ostentación en la ciudad. "Así como Nueva York tenía Studio 54, Miami tenía The Mutiny", dice Farzad.

El hotel era una vitrina para ver y ser visto. Los mafiosos colombianos y cubanos llegaban a gastar miles y miles de dólares, mientras junto a ellos llegaban celebridades como Led Zeppelin, The Eagles, Fleetwood Mac, Barbra Streisand, Liza Minnelli, El Puma o Arnold Schwarzenegger.

"Uno de los residentes del hotel era un joven artista hambriento llamado Julio Iglesias", cuenta Farzad. "Le rogaba al dj del club que pusiera sus canciones".

Según Farzad, el Mutiny también recibió a personajes de la política como Ted Kennedy, los hermanos Bush y Hamilton Jordan, jefe de gabinete del entonces presidente Jimmy Carter.

Orgías y champaña

Pero The Mutiny tenía un lado menosinocente.

Mezclados entre la élite y la farándula estaban los capos que inundaban de coca a Miami.

Según Farzad, hay registros de que Pablo Escobar estuvo al menos una vez en The Mutiny.

"Ir al Mutiny no tenía nada de extraño", dice Farzad. "Si ibas a almorzar ahí no quería decir que fueras corrupto, pero era en las noches que la cosa se ponía interesante".

Todo ahí estaba diseñado para el placer y los excesos.

El fundador del Mutiny fue Burton Goldberg, un personaje al que se le consideró "el Hugh Hefner de Miami".

A finales de los años 60, Goldberg se dedicó a crear un lugar donde "cualquier fantasía fuera posible".

Al darse cuenta de que muchos de sus clientes eran nuevos ricos venidos de Colombia, Venezuela, Cuba y Centroamérica, la diseñadora que trabajaba para Goldberg le dijo que el modelo de negocio de lugar debía ser "la seducción del macho latino".

Así, se dieron a la tarea de crear 130 habitaciones temáticas, cada una más estrafalaria que la otra.

Los nombres de cada suite hablaban por sí solos: Caramelo caliente, El Safari, Caravana Egipcia, La Odisea, Tulipán Escarlata, La quinta dimensión, El espacio exterior.

Farzad narra la anécdota que le contó uno de los huéspedes del Mutiny, quien en medio de una fiesta cayó desde su suite y fue a parar a la habitación Safari, donde había una orgía con hombres y mujeres usando cabezas de leones y elefantes.

También narra una ocasión en la que un grupo de narcos gastó 20.000 dólares para llenar una tina de champaña.

"Nada tenía sentido", dice Farzad", "pero eso era lo de menos, lo que importaba era mostrar que el dinero no significaba nada para ellos".

En medio de la fiesta, al ritmo de música disco, era fácil identificar quién era quién. Los capos cubanos, por ejemplo, eran mucho más ostentosos y extravagantes. A los colombianos, por el contrario, sus patrones les exigían ser mucho más discretos.

Ellos y los demás clientes del hotel eran atendidos por las Chicas Mutiny, un grupo de jóvenes hermosas que ganaban miles de dólares en propinas en una sola noche.

El ambiente en el Mutiny era tan alucinante que nadie se atrevía a perturbarlo.

Los policías encubiertos que se infiltraban ahí tenían claro a quiénes tenían al frente. En cualquier momento hubieran podido allanar el lugar y cerrarlo, pero según Farzad, lo que veían era tan valioso que nadie quería ser culpable de echarlo a perder.

Esa atmósfera onírica es la que recrea la película Scarface, el clásico de 1983 que escribió Oliver Stone, protagonizó Al Pacino y dirigió Brian de Palma.

Según Farzad, el ficticio club Babylon que aparece en la película, está inspirado en el Mutiny.

De hecho, Stone, Pacino y de Palma estuvieron en el Mutiny y según cuenta Farzad, en una parte del guión mencionan por accidente al Mutiny, cuando en realidad se referían al Babylon.

"La forma en la que describen como quieren que sea el Babylon es casi exactamente igual que el Mutiny", dice Farzad con base en la revisión que hizo del guión.

Se acaba la fiesta

La fiesta en el Mutiny duró hasta 1981.

Ese año Miami alcanzó un nivel de violencia sin precedentes. "Todo se volvió cuestión de vida o muerte", dice Farzad. "Ya no era solo sexo, drogas y disco".

Uno de los puntos de inflexión fue el asesinato de Margarita, una de las Chicas Mutiny que apareció muerta envuelta en una sábana del hotel.

"Eso fue un despertar para los demás empleados", dice Farzad. "Fue darse cuenta que cualquiera de ellos ha podido ser Margarita".

A partir de ahí la policía comenzó a presionar más y junto a otros fenómenos como la aparición del Sida y las peleas cada vez más fuertes entre narcos, el hotel fue perdiendo su clientela.

Además, en la zona se fueron abriendo otros clubes que ofrecían ser menos problemáticos.

Parte de su atractivo era asegurar que en sus clubes no había "marielitos", que es como se les llamaba despectivamente a los inmigrantes cubanos que llegaron en masa durante 1980 y algunos de los cuales terminaban involucrados en narcotráfico en Miami.

Finalmente, Goldberg vendió el hotel en 1984 y estuvo abandonado hasta mediados de los 90, cuando una cadena hotelera lo volvió a poner en funcionamiento, esta vez con ambiente totalmente distinto al original.

"Hoy es un hotel sedado, nada emocionante, no queda nada de su sex appeal", dice Farzad.

Para él, hoy sería "impensable" que existiera un lugar como el Mutiny original. Según dice, es el símbolo de "épocas más inocentes" en las que apenas se comenzaba dimensionar los estragos que comenzaban a crear la cocaína y la violencia que venía con ella.


 

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