En un mundo en el que miles de opiniones compiten por nuestra atención, nos gusta creer que los libros de historia nos cuentan la verdad definitiva sobre lo sucedido en el pasado.

Pero no es así en absoluto.

Uno de los hitos de los que suele hablarse al repasar la historia de cómo Inglaterra se convirtió en una superpotencia global gracias a su fuerza naval es la derrota de la 'invencible' Armada española en 1588. Las comillas son intencionales, pues no todo es lo que parece.

La versión de los libros escolares de historia cuenta que Felipe II de España, enemigo mortal de Isabel I de Inglaterra, envió su enorme armada de barcos para invadir Inglaterra y devolverla a la fe católica.

Sin embargo fue derrotado por la pequeña pero valiente armada inglesa comandada por audaces capitanes entre los que se incluye a Sir Francis Drake.

La victoria de Drake pese a todas las adversidades a menudo se describe como un momento en que Inglaterra se enfrentó a Europa y ganó.

Hasta Winston Churchill

Cuando la aviación británica se encontraba luchando por su supervivencia contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, el mismo Winston Churchill en uno de sus discursos dijo: "Debemos considerar la próxima semana como un período muy importante en nuestra historia. Será parecido a cuando la Armada española se acercaba al Canal y Drake estaba acabando su partida de bolos".

Esa partida de bolos, sin embargo, es problemática.

Uno puede llegar a imaginarse a Drake disfrutando del juego en el prado de la localidad costera de Plymouth cuando se avistó la Armada española por primera vez en el horizonte.

La historia cuenta que Sir Francis le dijo a Lord Effingham, comandante de la flota inglesa, que no hay necesidad de apresurarse, que habrá tiempo de sobra para terminar el juego y luego derrotar a los españoles.

Es una muestra de algo muy arraigado en la psiquis británica, aquello de que en momentos clave, hay que mantener la compostura.

Sin embargo, ninguno de los primeros relatos de la Armada menciona a nadie jugando a los bolos.

Fue varios años después del evento que apareció un relato que describe a los marineros de Plymouth en julio de 1588 "bailando, jugando bolos y divirtiéndose" cuando apareció la Armada.

Era un detalle irresistiblemente jugoso.

En la década de 1730, una biografía de Sir Walter Ralegh habla de cómo Drake estaba decidido a terminar de jugar y desde entonces el hecho se convirtió en "historia".

Otro aspecto de la historia conocida sobre la Armada es el psicodrama entre dos férreos enemigos personales: Felipe II de España y la Reina Isabel I, trabados en una lucha existencial entre sus diferentes creencias religiosas.

En 1588, Felipe tenía 61 años, era un católico devoto y rey del imperio más grande del mundo, que abarcaba desde América del Sur hasta Filipinas.

Isabel I de Inglaterra tenía 50 años, estaba todavía soltera y sin hijos, y gobernaba sobre una Inglaterra protestante en la que los complots católicos eran una amenaza constante.

Pero en 1554, unos 34 años antes, Felipe había zarpado del puerto de La Coruña, en el norte de España, para formar parte de la familia real Tudor.

A menudo olvidamos que antes de ser rey de España, Felipe II, el gran villano en la historia de la Armada, pasó cuatro años como rey de Inglaterra, debido a su matrimonio con María I de Inglaterra, la medio hermana mayor de Isabel.

María estaba desesperada por asegurar el futuro de Inglaterra como país católico, y temía la idea de morir sin hijos y dejar a la protestante Isabel como heredera del trono.

Pero Felipe pensaba distinto.

La alternativa a Isabel I de Inglaterra era María, la Reina de Escocia.

Era católica, lo cual era una ventaja, pero, debido a su ascendencia y poderosos lazos con la corte francesa, habría colocado a Inglaterra en la órbita de los enemigos franceses de Felipe, lo que era intolerable.

Así que Felipe buscó a su cuñada, persuadiendo a María para que liberara a Isabel I del arresto domiciliario bajo el cual había sido puesta.

Cuando María se estaba muriendo, Felipe se dio cuenta de que la única forma de convencer a Isabel de que apoyara a los católicos era casarse con ella y lograr que se convirtiera.

Y así lo propuso.

"No me quería tanto"

Isabel, como siempre, se negó a comprometerse.

Unos meses más tarde, al enterarse de que Felipe había comenzado nuevas negociaciones con una princesa francesa, ella dijo que no debía quererla tanto si no había podido esperar un mes o dos a su respuesta.

Aunque la propuesta de matrimonio no rindió frutos, Isabel y Felipe siguieron siendo amigos.

Pero durante la siguiente década, cuando Isabel y su nación se volvieron decididamente protestantes, llegaron rumores desde Roma.

A finales de la década de 1560, los católicos en el norte de Inglaterra intentaron una rebelión que no tuvo éxito. Para alentarlos, en 1570 el Papa excomulgó a su reina.

Felipe se encontró de repente con la presión papal de derrocar a Isabel I de Inglaterra.

Pero los problemas de su vasto imperio hacían que tuviera otras prioridades.

Enloquecido por Dios

Aunque las películas a menudo muestran a Felipe como una especie de psicópata enloquecido por Dios, pero la religión por sí sola no era una razón suficientemente fuerte para que Felipe invadiera Inglaterra.

Otros dos factores influyeron: en primer lugar, los asaltos de Drake a los barcos españoles, que para el rey español eran piratería.

Además, el apoyo de Isabel I de Inglaterra a los súbditos protestantes de Felipe que se habían revelado en los Países Bajos finalmente incitó al rey español a planear el ataque.

El mito de la Armada "invencible"

La flota española que Felipe II reunió se describe como un Goliat 'invencible' contra el pequeño David de la marina de Inglaterra.

En realidad, era todo lo contrario.

Ni siquiera fue la flota más grande que hubiera atacado a Inglaterra.

Tanto la flota de la invasión normanda de 1066 como la fuerza francesa que cruzó el Canal en 1545 y hundió el Mary Rose tenían más barcos.

Los españoles usaron alrededor de 130 barcos, desde galeones de guerra hasta barcos de mensajería y barcos de aprovisionamiento.

Aunque la armada inglesa era más pequeña, se llamó a una gran cantidad de barcos mercantes y privados para crear una fuerza igual a la de los españoles.

Y, de todos modos, la flota invasora había tenido problemas mucho antes de enfrentarse a sus enemigos ingleses.

Poco después de partir desde Lisboa, las enfermedades atacaron a los tripulantes, se pudrieron sus provisiones de comida y tuvieron muy mal tiempo en el mar.

"Somos muy débiles"

Todo esto les obligó a detenerse en La Coruña para realizar reparaciones y provisiones.

El comandante de la flota le escribió a Felipe confesando que "casi ninguno de los miembros de la Armada tiene el conocimiento o la capacidad para realizar las tareas que se les encomiendan ... somos muy débiles".

Pero Felipe dijo que el ataque debía continuar de todos modos.

El plan era que la Armada navegara por el Canal de la Mancha hacia su punto más angosto.

Allí debía reunirse con un ejército de soldados de los Países Bajos dirigido por el duque de Parma, que sería transportado en barcazas para invadir el condado de Kent.

Sin embargo, antes de eso los españoles tuvieron que llegar al Canal.

Aquí comenzaron a experimentar más problemas.

Las primeras bajas importantes fueron autoinfligidas: un choque y una explosión les llevó a perder dos naves.

Efecto dramático

Una vez que los españoles lograron entrar al Canal, el siguiente tramo narrativo en los recuentos más populares de la historia es el conmovedor discurso de Isabel I a sus hombres en Tilbury, en la orilla norte del Támesis.

Esa famosa pieza de oratoria, en la que la reina le dice a las tropas reunidas que puede "tener el cuerpo de una mujer débil, pero el corazón y el estómago de un rey", ha sido dramatizada en innumerables películas.

A menudo se muestra a Isabel montando a caballo, vestida con terciopelo blanco o incluso con armadura. "Yo seré su general", le dice a sus hombres.

Pero esto implica un ajuste en el momento de los eventos para lograr un efecto dramático.

Isabel había ideado el plan para dirigirse a las tropas mientras los españoles todavía estaban en el Canal. Sin embargo, cuando lo hizo, la Armada ya se enfrentaba a la derrota.

Once días antes, los buques de guerra ingleses habían atacado a la flota española mientras esperaba en Francia su encuentro con el ejército de Parma.

Estos barcos en llamas hicieron que los españoles entraran en pánico, provocando más accidentes y pérdidas.

Así que cuando Isabel pronunció sus famosas palabras en Tilbury, lo que quedaba de la Armada ya estaba en retirada, corriendo hacia Irlanda y Escocia para poder regresar a casa.

Y allá, en el norte, el enemigo mortal de los españoles no fue Drake, Isabel I o los valientes marineros ingleses, sino el mal tiempo.

Curiosamente, el contenido y el momento del discurso de Isabel I de Inglaterra también han "evolucionado" con el tiempo.

Las fuentes no mencionan la famosa línea "corazón y estómago de un rey" hasta más de tres décadas después del suceso.

Fue presentado por primera vez por un capellán protestante que había estado en Tilbury, y lo hizo como si realmente fuera lo que Isabel dijo.

Pero los historiadores no están seguros de que realmente usara esas palabras.

¿Eso importa?

Tilbury se ha convertido en una localización relevante en la historia, no por los hechos, sino por la emoción que inspira.

Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando la actriz Flora Robson, interpretando a Isabel I, pronunció el discurso en la película "Fire Over England", realmente estaba hablando de la temida invasión nazi.

Ocho décadas después, las palabras de Isabel se emplearon nuevamente, esta vez para vender feminismo, fútbol y cerveza como parte de una campaña publicitaria de Budweiser que apoyó a las Leonas de Inglaterra en la Copa Mundial Femenina de Fútbol de 2019.

Como demuestran estos ejemplos, la idea de que Isabel I, Drake y el desvalido ejército derrotaron a una Armada prácticamente invencible está firmemente establecida en el corazón de la concepción que tiene Inglaterra de sí misma.

Los victorianos encontraron esta idea particularmente atractiva.

Pero, a pesar de la veneración de Drake y compañía, el proceso desde 1588 hasta que Gran Bretaña consiguió un imperio en los siglos XVIII y XIX no ha sido lineal.

"Contra la Armada"

Por un lado, la derrota de la Armada no trajo la victoria en la guerra con España.

De hecho, ese conflicto se prolongó hasta el siglo XVII.

Por otro lado, los españoles nunca vieron a lo que le ocurrió a la Armada como un revés significativo.

Y eso es porque, en 1589, los ingleses sufrieron un vergonzoso desastre naval propio.

Ese año, Drake dirigió un ataque conocido como la invencible inglesa o Contraarmada, con el objetivo de destruir el resto de la flota de Felipe mientras ésta estaba en reparación en Santander.

Fue un fiasco, en el que murieron 15.000 ingleses, y se perdieron muchas de las 86 naves usadas en el ataque.

Drake y su flota se vieron obligados, al igual que la flota de Felipe II un año antes, a detenerse en La Coruña por falta de provisiones.

Y aquí, una mujer local, María Pita, lideró una feroz resistencia contra la armada inglesa.

Todavía se la recuerda como heroína en La Coruña.

Se dice que Pita mató a un soldado inglés, inspirando así a la ciudad a la victoria.

En otra conexión futbolística, se ha convertido en un símbolo del equipo local de mujeres.

Alguien debería haberle contado a Margaret Thatcher la historia de 'Contraarmada'.

Cuando España intentó, sin éxito, extraditar al dictador chileno General Pinochet de Reino Unido por abusos contra los derechos humanos, la primera ministra británica saltó en defensa del hombre que la había apoyado durante la Guerra de las Malvinas.

Le envió una placa de plata conmemorando la victoria inglesa sobre la Armada española, con una nota que denunciaba el colonialismo español.

La propia Thatcher había sido fotografiada a menudo entre sus tropas durante el conflicto de las Malvinas, pero siempre parecía hiperfemenina en su estilo personal.

Había aprendido una forma de ser una mujer líder: la de Isabel I de ser femenina, pero negar que el género importe para la política.

La leyenda de la Armada española creada por los isabelinos y contada por generaciones después de ellos tiene un poderoso legado.

En tiempos de crisis, desde la Segunda Guerra Mundial hasta las Guerra de las Malvinas, se ha utilizado para convencer a los británicos de que pueden llegar a desarrollar superpoderes; que hay una larga estirpe de líderes geniales e inspiradores y que, por pequeños que sean, todavía pueden desempeñar un papel poderoso en el escenario mundial.

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