Cuando oyó las noticias sobre el tiroteo en Las Vegas, Kate Starbird pensó que el fenómeno que lleva años estudiando se volvería a producir.
Y no se equivocaba.
Poco después de que Stephen Paddock disparara desde su habitación en el hotel Mandalay Bay contra la multitud que asistía a un concierto de música country, comenzaron a propagarse por internet múltiples teorías.
Algo que es lógico en los primeros momentos de caos, donde la información es generalmente confusa.
Sin embargo, semanas después del trágico suceso del 1 de octubre que dejó 58 muertos y cientos de heridos, todavía circulan videos y enlaces que en apariencia son fiables en los que se asegura que la versión oficial es mentira.
Para la estadounidense Starbird, profesora de la Universidad de Washington especializada en la reacción de las redes sociales a las crisis, este caso se suma a sus estudios sobre la expansión online de rumores y teorías de la conspiración.
Su voz destila resignación y tristeza al responder la llamada de BBC Mundo. Pero también firmeza.
Proceso mental natural
"No creo que sea malo intentar comprender lo que pasa", aclara, "es parte de la psicología humana. Queremos explicaciones claras que tengan sentido ante hechos como los tiroteos colectivos o los ataques terroristas.
"Necesitamos tener información ordenada, queremos comprender cómo una sola persona enojada puede causar tanto daño", explica.
"Nos resulta más fácil aceptar una teoría de la conspiración en la que alguien maneja los hilos porque la realidad? la realidad es mucho más caótica y azarosa, y es muy difícil asumir algo así".
Para la profesora universitaria, el problema surge cuando a partir de ese proceso natural hay personas que diseñan intencionadamente un discurso específico.
"Si las autoridades hablan de unas pruebas, pero luego el relato de la policía cambia, aparece alguien que afirma que eso es porque la policía y los medios te están mintiendo", dice.
"Así, el proceso de buscarle el sentido a algo, el proceso natural, queda secuestrado por personas que de alguna manera quieren tener esa otra conversación. Y lo hacen por diferentes motivos".
Los motivos pueden ser financieros o ideológicos. Aquellos con fines económicos buscan que el público acuda a sus páginas de internet, para aumentar el tráfico, captar más anunciantes y vender más.
Quienes tienen razones ideológicas suelen creer su propio discurso, creen que hay un sistema que conspira en el que gobierno y medios de comunicación mienten.
"Y por encima están las maniobras dirigidas por algunos países, como Rusia, interesados en introducir esas narrativas como parte de una estrategia de la desinformación", añade.
Reacción tardía
La desconfianza en el sistema no es algo exclusivo de la era cibernética, pero es indudable que internet ha facilitado enormemente el trabajo de quienes buscan extender sus propias teorías.
La primera vez que la profesora Starbird reparó en el fenómeno fue tras el tiroteo en la escuela infantil Sandy Hook en el que un joven mató a 20 niños y seis adultos en diciembre de 2012.
Desde algunos sitios de internet se difundió la idea de que el suceso no ocurrió, que en realidad los muertos no existieron y que los niños, padres y profesores que aparecían en las noticias eran actores.
Según denunciaban, era una estrategia del gobierno para impulsar el control de armas en Estados Unidos.
"Fue la primera vez que fui consciente del problema, pero ni siquiera le di tanta importancia en ese momento, pensé que era marginal", cuenta Starbird, que ahora se arrepiente de no habérselo tomado más en serio.
Ella y su equipo empezaron a estudiar el fenómeno con más atención a raíz del atentado de la maratón de Boston en 2013.
"Nos fijamos específicamente en los rumores y vimos que había una teoría que decía que el ataque lo perpetraron los US Navy Seals (fuerzas especiales de la marina de EE.UU.), la CIA o algún mercenario.
"A partir de ahí seguimos viéndolo en otras crisis, todas ellas causadas por el hombre, como los tiroteos de Oregón, San Bernardino, la discoteca Pulse en Orlando o los ataques de París".
De un trabajo inspirador a una realidad más siniestra
Starbird reconoce que internet y las redes sociales tienen usos muy positivos, como se ha visto en desastres naturales como los recientes huracanes en el Caribe o los terremotos en México.
De hecho, la profesora le dice a BBC Mundo que, en un principio, su objetivo era estudiar cómo las redes sociales pueden emplearse como una herramienta de ayuda en situaciones de crisis.
Pero ahora se ve envuelta en un mundo oscuro y descorazonador.
En su investigación ha observado que los distintos grupúsculos que propician el discurso conspirativo han ido formando un peligroso ecosistema mediático alternativo que tiene un alcance y un poder sorprendentes.
Se refiere a páginas web como Infowars.com, liderada por Alex Jones, beforeitsnews.com, nodisinfo.com y veteranstoday.com, por ejemplo.
En total, Starbird catalogó 81 de ellas, cohesionadas además por una amplia red de simpatizantes en plataformas como Twitter o Facebook.
¿Qué hacer ante el avance de la desinformación?
Según Starbird, la guerra de la información ?como ella misma la define? está muy extendida y no responde a la clásica división entre izquierda y derecha: "Lo que suele unir a los teóricos de la conspiración es un sentimiento antiglobalización".
"La globalización es un término muy ecléctico y puede atraer a críticos de izquierda y derecha. Para la gente de izquierda, la antiglobalización es una postura de oposición a los mercados y al imperialismo occidental. En la derecha, el sentimiento está ligado a ideas nacionalistas y contrarias a la inmigración".
Pese a su tono desanimado, la profesora confía en que con educación y conocimiento se pueda revertir la tendencia.
"El conocimiento puede servir como vacuna. Si ya sabes que van a circular rumores tras cada suceso, puedes evitar caer en la trampa".
Y termina con un deseo: "Ojalá esta mejor información nos haga mejores consumidores, más resistentes".