Patas de rinoceronte, tamaño de un caballo y trompa parecida a la de un tapir.
ElMacrauchenia patachonicaes una de las especies más enigmáticas que jamás ha habitado la Tierra. Lo hizo hace unos 66 millones de años, durante la última edad de hielo.
Y recientemente los científicos lograron develar parte del misterio gracias a exámenes genéticos.
Un estudio realizado en conjunto entre la Universidad de Postdam, Alemania, y el Museo de Historia Natural de Estados Unidos reveló que este animal, que vivió en América del Sur, sí que tiene parientes actuales: caballos, rinocerontes y tapires.
Una nariz particular
Elmacraucheniapesaba 1.000 kilos, tenía el cuello largo y el tamaño de un caballo mediano.
Pero su característica más llamativa era su nariz.
"Tenemos un problema morfológico porque no podemos decidir qué tipo de nariz tenía el animal", señala Ross McPhee, curador en Mamimeforología del Museo estadounidense de Historia Natural, quien lideró el estudio de ADN.
Algunas reconstrucciones del macrauchenia lo retratan con una gran trompa, como la de un elefante, pero según explica el científico, esto es un error.
"La forma del cráneo nunca podría haber soportado esa trompa", le dice a BBC Mundo.
Sin embargo, el especialista y su equipo manejan la teoría de que el mamífero "tenía una nariz extremadamente larga" con la capacidad de inflarse para producir fuertes sonidos, algo frecuente en algunos animales.
"La ilustración es nuestra mejor versión del macrauchenia", opina.
"Lo que estamos mostrando es una cara muy inusual. Y esa es una de las razones por las cuales es un animal tan misterioso, porque en la actualidad no hay un especie viva que tenga un aspecto tan extraño", añade.
La incógnita de Darwin
El investigador Británico Charles Darwin encontró los primeros fósiles del macrauchenia en el sur de Argentina en 1834, en su viaje de cinco años alrededor del mundo.
Darwin percibió su importancia y decidió llevar el material al paleontólogo Richard Owen, del Museo Británico, que era un experto en mamíferos.
Pero Owen quedó tan desconcertado al encontrar una mezcla tan inusual en las características físicas del animal que no pudo identificarlo.
En ese entonces, "solo tenían unos fósiles de vértebras que parecían ser de una llama, por eso le pusieron el nombre de macrauchenia, que significa 'llama gigante'" en latín, describe McPhee.
También había fósiles de una de las patas pero poco tenía que ver con las características de la especie que pensaba encontrar.
Las piezas no coincidían para incluirlo en un grupo determinado de animales.
"Y esa información es la que tuvimos hasta hoy", le dice McPhee a BBC Mundo.
Dificultades del estudio genético
Como la morfología y anatomía del animal no arrojaban ningún indicador certero de a qué familia pertenecía, los científicos probaron con un estudio genético.
"Implementamos paleontología molecular usando AND antiguo para ver si podíamos resolver el misterio", explica McPhee.
Según el especialista la labor no fue fácil.
Pese a que se encontraron grandes cantidades de fósiles, casi ninguno contaba con restos de ADN suficientes como para poder llevar a cabo la prueba.
Ni tampoco había familiares directos del macrauchenia para hacer la comparación.
Por lo tanto, el equipo desarrolló una nueva técnica que utiliza los códigos genéticos de numerosas especies vivientes como puntos de referencia.
Esto permite predecir fiablemente las secuencias genéticas más probables del fósil, señala el Museo de Historia Natural de EE.UU. en su página web.
Por lo tanto, se determinó que el macrauchenia pertenece al grupo Panperissodactyla, que incluye especies vivas como caballos, rinocerontes y tapires.
Más misterios
Pese a este descubrimiento, aún quedan incógnitas sobre el animal que sólo vivió en Argentina, Chile, Uruguay y sur de Brasil, según los fósiles que encontraron.
Además de que todavía no se sabe con exactitud cómo era su nariz, también se desconoce cómo era su alimentación.
"Los dientes no eran muy fuertes, por lo que creemos que no comía pasto como lo hacen los caballos", afirma McPhee.
La anatomía del macrauchenia era más parecida a la de una jirafa por lo que se presume que se alimentaba de hojas de ramas altas de los árboles, especulan los científicos.
Pero en concreto "no lo sabemos, es otro misterio", concluyó.