¿Están cumpliendo los planes escolares con las necesidades de los niños?
Los sistemas de estudio y de exámenes normalmente recompensan los logros individuales de los estudiantes.
Pero cuando entran al mundo laboral, se les hace hincapié en la importancia de las habilidades sociales y en la necesidad de cooperar con otra gente para solucionar problemas.
El Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) evalúa las habilidades de los estudiantes en lectura, matemáticas y ciencia.
Y por primera vez ha realizado una prueba global que mide las habilidades para resolver problemas de manera colaborativa.
Como era esperable, los alumnos sobresalientes en las pruebas académicas también tienden a ser mejores en la solución de dificultades en colaboración con otros.
Además son más hábiles para interpretar información y realizar razonamientos complejos, lo que los prepara mejor para enfrentar cualquier tipo de problemas.
Eso es válido en los diferentes países. Las naciones con mejor desempeño en pruebas académicas como Japón, Corea del Sur, Singapur, Estonia, Finlandia y Canadá son asimismo los que tienen mejores resultados resolviendo dificultades en conjunto.
Pero no en todos los casos. Los estudiantes de China, que son muy buenos en matemáticas y ciencias, se ubican dentro del promedio en cuanto a habilidades de colaboración.
En los 20 primeros lugares no aparece ningún país de América Latina que sobresalga en trabajo en equipo.
Los 20 países que mejor resuelven problemas en conjunto son:
- Singapur
- Japón
- Hong Kong
- Corea del Sur
- Canadá
- Estonia
- Finlandia
- Macao
- Nueva Zelanda
- Australia
- Taiwán
- Alemania
- Estados Unidos
- Dinamarca
- Reino Unido
- Holanda
- Suecia
- Austria
- Noruega
- Eslovenia
Distintas habilidades
Trabajar en conjunto parece implicar diferentes tipos de habilidades.
Hace cinco años, PISA había realizado pruebas de destreza para resolver problemas individualmente.
Los resultados mostraron que los niños fueron mejores que las niñas en la mayoría de los países estudiados.
Pero, cuando el elemento de colaboración entra en juego en la resolución de problemas, las niñas se desempeñan mejor en todos los países. En Reino Unido es donde la diferencia entre los dos sexos es más grande.
Los resultados se reflejan en las actitudes de los alumnos,
Las niñas tienen actitudes más positivas en las relaciones, lo que quiere decir que tienden a interesarse más en las opiniones de los demás y quieren que los otros tengan éxito.
Los niños, por otra parte, son más propensos a ver los beneficios del trabajo en equipo y en cómo la colaboración puede ayudarles a trabajar de forma más efectiva y eficiente.
Los estudiantes con menos ventajas tienden a ver más el valor del trabajo en equipo que los más brillantes.
Ellos tienden a decir que prefieren trabajar como parte de un equipo que hacerlo solos y que creen que los equipos toman mejores decisiones que los individuos.
Las escuelas con estudiantes más diversos también suelen tener mejores habilidades para colaborar, al menos en el desempeño académico.
Los maestros hacen la diferencia
Además, el ambiente en el aula suele influir en el nivel en el que los estudiantes trabajan juntos.
Cuando los alumnos realizan muchas actividades que requieren comunicación -como participar en debates o discutir problemas científicos- parecen tener actitudes más positivas hacia la colaboración.
Asimismo, las aulas donde los maestros que tienen relaciones más positivas con sus estudiantes y les dan más apoyo registran más trabajo en equipo.
La educación no termina en la puerta de la escuela
Las escuelas pueden identificar a los estudiantes que están socialmente aislados y promover actividades sociales en las que puedan construir relaciones, además de tomar medidas para combatir el bullying.
Los maestros pueden hacer una diferencia estimulando esa cooperación y convirtiendo a los colegios en lugares en los que se alientan las conductas de colaboración.
Pero la educación no termina en la puerta de la escuela. Los padres también deben cumplir un rol. Por ejemplo, los estudiantes tuvieron mejores puntuaciones en el trabajo en conjunto cuando sus familias mostraron más interés en las actividades escolares.
Lo que pasa fuera de la escuela es importante para influir en lo social o incluso lo antisocial.
Los estudiantes que usan el internet para chatear o para las redes sociales también parece ser buenos en resolución de problemas en equipo. Mientras que los que juegan videojuegos parecen hacerlo mal.
Pero ¿qué diferencia hace todo esto?
En un mundo que valora cada vez más las habilidades sociales, se necesita hacer mucho más para fomentarlas de manera horizontal en los planes escolares.
Porque un buen desarrollo académico no llevará automáticamente a tener buenas habilidades sociales.