Los Bajau, también conocidos como "gitanos del mar", que viven en el sudeste asiático son conocidos por su capacidad de permanecer mucho tiempo debajo del agua. Ahora la ciencia explica cómo lo logran.
Los Bajau son alrededor de un millón de personas que habitan en el sur de Filipinas, Indonesia y Malasia.
Son nómades y viven de la recolección de mariscos del fondo del mar.
Un grupo de científicos estudió los efectos del estilo de vida en su biología y descubrió que sus bazos eran más grandes que los de otras personas de la misma región.
El tamaño del bazo hace que tengan más oxígeno en la sangre para poder bucear sin máscaras ni tanques. Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista académica Cell.
Una vida en el mar
"Los Bajau han estado viviendo probablemente por miles de años en botes, viajando de un lugar a otro en aguas del sudeste asiático, visitando ocasionalmente la tierra", le dijo a la BBC Melissa Ilardo, investigadora de la Universidad de Copenhagen y una de las autoras del informe.
"Todo lo que necesitan lo obtienen del mar", explicó.
Son conocidos por su extraordinaria capacidad de contener la respiración.
Aparecen mencionados en los escritos de 1521 del explorador veneciano Antonio Pigafetta, quien formó parte de la primera expedición que dio la vuelta al mundo.
"Cuando bucean a su manera tradicional, lo hacen varias veces durante unas ochos horas por día. Pueden ser desde 30 segundos hasta varios minutos y bucean a profundidades de más de 70 metros", indicó Ilardo.
Asombrosamente, se sumergen con unas improvisadas antiparras de madera y cinturones con peso.
"Un tanque biológico"
Ilardo detalló cuál es la función que cumple el bazo en este proceso: "Hay una respuesta humana que se dispara al contener la respiración y sumergirse en el agua".
"El ritmo cardíaco se desacelera, se produce una vasoconstricción periférica; es decir, que los vasos sanguíneos se contraen en las extremidades para preservar la sangre oxigenada para órganos vitales y lo último es la contracción del bazo.
"El bazo es el reservorio de glóbulos rojos oxigenados, entonces cuando se contrae aporta más oxígeno. Es como un tanque biológico de buceo", precisó.
Diferencias de tamaño
La doctora llevó un ecógrafo portátil a Indonesia, donde viven los Bajau. "Les pedí amablemente que me permitieran examinar sus bazos", contó.
El resultado fue que tanto los buceadores como los no buceadores de la comunidad tenían los bazos de similar tamaño.
Eso muestra que ese agrandamiento no es una simple consecuencia de bucear regularmente.
Cuando los investigadores compararon los datos obtenidos con otro grupo vecino llamado Saluan, tradicionalmente granjeros, descubrieron que los bazos de los Bajau eran un 50% más grandes que el promedio.
Los científicos también encontraron una aparente base genética que explica esa diferencia de tamaño.
Patrones genéticos
Compararon los genomas de los Bajau, los Saluan y la etnia china Han.
"Nos preguntamos si había mutaciones genéticas a una mayor frecuencia que hubieran cambiado específicamente esa frecuencia en el caso de los Bajau, comparados con otras poblaciones", dijo Rasmus Nielsen, profesor de la Universidad de California, Berkeley y coautor del estudio.
De la comparación surgió que había 25 sitios del genoma que en el caso de los Bajau diferían significativamente respecto de otros grupos.
Uno de esos sitios es un gen conocido como PDE10A que se descubrió que tiene relación con el tamaño de los bazos de los Bajau, incluso después de tener en cuenta otros factores concurrentes como la edad, el sexo y la altura.
En los ratones, el gen PDE10A es conocido por regular la tiroides que controla el tamaño del bazo.
Esto apoya la idea de que los Bajau podrían haber evolucionado para desarrollar un bazo del tamaño necesario para realizar largos y frecuentes buceos.
"No está claro cuánto tiempo los Bajau han tenido este estilo de vida o cuándo surgió exactamente la adaptación", dijo Ilardo.
Sin embargo, la información disponible indica que los Bajau pertenecen a una rama que se desprendió de los Saluan hace unos 15.000 años.
Segú la doctora, eso es "tiempo suficiente" para desarrollar esa adaptación acuática.