Scotty Hearron dice que era un "estudiante quebrado" la primera vez que le pagaron por donar parte del plasma de su sangre.

Esto fue hace pocos años, cuando estudiaba en la universidad en Oregon, Estados Unidos.

Donar plasma ocho veces en un periodo de cuatro semanas (el máximo permitido en EE.UU.) le podía proporcionar cerca de US$280 cada mes.

El plasma es ese líquido amarillento que conforma el 55% del volumen de nuestra sangre.

Ahora, a sus 23 años, Hearron es profesor de secundaria, y no tiene malos recuerdos de esa experiencia.

"Me hacía sentir que estaba generando impacto y además era bueno recibir algo de dinero por ello", dice.

Hearron añade que los otros donantes de plasma eran "generalmente personas de clase trabajadora o compañeros estudiantes".

Cada sesión de donación de plasma dura una hora, en la que al donante se le extrae la sangre en estado puro.

Luego, el plasma es separado en una máquina ubicada junto a la camilla y finalmente las células de sangre se vuelven a introducir en el paciente mediante una solución salina.

En países como Reino Unido donar sangre es un acto completamente voluntario por el cual no se recibe dinero. Ahí, cobrar por ello podría verse como un gesto de mal gusto o explotador.

Pero en países como Estados Unidos, Alemania, Austria y algunas provincias de Canadá, la gente es remunerada por donar sangre y el negocio está en auge.

Hay, de hecho, un mercado mundial de miles de millones de dólares por la venta de plasma.

El plasma se puede vender a nivel global porque, a diferencia de la sangre, tiene una larga vida útil.

La sangre entera se mantiene refrigerada y debe usarse dentro de un límite de 42 días. El plasma, en cambio, puede almacenarse hasta por 10 años, siempre y cuando permanezca congelado.

Esto hace que el plasma sea relativamente fácil de transportar alrededor del mundo, donde las cerca de 100 proteínas que contiene se usan cada vez más para tratar varias enfermedades.

Mercado en crecimiento

Tal es la creciente demanda de plasma, que el mercado global que en 2016 era de US$24.000 millones podría casi que duplicarse para 2023.

EE.UU, el mayor exportador, envía mensualmente plasma y otros productos relacionados con la sangre por un valor de más de US$2.000 millones.

El plasma ocupa el puesto 12 entre las exportaciones más valiosas de EE.UU.

En Canadá actualmente dos provincias, Saskatchewan y New Brunswick, le permiten a compañías privadas pagar a las personas por donar su plasma.

La empresa Canadian Plasma Resources (CPR) recolecta plasma proveniente de dos clínicas, una en cada provincia.

"En este momento, el plasma se usa mayormente para inmunoglobulinas o anticuerpos", dice Barzin Bahardoust, director ejecutivo de CPR.

Las personas con deficiencias inmunitarias pueden recibir cantidades extra de la proteína inmunoglobulina para aumentar sus niveles en el torrente sanguíneo y ayudarlas a combatir infecciones. Los efectos pueden durar entre tres y cuatro semanas.

El plasma también contiene factores de coagulación que pueden usarse para ayudar a tratar la hemofilia.

También contiene albúmina, una proteína que puede usarse para ayudar a curar quemaduras.

Una vez que CPR ha recogido el plasma, se coloca en contenedores especiales y luego se envía en un camión a Montreal o Calgary, antes de ser enviado a Frankfurt para su procesamiento.

¿Es ético pagar por sangre?

Mario Macis, economista de la Universidad Johns Hopkins, dice que la donación altruista no es suficiente para satisfacer la creciente necesidad mundial de plasma.

"Personas con varias enfermedades morirían sin esas terapias (con plasma pagado)", dice.

El profesor Macis agrega que la demanda de plasma está creciendo a medida que más personas en el mundo en desarrollo tienen acceso a la atención médica.

Robin Slonim, economista de la Universidad de Sydney, está de acuerdo, y dice que sin el suministro de donantes pagados, los tratamientos con plasma solo serían asequibles para los ricos.

Añade que si bien los australianos no reciben pago por las donaciones de sangre, más del 50% del plasma en el país proviene de personas en Estados Unidos que han recibido dinero por su donación.

Otras personas y organizaciones están muy en contra de pagarle a las personas que donen plasma sanguíneo u otras sustancias relacionadas con la sangre.

Una de ellas es Kat Lanteigne, directora ejecutiva de Blood Watch, una organización sin ánimo de lucro que aboga por un sistema de donación voluntaria, con sede en Toronto.

"Me opongo al plasma pagado todo el día, todos los días", dice.

Lanteigne sostiene que pagar por plasma "se aprovecha de las poblaciones vulnerables" y perjudica la donación voluntaria de sangre.

"Tan pronto como alguien se une al grupo de donantes que ganan dinero, se ha demostrado una y otra vez que no se puede lograr que ese donante vuelva a formar parte del grupo de donantes voluntarios".

Agrega que el plasma debe permanecer en el sector público, o de lo contrario las compañías farmacéuticas podrán establecer los precios tan altos como lo deseen.

Lanteigne respalda los esfuerzos de la senadora independiente canadiense Pamela Wallin para establecer una ley que prohíba a las empresas pagar a las personas en Canadá por su sangre.

La Unión Europea también está evaluando su legislación actual sobre donación de sangre, a la luz de la "entrada en el mercado de operadores privados ... en un sector tradicionalmente sin fines de lucro".

Mientras tanto, la Organización Mundial de la Salud quiere avanzar hacia una donación de sangre no remunerada al 100% en todos los países, ya que considera que esto es la base de un suministro de sangre seguro y sostenible.

Los defensores de pagar por el plasma y otros artículos de sangre argumentan que no deberían ser vistos como mercenarios, señalando ejemplos europeos.

El profesor Macis dice que en Alemania los donantes de plasma reciben unos US$30,5 por cada donación, lo que se describe como un "reembolso por el tiempo perdido, transporte y otros costos".

"Eso es mucho más atractivo para la gente, el hecho de donar no debería ser perjudicial para nadie", agrega.

Como alternativa, Italia puede ofrecer un punto medio. Si bien no paga a los donantes de sangre, les da un día libre pagado para que vayan a donar. Esto equivale a US$170 para el trabajador italiano promedio.

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