"No quiero hablar con tus hijos" es como la autora -que se identifica como traceybyfire- titula uno de sus artículos.

"Soy 'childfree' (libre de niños) por opción. Recientemente, descubrí que algunas personas rechazan esa expresión, la consideran ofensiva y afirman que no debe ser utilizada, lo que es ridículo. He trabajado muy duro para mantenerme 'childfree' y no voy a dorar la píldora para satisfacer a nadie cuyas decisiones le hayan llevado a un resultado diferente".

Publicado en Medium, un sitio de artículos originales de temas diversos, el texto es uno de los más recientes sobre la tendencia "childfree" que está generando discusiones acaloradas en internet en torno al tema de cuáles son los límites para establecimientos, empresas e inclusive las mismas personas de restringir la presencia e interacción con menores.

Ese debate involucra tanto los derechos individuales -incluyendo los derechos infantiles- como los de la convivencia colectiva.

Este septiembre, el asunto volvió a surgir cuando usuarios de la aerolínea Japan Airlines elogiaron a la compañía por identificar dónde estarían sentados los niños menores de 2 años en sus aviones, para que los demás pasajeros pudieran tener eso en cuenta a la hora de escoger sus sillas antes de registrarse en el vuelo.

"Muchas gracias, Japan Airlines, por alertarme de dónde los bebés planean berrear y gritar durante un viaje de 13 horas. Eso debería ser obligatorio", escribió un usuario en Twitter, en un mensaje que detonó una larga discusión.

Por un lado, los defensores de los que quieren planear sus viajes y tener más tranquilidad en un vuelo largo y, por el otro, quienes piensan que hay una creciente intolerancia y discriminación contra los niños, que todavía están aprendiendo a convivir en sociedad, inclusive a través de sus interacciones con los adultos en su entorno.

"Glamur"

"Leo con empatía que las personas quieren paz, pero creo que está creciendo el glamur de decir que no te gustan los niños y veo muy problemático segregar un sector de la sociedad, además de a sus padres y aún más a sus madres", dijo a BBC News Brasil el bloguero Thiago Queiroz, que habla sobre paternidad en su blog Paizinho Vírgula.

"Todavía es socialmente aceptado ser intolerante hacia los niños, pero si uno hiciese eso con cualquier otro grupo (negros, homosexuales) sería con razón tachado de racista u homofóbico".

La también bloguera Cila Santos, en su blog Militancia Materna, experimentó ese debate en la vida real durante un viaje con su hijo, entonces de 4 años.

"Estábamos en autobús a Paraty y eran las siete de la noche cuando mi hijo y yo conversábamos sobre lo que estábamos viendo, lo mismo que muchas otras personas en el bus conversaban", cuenta.

"Pero la chica delante de nosotros quería que lo callara. Entiendo que ella estuviese cansada, tal vez planeaba dormir. Pero, ¿qué iba a hacer?, ¿ponerle cinta adhesiva a la boca de mi hijo? ¿Dejar de hacer lo que los demás adultos hacían a esa hora cuando no estaban hablando por celular?", recuerda Santos.

"Creo que la voz infantil activa algún gatillo en las personas: '¿quién es este niño que no me pertenece?'. Lo curioso es que no estamos en una sociedad de adultos bien comportados, todo lo contrario. Pero es ante un niño vulnerable que las personas sueltan los perros".

El derecho a no tener hijos

El origen de la expresión "childfree" se refiere a las personas que buscan que se les reconozca el derecho a no tener hijos, pero el concepto se fue expandiendo para incluir la idea de restringir (o vetar) el contacto con menores.

"Eso se hizo a través de los medios. La esencia de la página es para aquellos que no quieren tener hijos y poder vivir en paz con esa opción", señala Ana, que pidió sólo ser identificada por su primer nombre, refiriéndose al sitio que ella creó en Facebook y que cuenta con 225.000 'me gusta', además de versiones en Twitter e Instagram.

"En la página generalmente nos atacan mucho, dicen que les tenemos rabia a los niños, pero es sólo (en defensa de) el derecho a no tener hijos y contra esa presión social que persigue a las niñas desde temprana edad", continúa Ana.

Tampoco está de acuerdo que se les compare con otros grupos que son discriminados.

"La gente hace mucho esa comparación, pero la infancia es sólo una etapa de la vida y la persona va a dejar de ser niña algún día. Hay un 1% de espacios que no quieren niños, pero un 99% que los aceptan", señala Ana.

"Creo que es injusto decir que eso significa que queremos prohibir a los niños (en la sociedad). Ellos tienen derechos como cualquier persona pero en algunos lugares puede haber restricciones para quienes quieren tranquilidad".

Entre esos lugares con restricciones están , por ejemplo, centros turísticos y restaurantes exclusivos para mayores de edad que ofrecen "mucha tranquilidad", "elegancia" y "opciones de recreación únicamente para el público adulto".

Hay situaciones semejantes en diferentes países del mundo: la prohibición de niños en ciertos establecimientos ya ha motivado reportajes periodísticos y comentarios acalorados a favor y en contra en países como EE.UU., Italia, Alemania y Reino Unido.

En 2018, en la isla alemana de Rügen, un restaurante prohibió el servicio a menores de 14 años a la hora de la cena, después de que un grupo de jóvenes dañara su despensa y porque quería ofrecer un "oasis de paz" a su clientela.

En Roma, dos años antes, un restaurante vetó la entrada de menores de 5 años describiéndolos como "terrores incontrolables". En EE.UU., un restaurante en Carolina del Norte, que en 2017 también limitó el acceso a niños de 5 años, dice haber tenido un "notable aumento en el número de reservas".

Comentando sobre esas prohibiciones, un columnista del diario británico The Guardian opinó: "Si tu hijo se comporta como un estúpido en público y tú no haces nada al respecto, entonces eres más estúpido todavía".

"Pero ruego que, cuando se trate de idear políticas oficiales para lugares de cenar, no dejemos que los estúpidos sean un factor determinante. Porque, créelo o no, después de tener hijos, tú no desarrollas un deseo automático de quedarte en casa todas las noches. Algunas veces quieres salir a comer una buena cena, como cualquier ser humano normal", continuó la columna.

"Y, tal vez lo más importante, si no permites niños en un restaurante debido a su comportamiento, entonces estás criando un montón de niños que nunca sabrán cómo comportarse en restaurantes".

"Los niños no pueden hacer todo"

De vuelta al artículo en Medium, la autora detecta una "perturbadora tendencia" en lugares públicos: "Niños que intentan hablar conmigo o llamar mi atención mirándome o diciendo 'hola' (...) y su padres parecen tolerar ese comportamiento".

"¿Qué paso con enseñarle a los niños que no deben hablar con extraños? (...) Voy a seguir desviando mi mirada. Yo no quiero hablar con tus hijos", escribe Cila Santos.

"Existe un movimiento legítimo de mujeres que defienden el derecho a no tener hijos y luchan contra la maternidad obligatoria o el romanticismo de la maternidad", señala.

"Pero hay algo positivo que sale de esta mala tendencia de criticar a los niños o de no tener que lidiar con niños. Esos se llama convivir en sociedad. Si uno está en un espacio público, tiene que convivir con ellos y tratarlos bien, tragándose su descontento, como lo hace cualquier persona madura. Los niños no se pueden defender y sólo recientemente la infancia fue reconocida (como una etapa de desarrollo), inclusive hay padres que no entienden que son personas que están aprendiendo cómo es el mundo".

Thiago Queiroz resalta que esa relación a la presencia de menores acaba dificultando la convivencia social de algunas familias.

"Si una persona quiere pagar más para sentarse lejos de niños en el avión, todo bien, pero ¿qué hacer con ese niño que va a estar llorando?, ¿vamos a avergonzar a su familia? Se trata de proteger a la infancia, dejando que los niños sean niños, pero también proteger a los padres y madres de la experiencia de sentirse avergonzados en público", sostiene.

En un primer reportaje que BBC News Brasil hizo al respecto, en 2017, algunos comentaron que sus críticas no iban dirigidas a los niños en sí, pero a su educación y a los límites impuestos por los padres.

"Soy madre y entiendo que nadie está obligado a aguantarse el niño de otro, aún más niños cuyos padres no ponen límites (...). El respeto también tiene que venir de mi parte (como madre) en entender que no todos los lugares reciben niños y eso está bien también", escribió una lectora.

"No entiendo por qué quieren llevar a su niño a un espacio donde no son bienvenidos. Hay lugares que no son recomendables para niños. Los niños no pueden hacer de todo", afirmó otra.

"Ciudades mejores para todos"

Pero cuanto mejor preparado esté el medio ambiente para recibir niños, mejor recibirá a todos los ciudadanos en general, sostiene el abogado Pedro Hartung, coordinador del programa Prioridad Absoluta, de la organización defensora de los derechos infantiles Alana.

"Es algo pragmático: las ciudades 'child friendly' (amigables a los niños) tienen índices de desarrollo más altos y son mejores para todos", explica.

"Aceras que permiten que los niños corran y que las madres paseen con sus cochecitos, por ejemplo, son aceras buenas para todos. Es una estrategia de política pública y hace que el niño no sea visto como un objeto de la familia, sino como un ciudadano con la libertad de ir, venir y permanecer en los lugares".

Argumenta, inclusive, que la Constitución y el Código de Defensa del Consumidor garanticen a los niños los derechos de frecuentar espacios públicos y privados de prestación de servicios.

"Un niño sólo aprende viviendo en sociedad, entonces necesitamos encontrar formas de socialización, aunque sea por solidaridad y paciencia con las familia, porque los padres también necesitan protección", afirma.

"Necesitamos encontrar formas de vivir, independientemente de nuestras diferencias".

 

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