El siglo XVI era el pleno apogeo de la llamada por los europeos "era de los descubrimientos".
En un momento de la historia en el que ambas potencias se repartían prácticamente el mundo, España y Portugal competían por expandir sus territorios por un planeta que, a juzgar por travesías como la de Colón en 1492, aún les deparaba grandes sorpresas.
Lo confirmó la primera vuelta al mundo iniciada hace 500 años por el portugués Fernando de Magallanes bajo el patrocinio de la Corona española y que, sin duda, es una de las mayores odiseas de la historia de la humanidad.
Pasarían casi tres años desde aquel 20 de septiembre de 1519 hasta que una veintena de sobrevivientes de la expedición, capitaneados por el español Juan Sebastián Elcano tras la muerte de Magallanes, concluyó a duras penas su gran hazaña marítima.
Pero antes de llegar al punto del que partieron y demostrar por fin que la Tierra era redonda, aquella tripulación de europeos quedó fascinada con una larga lista de lugares, animales y plantas que jamás pensó que existían.
Con motivo del 500 aniversario de la primera vuelta al mundo, en BBC Mundo repasamos algunos de ellos.
El estrecho de Magallanes y otros territorios
Magallanes estaba convencido de que existía un canal que conectaba el mar del Norte (Atlántico) con el mar del Sur (el Pacífico, cuyo descubrimiento se atribuyó Vasco Núñez de Balboa seis años antes del inicio de la expedición).
Así, al llegar a la costa americana, comenzó a bajar y bajar en busca de esa conexión. No fue fácil, y antes de lograrlo se adentró en decenas de lugares equivocados como el mismo río de la Plata.
Por fin, el 21 de octubre de 1520 avistaron un nuevo canal y comenzaron a surcar sus profundas aguas entre tormentas glaciales y fiordos. Era el estrecho de Magallanes.
"Cuando hoy lo vemos en el mapa o Google Earth, está claro que es un estrecho complicadísimo. Pero imagina en aquella época: un laberinto de galimatías de roca, lleno de corrientes?", describe Adelaida Sagarra, profesora de historia de América en la universidad de Burgos, España.
Pero antes, Magallanes ya había hecho historia como el primer europeo en llegar a aquella zona del extremo sur de América que bautizarían como Patagonia. Aunque no sería el único lugar que esta expedición del "viejo mundo" vería por primera vez.
Ocurrió después en 1521, ya en el Pacífico, con las islas de los Ladrones. Magallanes las nombró así "en honor" a las trifulcas y abordajes que sufrieron de los chamorros, la población indígena de lo que hoy son las islas Marianas, bajo soberanía estadounidense.
Poco después, la expedición recorrió un desconocido laberíntico archipiélago en el Pacífico: eran las islas Filipinas. En ellas, precisamente, le llegó la muerte a Magallanes en combate.
Los barcos comandados por el portugués surcaron el entonces poco conocido océano Pacífico y a él debe su nombre (al menos, así fue como lo encontró Magallanes tras las penurias que habían pasado en el estrecho) pero no así su descubrimiento, que ya había sido identificado por Núñez de Balboa como mar del Sur.
Lo que sí se puede atribuir a esta expedición es la suma de miles de kilómetros a la circunferencia de nuestro planeta y que hasta entonces no aparecían representados en los mapas.
"El cálculo de agua no estaba realmente mal hecho, sino que durante muchos siglos las medidas no eran homogéneas", explica Sagarra en conversación con BBC Mundo.
"El cálculo que hizo Magallanes fue el mismo que hizo Colón, que acortaba el perímetro de la Tierra en 10.000 km y que, tras esta expedición, se comprobó que eran de agua que pertenece al Pacífico".
También se le atribuye haberle puesto nombre a la "Tierra de los Humos" que estaba al sur del estrecho por las numerosas fogatas que encendían los indígenas, y cuyo nombre acabó derivando en lo que se conoce como Tierra del Fuego.
Su gran extensión dio lugar tras el viaje de Magallanes a que exploradores creyeran durante años que lo que se extendía hacia el polo sur no era realmente una isla sino un continente distinto.
Los "patagones" y otras poblaciones aborígenes
Sagarra recuerda cómo, antes de la expedición de Magallanes, al menos en dos ocasiones se había navegado hasta la desembocadura actual del río de la Plata, entre Argentina y Uruguay.
Por lo tanto, fue rumbo al sur de ese punto donde se empezó a explorar un territorio que ya estaba poblado por civilizaciones, pero que entonces eran totalmente desconocidas para los europeos.
En mayo de 1520, la expedición llegó a la bahía de San Julián, en la costa atlántica argentina. Aquella parada le sirvió a la tripulación para tener su primer encuentro con población aborigen de aquel "nuevo mundo": los tehuelches.
"Un día en que menos lo esperábamos se nos presentó un hombre de estatura gigantesca (?). Este hombre era tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura", relató el cronista de la expedición, Antonio Pigafetta.
Los europeos quedaron tan sorprendidos por el enorme tamaño de los pies y las huellas de aquellos nativos, que durante muchos siglos se creyó que a eso se debía el nombre con el que decidieron llamarlos: patagones.
De hecho, según Sagarra, en las crónicas se cuenta que encontraron un fémur tan grande que lo recogieron como regalo para el emperador español Carlos I aunque nunca llegó a su destino.
Sin embargo, pese a lo extendido de la teoría que vincula a los patagones con el tamaño de sus pies, lo cierto es que el origen de la palabra pudo estar realmente en un libro español titulado "Primaleón".
"Magallanes, como muchos personajes de la época que sabían leer o escribir, era aficionado a novelas de caballerías. En una de ellas, el personaje principal era un gigante llamado Patagón, que fue quien le vino a la cabeza en aquel encuentro", explica Alfredo Mayorga, historiador de la universidad de Magallanes en Chile.
Sea como fuere, de lo que nadie duda es que este inédito encuentro entre poblaciones fue el que bautizó como Patagonia a aquella región.
Aunque hay otro hecho que pasa más inadvertido y que fue igualmente histórico, le dice Mayorga a BBC Mundo: tras este encuentro se produjo "la primera retención forzosa o secuestro por parte de una expedición europea sobre aborígenes de esta parte del continente".
Los pingüinos magallánicos y otros animales
Aquel encuentro con los patagones sirvió también a los expedicionarios para ver una especie animal por primera vez.
En su diario, Pigafetta describe un animal "que abunda en el país" y cuya piel es utilizada por la población para fabricarse capas y calzado.
"Este animal tiene la cabeza y las orejas de mula, el cuerpo de camello, las piernas de ciervo y la cola de caballo, cuyo relincho imita", escribió.
El cronista se refería a los guanacos, un mamífero de la familia de los camélidos similar a la llama que solo se encuentra en Sudamérica.
Cinco meses después, en su llegada al estrecho, la tripulación avistó asombrada cuatro islas repletas de lo que describieron como "extraños gansos".
"Después de un viaje tan largo desde Europa, los tripulantes vieron ahí una forma de llenar su despensa con algo nuevo. No solo de carne de ave, sino también de huevos", relata Mayorga.
Hoy, esos animales son conocidos como "pingüinos de Magallanes" y dos de aquellas islas chilenas (Magdalena y Marta) forman el área silvestre del Monumento Natural Los Pingüinos.
Otros animales que ayudaron a la tripulación a variar su menú fueron las especies que encontraron en lo que llamaron "puerto de las sardinas", que correspondería a la actual bahía Fortescue en Chile.
También quedaron asombrados por los peces voladores, aquellos animales que se lanzaban contra sus naves y que tampoco dudaron a la hora de aprovechar como sabroso alimento en el cabo El Deseado, en la Antártica chilena.
Antes, en Puerto Deseado, Magallanes vio lobos marinos por primera vez. También avistaron manatíes, orcas, ballenas o tiburones.
"Estos peces poseen varias hiladas de dientes formidables, y si desgraciadamente cae un hombre al mar, lo devoran en el acto", describió Pigafetta sobre estos últimos.
Ya en el Pacífico, en las islas de las Especias (hoy islas Molucas de Indonesia) a las que ansiaban llegar, la tripulación descubrió en 1521 unas aves de vivos colores que los nativos llamaban bolon dinata (pájaros divinos). Hoy en día, las conocemos como aves del paraíso.
Apio y otras plantas y especias
La expedición quería abrir una ruta comercial por Occidente con aquellas islas para conseguir estas exóticas plantas aromáticas que entonces eran casi tan preciadas como el oro.
Tras su llegada a las Molucas, la tripulación cargó los barcos con especias como clavo, canela, nuez moscada, canela o jengibre.
"Allí van a contactar directamente, que era el sueño que se perseguía desde 1492 y que estaba pendiente, con la producción de las especias a pie de puerto, a pie de factoría", destaca Sagarra.
Pero antes, la expedición ya había hallado otras plantas cuyas valiosas propiedades ni siquiera conocían.
Por ejemplo, poco podía imaginar que cuando recogieron apio dulce en la zona de cabo El Deseado en 1520 les ayudaría a enfrentar el escorbuto, una enfermedad muy común entre marineros.
Según Mayorga, "estos hombres, sin saberlo, estaban consumiendo un alimento que seguro les ayudó a mitigar los efectos del escorbuto, que tiene que ver con la carencia de vitamina C".
En el estrecho también les llamó la atención la corteza aromática del ciprés de los canales, a la que se dice que le prendían fuego para obtener un agradable olor.
Ese árbol pasó después a ser muy conocido por sus propiedades de soportar la humedad sin pudrirse y comenzó a utilizarse, por ejemplo, para fabricar postes de separación de campos ganaderos.
También durante el viaje conocieron otros productos como la resina del árbol de la laca que crece en el este de Asia y que hoy sirve como ornamento de muebles y delicados objetos.
¿Descubrimientos?
Nadie pone en duda que esta hazaña marítima trajo consigo un cambio drástico en la manera en que el mundo en general, y los europeos en particular, pasaron a ver el planeta a su alrededor.
"No hay nada comparable a esta expedición en envergadura de impacto de cambio de visión hasta que ocurre la primera vuelta al mundo por el espacio de Yuri Gagarin", afirma Sagarra.
Mayorga cree que "se genera una nueva conciencia de mundo. El paso interoceánico conecta Atlántico y Pacífico, pero también aquel viejo mundo con esta otra parte que no se conocía, y que vino a completar la imagen del planeta".
Una duda habitual en torno a estas realidades que los europeos se encontraron por primera vez en su viaje es si es adecuado denominarlas "descubrimientos".
"Esa duda generó mucho pensamiento, ya que las pruebas arqueológicas dan cuenta de que aquí hay presencia del ser humano muchos años atrás", reconoce Mayorga.
Por ello, el historiador chileno cree que hablar de descubrimiento "es casi como borrar de un plumazo lo que existía antes", por lo que en sus exposiciones evita usar esa palabra o el término "hallazgo".
Desde el otro lado del charco, sin embargo, la española Sagarra asegura que si se utiliza el término "descubrimiento" con naturalidad, es porque es el concepto que existe en todos los documentos históricos.
"No es porque pensemos que no había ya gente. Pero para alguien que nunca estuvo allí, es un descubrimiento, no supone otro tipo de valoración", afirma.
"La idea que recoge el descubrimiento es que era algo que nadie podía imaginar que existía, viendo las cosas sobre lo que nosotros sabíamos de esas regiones. Pero la propiedad de miras es de cada uno de los mundos, tú no te haces cargo de lo que puede suponer el otro", explica.
De cualquier modo, Mayorga cree que "al final, lo importante es que un grupo de personas de una parte del mundo conoció la existencia de otra y quedaron conectadas".
"En efecto, Magallanes demuestra que la Tierra es redonda, que se puede comerciar por otras vías y que, de algún modo, todos estamos involucrados con todos", coincide Sagarra sobre una de las aventuras más apasionantes de la historia.