En una jornada clave, la investigadora del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), Josefina Araos, advierte que “si la derecha moviliza poca gente, se confirma su caída libre y la deja en un lugar muy difícil para enfrentar la primera vuelta”.
En ese sentido, al analizar la campaña de las primarias presidenciales de Chile Vamos, la historiadora de la Universidad Católica, en entrevista con T13.CL, afirma que hubo una debilidad en las propuestas de los cuatro candidatos -Joaquín Lavín (UDI), Ignacio Briones (Evópoli), Sebastián Sichel (independiente) y Mario Desbordes (RN)- y que en los debates se les vio derrotados.
—¿Qué se juega Chile Vamos en la elección de este domingo y qué tan relevante puede ser el número de personas que congreguen para delinear su futuro?
—Uno siempre puede partir con prevenciones como del tipo que es fin de semana largo, que son las primarias, que puede haber mucho temor por la figura de (Daniel) Jadue, en fin, hay miles de razones por las que uno podría decir que no habrá tanta votación en la derecha. Pero más allá de todos los alcances, si la derecha moviliza muy poca gente, se confirma su caída libre y la deja en un lugar muy difícil para enfrentar la primera vuelta presidencial.
—¿Qué significaría muy poca? La derecha ya se ha puesto el parche antes de la herida al decir que no convocarán al millón y medio de personas de 2017 e incluso ven complejo los 800 mil de 2013.
—Va a ser inevitable la comparación con la primaria de Apruebo Dignidad, porque además está la disputa sobre si la identidad política del electorado está volcada hacia la izquierda o no. La mayoría ha ido diciendo que sí desde el triunfo del Apruebo y luego con los resultados de mayo, pero si la diferencia es demasiado grande respecto de Apruebo Dignidad es una confirmación definitiva. No tiene ningún sentido plantearse de hecho que puedan convocar lo de las primarias anteriores. Ahora, desde el estallido en la derecha hay dos almas en disputa: la derecha atrincherada que dice que caímos en este desierto, porque abandonamos la defensa de nuestras ideas. Esa es una derecha endurecida que además sigue creyendo que el malestar es invento de la izquierda y, por otro lado, una derecha que quiere plantearse frente al malestar con una propuesta de cambios sustantivos desde su propia identidad. Los candidatos de esta primaria -cada uno a su manera- está tratando de reivindicar esa alma de cambios sustantivos. Y que fracasen en la movilización de su electorado es grave porque muestra que no han logrado convencer en torno a esa propuesta de cambio. Si este domingo es demasiada la diferencia con Apruebo Dignidad, la interpretación será que Chile se ha izquierdizado.
—¿Ves con miedo a la derecha? En el sector dicen que cuando la derecha se asusta, se une, y desde ese prisma, creen que el escenario desfavorable o esa tendencia hacia el progresismo se puede revertir…
—Claro, esa idea surge a partir de la historia de la derecha chilena, pero tiendo a pensar que ahora la historia es muy distinta, porque lo que ha gatillado su crisis no fue un proyecto político revolucionario o alternativo que despertara el temor de la derecha y la unificara sino un malestar ciudadano y demandas de la ciudadanía por transformaciones. Entonces, este temor que vuelve a aparecer en la derecha no ha logrado esta vez unificarla en torno a ese temor sino que, de hecho, se ha dividido. Lo que te decía: esta derecha que se quiere articular en torno al miedo y la derecha que quiere decir ‘este Chile que demanda cambios puede tener una derecha con algo para ofrecer’. Y que no sea finalmente -como dicen los atrincherados- rendirse a las banderas de la izquierda.
—Joaquín Lavín planteó la inquietud de que la derecha fuese a votar por Gabriel Boric en una suerte de voto anticomunista. ¿Lo ves posible? Analistas como Francisco Covarrubias han dicho que eso ya fue planteado en la elección Zaldívar Lagos y que ocurrió, pero muy menormente...
—Es posible, porque este escenario es súper distinto al que me mencionas. En los últimos 30 años nunca un candidato del Partido Comunista (PC) había sido tan competitivo y el contexto parece ayudarlo. El mismo PC lo sabe muy bien, sabe que estos tiempos los favorecen como nunca y por eso está dispuesto a levantar un proyecto propio creyendo que puede capitalizar con propuestas de transformaciones radicales. Pienso que Boric puede movilizar por temor a Jadue, pero también por lo que logra el mismo Boric, que, pese a que se vinculó al Partido Comunista, sigue haciendo guiños a la centroizquierda. Yo creo que para la derecha puede ser más interesante ir a votar por Boric para que no gane Jadue, porque, además, ninguna candidatura de su sector lo movilizó. Muchas personas de derecha pueden decir ‘voy a esperar a la primera vuelta y ahí voto por el que se salga, pero la verdad es que hoy no me moviliza ninguno de los cuatro’. Y pasa también que los cuatro candidatos en los debates parecían derrotados, se siente este escenario crítico en el que están.
—Dicen que uno de los que más ha resaltado como candidato en estas contiendas -derecha o izquierda- es Gabriel Boric. Tú compartes con él la generación, ¿hay un gancho en su discurso en el joven de derecha o centro con el tema de la generación, es decir, la coronación de estos jóvenes que en 2011 pidieron cambios profundos?
—Es difícil saber, tendríamos que desagregar mucho al electorado de derecha. Pero lo cierto es que todo se vuelve más complicado porque en esta primaria no está la centroizquierda, entonces, en ese sentido, Boric sabe muy bien que puede atraer gente a la primaria no necesariamente porque sea su candidato final sino porque hay un ambiente de alta politización y que ellos digan ‘me parece más atractivo votar por Boric aunque en la primera vuelta yo voy a votar por el candidato de la centroizquierda o eventualmente por el de la derecha’. Boric es una opción más atractiva generacionalmente tanto como oposición a Jadue, como opción ante la debilidad de las propuestas de la centroderecha, y con la ausencia de la centroizquierda. Boric sabe eso y por eso ha jugado este papel de enfatizar mucho sus convicciones democráticas distanciándose de Jadue, aunque sean de la misma coalición, que esa es la gran paradoja.
—¿Cómo influye en el escenario para la derecha que gane Boric o Jadue? Analistas han planteado que es más difícil incluso ganarle a Boric en primera vuelta que a Jadue...
—El escenario es aún más incierto, porque falta la centroizquierda y que termine por definir quién será su candidato y con qué fuerza llega. Si se fortalece, por ejemplo, una figura como Yasna Provoste, puede ser muy competitiva. Respecto de cuál de los dos es más difícil de superar, también es complejo. Jadue tiene el techo histórico del PC y por eso algunos dicen que es más fácil ganarle, pero por algo también despierta temor porque se sabe que hoy un candidato del PC es más competitivo que nunca. De buenas a primeras tiendo a pensar que Boric es más competitivo y que es más fácil que el PC alcance un techo. Pienso que Boric puede ser un candidato más atractivo y quien es más difícil de competir. Pero de nuevo: todo es muy incierto.
“Sichel es el candidato de una derecha más dura”
—¿Compartes esa sensación política de que el competidor más directo de Joaquín Lavín es Sebastián Sichel?
—Más allá de los que digan las encuestas, Sichel lo que ha logrado -más allá de si uno le cree o no- ganar espacio con la imagen de la novedad, el nombre nuevo, esta figura que viene libre de las identidades tradicionales de la derecha. Juan Pablo Luna ha sostenido que el clivaje hoy es elite versus pueblo y de rechazo muy fuerte a la clase política tradicional. En ese sentido, la figura de Sichel, y a lo que él apostado, que es su biografía, atrae mucho en este ambiente de crisis de los partidos tradicionales. Eso explica la competitividad que él ha alcanzado, pero, al mismo tiempo, es el candidato del Piñerismo, por más que se niegue. Esta idea de que detrás de él está Andrés Chadwick y Andrés Allamand y que, además, Sichel es el candidato de una derecha más dura, más defensora del modelo, es decir, esta derecha asustada podría estar votando por Sichel.
—¿Ve una crisis de identidad en la derecha?
—Hay una crisis de identidad en la derecha, sin duda. Guillermo Pérez, un colega mío, lo decía así: pareciera que la derecha está en una falsa discusión entre sus convicciones y el contexto actual y la necesidad de reformas, como si tuviera que elegir. Como si ser fiel a las convicciones o a las bases de su identidad implicara tener que renunciar a una agenda de transformaciones, como si esa agenda fuera patrimonio exclusivo de la izquierda. Esa crisis de identidad no solo se ve en la derecha atrincherada sino en quienes están del lado de esta derecha que quiere proponer transformaciones, pero que tampoco encuentra su lenguaje. Es problemático que Lavín haya encontrado en la socialdemocracia el concepto para definir lo que él quería representar. O Desbordes, que quedó casado -y va a tener que cargar con eso- con la agenda del retiro del 10% que distanció a muchos. ¿Cómo te logras distanciar del gobierno de Piñera o de quienes niegan el malestar porque dicen que es un invento de la oposición sin renunciar a tu lenguaje, a sus referencias, a tus principios? Ese es el desafío en el que está la derecha y que es difícil de resolver, porque por mucho tiempo las referencias dominantes fueron las de un economicismo que no tiene respuestas para enfrentar lo que ocurre. Es un momento de incertidumbre que es difícil de resolver, es un trabajo a largo plazo enfrentarlo. Es terrible, porque en medio de eso hay elecciones parlamentarias y presidenciales.
—Entonces que Sichel consolide su liderazgo con una buena votación o con un triunfo, ¿puede agravar la crisis de identidad de la derecha?
—Tiendo a pensar que solo confirma la crisis. Habrá que ver qué hace Sichel luego del domingo. Se supone que se ponen a trabajar todos juntos al día siguiente y, en ese sentido, Sichel va a tener que moderar esta idea de que él no es de la derecha y que está haciendo una agenda de centro que no es de derecha. Sichel es una representación de lo que está pasando en todo el espectro político respecto a la entrada de las figuras independientes que, por un lado, es muy importante abrirles espacios -la gente los demanda-, pero que, por otro, estas figuras, para entrar en la política, tienden a reforzar la desconfianza de la clase política. Esto no solo lo dice Sichel sino figuras como la Lista del Pueblo que piden ‘déjennos participar como independientes, no como partidos, porque los despreciamos’. Eso es súper problemático, porque así como los partidos tradicionales están obligados a pensar cómo le abren espacio a nuevas fuerzas políticas, estas nuevas fuerzas deben ayudar a fortalecer las instancias de mediación, porque no tenemos otras; no hay democracia sin partidos políticos.
—¿Cómo se repone el sector de esta crisis en torno a las ideas de la centroderecha? En el contexto de que en la Convención Constitucional hasta ahora no juegan un rol relevante y que hay bajas expectativas respecto a los resultados de la parlamentaria...
—En lo inmediato, dentro de la Convención la derecha va a tener algo que aportar en la medida que no se atrinchere y no identifique su rol con figuras testimoniales que solo hacen ruido; que genere alianzas. La derecha es minoría, pero al mismo tiempo la izquierda de la Convención es particular, está compuesta no solo por su ala tradicional sino por grupos nuevos como la Lista del Pueblo o los independientes y no se ve con claridad el tipo de alianza que están generando. Se pueden ir generando alianzas inesperadas al interior de la Convención, no necesariamente en la lógica izquierda-derecha sino que se pueden producir encuentros entre personas de izquierda y de derecha en función de algunas coincidencias como el respeto a las reglas acordadas, en la instalación de una Convención que no intente cooptar las atribuciones de otros poderes, el respeto del Estado de Derecho, entre otras. Tiendo a pensar que no solo serán convencionales que se abran a reformas sustantivas, importantes, sino también a encontrarse quienes están preocupados de cuidar en las formas y en el texto un trabajo constitucional democrático. Solo de esa manera creo que podrá influir la derecha: creando alianzas.