La militante del Partido Comunista y actual ministra secretaria general de Gobierno, Camila Vallejo, encabeza la nueva portada de la revista Velvet.
En conversación con el citado medio, la ex dirigente estudiantil habló de cómo fue su adolescencia; de cómo ha sido su vida política y amorosa, y también sobre su vida como mamá.
Cuando adolescente, asegura, “fui estudiosa, aunque sí tuve mi etapa de calle en La Florida, con amigos hiphoperos, en la época en que caminábamos una hora para llegar a una fiesta. Después en la universidad viví en reuniones, puntos de prensa, asambleas, en fin. En ese tiempo renuncié a muchas fiestas y carretes que amigos y amigas de mi generación tenían. Mi exposición pública me limitó, perdí ciertas libertades”.
En relación a su carrera en la política, Vallejo se sinceró, apuntando a que dudó en algún momento de tener una relación amorosa estable.
“Cuando entré al Congreso y me separé del padre de mi hija dije: ‘No tengo por qué ser el ejemplo de militante, el ejemplo de dirigente, el ejemplo de parlamentaria, de madre, de pareja, el ejemplo de todo. Tengo que buscar mi propio equilibrio’. Y ahí tuve un respiro. El feminismo me ayudó mucho a desprenderme de las culpas, también en mi maternidad (…) He superado mis umbrales de intensidad, pero no soy un robot. No soy una máquina. Soy un ser humano que tiene vida y que tiene derecho a disfrutar de ella”, aseveró.
Añadió: “Pensé que nadie iba a querer tener una relación estable con una mujer joven, en política, tan expuesta como yo, con una vida intensa y con una hija. Lo asumí y dije: está todo bien, voy a disfrutar, voy a conocer hombres, pero olvídate Camila de tener una relación estable”.
En este punto, la ministra contó dónde conoció a su actual pareja, Abel, y cómo se fue enamorando de él.
“De repente conozco a Abel y todo dio un vuelco. Absolutamente todo. Lo conocí en un cumpleaños de un amigo en común, me lo presentaron a la pasada y no le presté atención ni conversamos. Y en otro momento llegó con un grupo de amigos al departamento que yo arrendaba. Éramos pocas personas, escuchando música y tomándonos un vino, y fue el momento en que pudimos conversar, en el balcón de ese departamento. Me hacía preguntas con genuino interés y curiosidad. En un momento dejé de escucharlo y pensé ‘yo a este hombre lo besaría ahora mismo’”, concluyó.