Donald Trump no alcanzó la fama con la presidencia de Estados Unidos, sino gracias a su rol como magnate inmobiliario, estrella de televisión y directivo del consorcio que lleva su apellido.

Por eso, algunos lo veían como el mandatario que defendería los intereses corporativos.

Pero ocho meses en la Casa Blanca han bastado para que su gremio, el de los altos ejecutivos, decida marcar distancia y dejarle solo.

Esta semana, tras lo ocurrido en Charlottesville y los comentarios de Trump sobre estos incidentes, directores de grandes compañías comenzaron a abandonar los consejos de asesoría empresarial del gobierno.

El presidente estadounidense había tardado dos días en condenar a los supremacistas blancos, que protagonizaron una marcha en esta localidad de Virginia contra la remoción de la estatua del general Robert E. Lee, héroe de los confederados en la guerra civil.

La manifestación tuvo un desenlace violento que incluyó un atropello a al menos una veintena de manifestantes de izquierda.

Estos habían asistido a mostrar su rechazo a una concentración a la que grupos neonazis, ultranacionalistas y miembros del Ku Klux Klan habían anunciado que irían.

El conductor del automóvil acabó el sábado con la vida de Heather Heyer, una mujer de 32 años, y dejó 19 heridos.

Trump condenó estas acciones el lunes, pero al día siguiente añadió que "ambos bandos tenían la culpa", ya que las dos partes habían actuado con "violencia".

Desbandada

Los empresarios que forman parte de los consejos de asesores de la Casa Blanca han sido desde un principio blanco de miradas y presiones cada vez que el presidente desata alguna de sus frecuentes polémicas.

El CEO de Tesla, Elon Musk, y el antiguo director de Uber, Travis Kalanick, se retiraron de estos consejos después de que el gobierno tomara decisiones como abandonar el tratado de París o endurecer los visados a inmigrantes.

Como en ocasiones anteriores, algunos ejecutivos intentaron evitar que esto se convirtiera en una crisis de imagen que les obligara a adoptar una posición.

Pero para otros, la equiparación que Trump hizo de ambos bandos activistas fue la gota que colmó el vaso.

Coincidencia o no, los primeros y más contundentes en sus reacciones fueron directivos que pertenecen a colectivos que tradicionalmente han sido objetivo de los movimientos supremacistas blancos y neonazis: afrodescendientes y judíos.

Ken Frazier, CEO de Merck

Cuando Ken Frazier asumió en 2011 las riendas del gigante Merck, se convirtió en uno de los primeros afroestadounidenses al frente de una gran farmacéutica.

Un gran logro para el hijo de un conserje criado en un humilde hogar de Filadelfia.

Graduado en Derecho por la Universidad de Harvard, Frazier consiguió escalar en Merck defendiendo a la compañía en casos peliagudos.

Lo que no le impidió hacer tiempo para defender y conseguir la libertad de un estadounidense de raza negra que llevaba 19 años en el corredor de la muerte en Alabama.

Bo Cochran había sido condenado a pena de muerte por el asesinato de un hombre blanco en 1976 pese a la falta de evidencias.

De los 12 miembros del jurado, 11 eran blancos por lo que la sospecha de un prejuicio racista siempre había estado presente.

Hasta que Frazier se puso al frente de un equipo de abogados voluntarios y le consiguió un juicio justo.

Con estos antecedentes, no es de extrañar que haya sido el primero en renunciar a asesorar a Trump en el Consejo de Manufactura, después de lo sucedido en Charlottesville.

"La fortaleza de nuestro país surge de su diversidad y las contribuciones hechas por hombres y mujeres de diferentes creencias, razas, orientaciones sexuales y creencias políticas", aseguró en un comunicado publicado en la cuenta de Twitter de la firma a primera hora del lunes.

"Los líderes estadounidenses deben honrar nuestros valores fundamentales rechazando de forma clara expresiones de odio, intolerancia y supremacía de grupo; lo que va en contra del ideal estadounidense de que todos hemos sido creados en igualdad".

Frazier concluyó que como CEO de Merck y por "convicción personal", tenía como responsabilidad "oponerse a la intolerancia y el extremismo".

Un gesto al que Trump respondió con un tuit en el que aseguraba que el ejecutivo ahora tendría más tiempo para "bajar la estafa de los precios de los medicamentos".

Un comentario que, según algunos expertos han asegurado en varios medios de comunicación, habría terminado de convencer a quienes aún dudaban de si quedarse o retirarse de estos órganos de consulta.

Al poco tiempo, el director de la firma de ropa y accesorios deportivos Under Armour Inc., Kevin Plank, se unía a Frazier alegando que su compañía se "involucra en innovación y deportes, no en política".

Un día antes, Plank había asegurado que se encontraba "entristecido" por lo sucedido en Charlottesville y que "no hay lugar para el racismo o la discriminación en este mundo".

El tercero en renunciar fue el director de Intel Corp., Brian Krzanich.

"He dimitido para llamar la atención sobre el serio daño que nuestro dividido clima político está causando a asuntos críticos, como la seria necesidad de abordar el declive de la industria estadounidense", afirmó.

Dough McMillon, CEO de Walmart

Al día siguiente, los ánimos entre los miembros de los Consejos de Manufactura y los del Foro de Estrategia y Políticas estaban aún más caldeados.

Muchos de ellos hablaron con el columnista Andrew Ross Sorkin, quien dio su punto de vista al New York Times sobre cómo se vivió el motín corporativo desde dentro.

Sorkin, explicó que los directivos estaban molestos desde un principio, pero no pensaba que fueran a tomar medidas porque muchos "en privado, hablaban del miedo de que Trump fuera tras ellos en Twitter o porque tenían negocios con el gobierno...".

En este sentido, Frazier les sirvió de "gran líder", según el columnista: "¿Qué estaba en juego para él? Su mayor comprador de medicinas es el gobierno estadounidense".

Y, en efecto, fue atacado por el mandatario a través de esa red social.

Y aún así, no dio un paso atrás.

Pero fue el trato recibido por otro ejecutivo el que parece haber dado la estocada final.

El director de la cadena de tiendas Walmart, Dough McMillon, fue uno de los altos empresarios que trató de no romper lazos con el gobierno.

McMillon, que empezó a trabajar en la compañía descargando camiones durante los veranos de su adolescencia, publicó en la página de la firma un comunicado en el que lamentaba la respuesta de Trump ante los sucesos en Charlottesville.

"...Nosotros también sentimos que dejó pasar una oportunidad única y muy importante para ayudar a la unidad de nuestro país rechazando sin dudas las abominables acciones de los supremacistas blancos", escribió.

El ejecutivo no renunció a ningún consejo y más bien añadió que los comentarios hechos por Trump el lunes (en los que decía que el "racismo era malo") eran "un paso en la dirección adecuada" y que Estados Unidos "necesitaba claridad y consistencia en el futuro".

Un comunicado al que Trump calificó en una rueda de prensa de "declaración política".

Según las fuentes de Sorkin, una respuesta de este calibre a un mensaje "tan educado" sentó muy mal a los líderes corporativos, que decidieron celebrar una videoconferencia el miércoles.

Stephen A. Schwarzman, CEO de Blackstone

"El asunto moral era lo más importante", según el columnista. "Estaban genuinamente ofendidos"

Trump estaba por perder a uno de sus aliados más valiosos: Stephen A. Schwarzman, director de Blackstone, una de las mayores firmas de capital de inversión del mundo.

Schwarzman, republicano y nacido en una familia judía, fue uno de los pocos empresarios que apoyó a Trump cuando aún era candidato a las primarias.

Junto al directivo de la empresa financiera JP Morgan, Jamie Dimon, era uno de los que más presiones estaba recibiendo en estos últimos días.

El Director Ejecutivo presidía el Foro de Estrategia y Políticas y había sido quien convocó a muchos de los ejecutivos que lo integraban.

Tras la discusión, fue el encargado de llamar a Donald Trump para informarle de que los empresarios habían decidido disolver este órgano, según explicó Sorkin.

Tras enterarse, el presidente se adelantó al anuncio público y a través de un tuit aseguró que él había decidido eliminar ambos órganos de asesoría.

Larry Fink, CEO de Blackrock

Otros directivos, como Jeff Immelt de General Electric, habían anunciado su salida antes de la publicación de Trump.

Pero el más contundente parece haber sido Larry Fink, el director del fondo de inversión más grande del mundo, Blackrock.

Al igual que Schwarzman, Fink se crió en la fe judía. Fue uno de los fundadores del fondo en 1988 y bajo su dirección este se ha convertido en el mayor gestor de activos del planeta.

Antes de la videoconferencia, Fink había dirigido a su personal un manifiesto en el que no le tembló la mano.

"Desafortunadamente, después de los últimos días, he concluido que no puedo continuar participando en este foro con buena conciencia", redactó.

Para él, lo acontecido en Charlottesvile "no es nada menos que terrorismo doméstico".

"Ese racismo e intolerancia no sólo no deben ser condenados, sino que ha de hacerse de forma inequívoca".

Fink aseguró que Blackrock continuará contribuyendo en debates pero "en maneras consistentes con nuestra cultura y valores".

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