Las tarjetas de débito y crédito son hoy la forma más popular de pago en el mundo desarrollado, donde el plástico está reemplazando al efectivo gracias a nuevas tecnologías que facilitan su uso.

En Estados Unidos una encuesta de Gallup de 2016 mostró que solo el 24% de los estadounidenses usa efectivo para pagar la mayoría de sus gastos.

Y en Reino Unido los pagos con tarjeta superaron a los hechos con billetes por primera vez en 2014, una tendencia que siguió creciendo desde entonces, según la asociación Payments UK.

El caso extremo es el de Suecia, donde apenas el 1% del valor de todas las transacciones realizadas en 2016 se hizo con efectivo.

Los expertos coinciden en que el creciente uso de las tarjetas se debe, en parte, a la popularidad de los pagos contactless -o sin contacto- que permiten usar los plásticos apoyándolos sobre un lector, sin necesidad de firmar o ingresar un número de PIN.

Pero esta tecnología -y otras formas de pago todavía nacientes, como Apple Pay o Android Pay, que permiten pagar usando el celular- son apenas la punta del iceberg.

Lo que realmente permitió que el uso de tarjetas se hiciera masivo y destronara a los billetes fue un invento muy anterior, pero que revolucionó al mundo: la tarjeta con banda magnética.

Engorroso

Antes de que Forrest Parry inventara la tarjeta con banda magnética, en 1960, el uso de plástico como forma de pago era bastante engorroso.

El concepto había nacido diez años antes, gracias al estadounidense Frank McNamara, fundador -junto con Ralph Schneider- de Diners Club, la primera compañía de tarjetas de crédito del mundo.

Según la empresa, a McNamara se le ocurrió crear la tarjeta casi por accidente.

"Todo empezó con una billetera olvidada", explica el sitio oficial de Diners Club.

La historia cuenta que McNamara, un empresario, salió a cenar en Nueva York una noche de 1949 y casi se murió de la vergüenza cuando, a la hora de pagar, debió llamar a su esposa para que viniera a rescatarlo ya que había salido sin su billetera.

Poco después volvió al restaurante -el Major's Cabin Grill- con su socio Ralph Schneider y propuso pagar con una pequeña tarjeta hecha de cartón, en lo que pasaría a conocerse como la "Primera Cena" que abrió el camino a la multimillonaria industria de las tarjetas.

Pero volviendo a Forrest Parry, hasta que su invento vio la luz el uso de tarjetas de crédito requería de mucha paciencia.

El comerciante debía llamar a su banco, que a su vez llamaba a la compañía de tarjetas de crédito que debía revisar manualmente el nombre y el balance de la cuenta del dueño de la tarjeta.

Por eso, la incorporación de la banda magnética que permitió computarizar el sistema y dio un impulso enorme a la industria, según Tim Harford, autor de la serie de la BBC "50 cosas que hicieron la economía moderna".

La plancha

Sin embargo, la invención de Parry no hubiera sido posible sin la ayuda de su esposa.

El almacenamiento magnético había sido desarrollado durante la Segunda Guerra Mundial y en los años 50 expertos como el británico Alan Turing crearon las bases de datos informáticos.

El paso siguiente lo dio IBM, que logró codificar información y colocarla en una cinta magnética.

Forrest Parry era un ingeniero que trabajaba para IMB en Minnesota, EE.UU., y quería aprovechar esa tecnología y usarla para las tarjetas de crédito, agregándole la banda magnética al plástico.

Pero no encontraba la manera de adherirla. Probó todo tipo de pegamento y ninguno funcionó.

Algunos no eran lo suficiente fuertes y la banda se salía. Otros eran demasiado corrosivos y dañaban la data en la cinta.

Un buen día Parry, frustrado, volvió a su casa y encontró a su esposa Dorothea planchando. Ella le preguntó qué le ocurría y él le contó de sus intentos infructuosos.

Fue entonces que a ella se le ocurrió la idea de derretir la cinta sobre el plástico usando una plancha. ¡Funcionó! El calor era suficiente para unir ambos elementos sin dañar la información.

La incorporación de la banda magnética aceleró enormemente los plazos de las transacciones y abrió el camino para que el plástico se convirtiera en la forma favorita de pago de miles de millones de personas en todo el mundo.

El lado oscuro

Sin embargo, esta historia de éxito tiene una contracara: muchos estudios han comprobado que los seres humanos gastamos mucho más cuando podemos pagar con tarjeta en vez de usar efectivo.

Los expertos en comportamiento económico lo llaman "gasto sin fricción": psicológicamente, al no usar billetes, no nos "duele" pagar con plástico.

Si a esto se le suma las campañas agresivas de los bancos y compañías de tarjetas de crédito para sumar a nuevos clientes, el combo ha sido muy perjudicial para muchos.

Solo en EE.UU. las deudas por tarjetas de crédito superaron los US$950.000 millones en 2016, según las cifras de la Reserva Federal.

Algunos temen que la tendencia empeore en el futuro, cuando las tarjetas sean reemplazadas por formas aún más sencillas de pago.

Además de las apps para celular -un sistema de pago aún incipiente- los expertos vaticinan que en el futuro cercano habrá nuevas tecnologías aún más increíbles.

El sitio CreditCards.com considera probable que en los próximos 50 años las bandas magnéticas y los chips de las tarjetas sean reemplazadas por un "identificador físico 100% a prueba de robos, como el patrón de las venas de tus manos o incluso tu ADN".

"Es ciertamente posible que los adolescentes de hoy nunca lleguen a usar una tarjeta de crédito", señala el sitio, que se especializa en estos plásticos.

"Si la tecnología algún día torna obsoletas a las tarjetas de crédito, estas habrán cumplido con su misión de hacer que el intercambio de bienes y servicios sea lo más conveniente posible para el ser humano", concluye.

En esto coincide Tim Harford, quien afirma que "es difícil imaginar la economía moderna sin las tarjetas de crédito".

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