Los dioses de la tecnología nos están vendiendo a todos un futuro más brillante.
"Somos una comunidad global", dicen.
"Con la tecnología en nuestros bolsillos, podemos recuperar nuestras ciudades", prometen.
"No queremos ser parte del problema. Somos y seguiremos siendo parte de la solución", aseguran.
Pero la promesa de Silicon Valley de construir un mundo mejor se basa en desgarrar al que tenemos de hoy.
Ese desgarramiento es lo que llaman disrupción y a quienes la hacen se llaman disruptores, aunque la palabra no esté en la Real Academia de la Lengua.
La esperanza
De cerca, Silicon Valley se ve muy normal. Incluso un toque aburrido. ¿Qué es lo que hace de ese lugar una fuerza de cambio en todas nuestras vidas?
Probablemente un buen lugar para buscar la respuesta es Rainbow Mansion, o Mansión Arcoíris, "una comunidad intencional de personas que trabajan para optimizar la galaxia".
La mansión es el hogar de un montón de nómadas globales que han llegado a Silicon Valley para realizar sus sueños.
Por toda la casa hay gente trabajando para resolver alguno de los problemas más apremiantes del mundo.
"Estoy tratando de hacer la conversión de CO2 mediante la energía ultravioleta del Sol. Así se puede revertir el cambio climático... Químicamente, es totalmente posible", dice uno de los chicos.
"Nuestra hamburguesa hecha de plantas, utiliza una pequeña fracción de la tierra, el agua y las emisiones de gases de efecto invernadero que una hamburguesa tradicional", cuenta entusiasmada una chica.
"Somos exploradores, estamos descubriendo nuevos mundos", asegura otro.
Bill Hunt, en contraste, es un veterano: ya creó cinco empresas que vendió por US$500 millones. ¿Qué piensa él de la actitud de quienes acuden a Rainbow Mansion?
"Hay una mentalidad aquí que está muy centrada en la disrupción".
Ahí está. La idea más potente en la ideología del Silicon Valley. Ruptura.
"Se trata de pensar: ¿cómo nos deshacemos de esta industria o arquitectura o sistema anterior y encontramos una nueva y mejor forma de hacerlo?".
Rainbow Mansion recoge el sueño de Silicon Valley: la idea de que armado con un poco de tecnología y un pensamiento realmente puedes cambiar el mundo, mejorar radicalmente la vida de millones de personas.
Y los dioses tecnológicos la profesan con el mismo fervor: perturbar significa cambiar, y todo suena a esperanza.
Pero detrás de los ideales que apuntalan la disrupción alentada por Silicon Valley hay una realidad empresarial más tradicional.
Dinero duro y frío
Los start-ups llegan a Silicon Valley atraídos por otra gran industria: la del capital de riesgo.
Los financieros apuestan miles de millones de dólares en empresas jóvenes con la esperanza de encontrar otro Facebook o Google.
Pero la inversión tiene una consecuencia.
Los fundadores de las dos start-up más valiosos, Airbnb y Uber, han atraído miles de millones de dólares de capital de riesgo, a pesar de que Airbnb acaba de comenzar a obtener ganancias y Uber ha estado perdiendo miles de millones de dólares.
Quizás más que beneficios, los capitalistas de riesgo quieren ver el potencial de ganancias y eso crea una gran presión sobre estas empresas.
Tienen que demostrar que siempre están creciendo. La mantra de los start-up es aumentar el número de clientes.
Pero, ¿qué implica eso para la misión de Silicon Valley construir un mundo mejor?
El caso de Uber
Uber es la compañía de tecnología que ha recaudado más dinero de todas: más de US$16.000 millones.
No es una compañía de taxis. Es un nuevo tipo de red de transporte.
Tiene apenas ocho años y ya opera en más de 450 ciudades en 76 países.
¿Cuál es la verdad sobre el tipo de mundo que Uber está construyendo?
- Una visión
"La visión es dejar de lado la idea de que todo el mundo necesita conducir su propio auto donde quiera que vaya", señala Andrew Salzberg es el director de transporte de Uber.
"En sitios como Estados Unidos la abrumadora mayoría de los viajes son hechos por personas que conducen su propio coche, y eso tiene muchas consecuencias. No sólo en términos del número de vehículos que necesitan poseer, sino en la manera en que se diseñan las ciudades, la cantidad de fatalidades, el impacto ambiental".
Una expresión pura de la utopía de Silicon Valley.
¿Se trata de una empresa lucrativa o de una misión social?
"Obviamente estamos aquí para ganar dinero como un negocio privado. Pero a medida que empiezas a entrar en diferentes lugares y cambias la manera en que la gente usa los vehículos, entonces haces posible lo otro".
- Una realidad
En todo el mundo, los taxistas tradicionales han protestado contra Uber por subcotizar sus precios.
Es una disrupción clásica de Silicon Valley: destruir industrias tradicionales proporcionando una alternativa popular y barata.
Pero el costo social de esta disrupción va mucho más allá.
India es el hogar de más de mil millones de personas y el principal objetivo de Uber para su expansión global.
En Hyderabad se pueden ver las consecuencias humanas de la disrupción hecha en San Francisco.
Uber llegó prometiendo un nuevo tipo de trabajo flexible, que empodera a los conductores.
Sin ganancias y bajo una enorme presión de crecer para hacerle frente a un fuerte rival local, Uber publicó anuncios en vallas publicitarias y en la prensa, prometiendole a los conductores hasta US$1.400 al mes, unas cuatro veces lo que normalmente ganaban.
Como en India no muchos tienen auto, especialmente los posibles conductores de Uber, la compañía ofreció ayuda para obtener préstamos para comprar coches nuevos.
Así, el número de conductores fue aumentando pero el número de clientes no, por lo que las ganancias cayeron.
Y como ya no necesitaba tanto a los conductores, la compañía recortó los incentivos.
Para algunas familias, la vida cambió completamente después de que la promesa de Uber se convirtió en una pesadilla.
Mohammed Zaheer trabajó como taxista. Cuando Uber llegó a India se entusiasmó. Tomó un préstamo de unos US$11.000 para comprar un auto, pero poco después sus ganancias bajaron, como le ocurrió a muchos otros.
En 2015, Mohammed participó en una huelga de conductores de Uber por la caída de las ganancias.
Poco después se suicidó. Su cuerpo fue llevado a las oficinas de Uber. La compañía no respondió.
Otros dos conductores de Uber se han suicidado en Hyderabad.
Un ex ejecutivo de Uber que habló con la BBC en condición de anonimato, aceptó que "los conductores fueron engañados", pues no les advirtieron que sus salarios e incentivos podrían cambiar.
"Eso es realmente lo que le causó tanto dolor a mucha gente", agregó.
El mantra de Silicon Valley es que la disrupción siempre es buena. Que con los teléfonos inteligentes y la tecnología digital, se pueden crear servicios más eficientes, más cómodos y rápidos. Y que todo el mundo gana con eso.
Pero detrás de esa aplicación maravillosamente diseñada o de esa impecable plataforma, se está desarrollando una forma brutal de capitalismo que está dejando fuera a algunos de los sectores más pobres de la sociedad.
En una declaración, Uber dijo que su corazón estaba con Noorjahan y su familia. Que apoyó la investigación de las autoridades sobre este caso y continuará haciéndolo si así lo solicitan.
Aseguró que los conductores son la esencia de lo que hacen y que están comprometidos con mejorar su experiencia. Y que en India, está actuando de acuerdo a las lecciones aprendidas.
De vuelta en Silicon Valley
Los titanes tecnológicos han logrado persuadirnos de que no son como otras empresas, como las petroleras, los bancos o las grandes farmacéuticas, a las que sólo les importa el beneficio económico.
A las de Silicon Valley, en cambio, las inspira el propósito social de mejorar el mundo.
Los fundadores de Airbnb, por ejemplo, están conectando el mundo, no simplemente permitiendo que la gente ponga avisos para arrendar habitaciones.
Airbnb es un gigante mundial, valorado en alrededor de US$31.000 millones, pero no se ve como un gran negocio.
- Una visión
En la sede mundial de la firma en San Francisco, Chris Lehane, quien era conocido como "el maestro del desastre" por su manejo de escándalos como el del ex presidente de EE.UU. Bill Clinton con Monica Lewinsky, le explicó a la BBC su visión.
"Nos gusta pensar que somos un tipo diferente de empresa. La idea inicial de los fundadores fue que podías hacer dinero con lo que normalmente es tu mayor gasto: tu vivienda y eso sigue siendo cierto hoy en día".
"Más de la mitad de las personas que están en la plataforma son personas de ingresos bajos a moderados que la utilizan para cubrir los gastos básicos".
"La visión de nuestros fundadores era poder usar la plataforma para conectar a la gente con la gente".
"En el mundo actual, hay gente hablando de construir muros, cerrar puertas, poner barreras. Este es un lugar que está realmente centrado en el uso de la tecnología para ayudar a crear una sociedad abierta".
- Una realidad
Airbnb afirma que los únicos perdedores de su disrupción es la tradicional industria hotelera. Pero eso no es lo que se siente en Barcelona.
Los locales se quejan de que los alquileres en la ciudad están subiendo para todos pues los propietarios sólo piensan en los turistas.
El gobierno local está tratando de controlar el crecimiento del alojamiento turístico en la ciudad. Todas las propiedades de alquiler a corto plazo deben tener licencia.
Pero no sólo en Barcelona ha habido protestas de ese tipo. En otras ciudades del mundo los residentes también han expresado su temor por el aumento del costo de vida que Airbnb trae, que está desplazando a los locales.
El argumento clásico de los disruptores es que los reguladores, los gobiernos, los políticos elegidos, tienen que ponerse al día, cambiar sus políticas teniendo en cuenta la nueva realidad.
De hecho, Silicon Valley parece no tener muy buena opinión de los gobiernos en general. Eso es muy evidente cuando se trata de pagar impuestos.
En su patio trasero
Para tener una idea de la actitud de Silicon Valley a los impuestos qué mejor que ver cómo se comportan las firmas en su lugar de origen.
En el lugar donde que se encuentran Google, Apple, Facebook, las empresas pagan impuestos locales sobre la propiedad a una tasa del 1% del valor de todos sus edificios y equipos.
Larry Stone es el asesor del Condado de Santa Clara y su trabajo es calcular el valor de esas propiedades.
Señala que los gigantes tecnológicos tienden a no estar de acuerdo con lo que deben contribuir.
Una de las mayores batallas por impuestos la está librando Apple.
Cuando se complete, su nueva sede será la más impresionante en Silicon Valley.
Con una circunferencia de 1,6 kilómetros de largo, Apple Park será un Coliseo moderno.
"Nosotros decimos que el valor de la sede es de US$6.800 millones. Apple dice que vale US$57 millones", explica Stone.
"Están disputando el 99% de su valor".
Si la apelación de Apple tiene éxito en su totalidad, los US$68 millones de impuestos que las autoridades piensan que deben pagar se reducirían a poco más de US$0,5 millones.
Y Apple no es el único titán tecnológico que presenta apelaciones de impuestos a la propiedad local.
¿Qué repercusión puede tener esa actitud en la sociedad? Después de todo, con los impuestos locales se pagan las escuelas y otros servicios.
"En los años 50, 60 y 70, Detroit era la envidia del mundo. Hoy en día, Detroit está en bancarrota. Podríamos seguir el mismo camino si no resolvemos nuestra educación pública y nuestro compromiso con la comunidad como personas, como ciudadanos y corporaciones".
En todo el mundo, los gigantes de la tecnología han sido acusados de reducir agresivamente sus facturas de impuestos.
Pero la manera en la que tratan localmente estos temas dice algo sobre la cultura de estas firmas: el enfoque general siempre es tratar de minimizar el impuesto que pagan o intentar pasarse por encima a los gobiernos.
El riesgo de esta ola de disrupción
Por supuesto, la disrupción tecnológica no es nada nuevo
La energía de vapor, la electricidad, las líneas de producción destruyeron industrias que existían antes y obligaron a los gobiernos a cambiar.
El mundo sobrevivió, la vida mejoró.
Sin embargo, esta ola de disrupción no es como la última, porque tiene el potencial de desgarrar la forma en que funciona el capitalismo. Y nuestras vidas podrían transformarse completamente.
La política, al final, tiene que ser capaz de tomar el control de esta tecnología, asegurarse de que sea hecha a la medida de la sociedad, de que no satisfaga únicamente los intereses de unas pocas personas increíblemente ricas de la costa oeste de Estados Unidos.