Este jueves se estrenó el documental de Netflix "Antares de la Luz: la secta del fin del mundo" a casi 10 años del asesinato de un recién nacido que marcó a sangre la historia criminal de Chile.
Fue Antares de la Luz, nacido bajo el nombre de Ramón Castillo, quien logró convencer a un grupo de jóvenes —de alto estatus social— de integrar una secta para lograr el máximo nivel de espiritualidad.
Antares no solo cometió una serie de abusos de poder y sexuales en contra de los integrantes de su secta, sino que también los convenció que era la reencarnación de Dios y que debían matar al hijo recién nacido que tuvo con Natalia Guerra porque era el Anticristo.
La muerte del hijo de Antares de la Luz
Según detalla el libro "Cinco gotas de sangre: Historia íntima de Antares de la Luz" de la periodista Verónica Foxley, Natalia Guerra fue llevada a una clínica Reñaca y —en un parto no programado y sin controles previos— tuvo a su hijo y lo bautizó como Jesús. El bebé pesó tres kilos cuatrocientos ochenta gramos y midió cincuenta centímetros.
La joven no tenía ropa para el bebé y parecía despreocupada ante los ojos de una de las matronas del recinto, por lo que en la ficha médica anotó: "Se habla con la madre sobre la ropa del recién nacido y si desea visitarlo en nursery. No denota preocupación y manifiesta que nadie sabe de su presencia en la clínica".
Madre e hijo fueron dados de alta y dos días más tarde el bebé fue llevado a una clínica donde le realizaron los exámenes que, de manera obligatoria, se le realizan a todos los recién nacidos.
De esa forma, el equipo médico le tomó una muestra de sangre que permitieron contrarrestar el ADN de los restos hallados calcinados en la hoguera que prendieron los integrantes de la secta de Antares en Colliguay, una pericia que fue clave en el caso.
Huida y muerte del líder de la secta
Una vez que la policía comenzó a investigar el homicidio del recién nacido, Antares junto a otra integrante de la secta huyeron de Chile refugiándose en Perú. Una vez allí, y gracias a la cooperación de las policías peruanas, se logró determinar su paradero. Sin embargo, nunca llegaría a enfrentar la justicia.
Ramón Castillo optó por suicidarse en las ruinas de una casa abandonada en el Cuzco.