El pasado 21 de septiembre comenzó la primavera, una de las épocas del año favoritas para muchos, pero también un periodo en el que otros tantos sufren por la alergia.

Según explicó Mauricio Muñoz Llanos, director de Química y Farmacia de la Universidad Andrés Bello explicó que la principal causa de estos síntomas es la liberación de histamina, una sustancia que nuestro cuerpo produce en respuesta a alérgenos como el polen. 

“Las personas alérgicas sufren una respuesta exacerbada ante la liberación de histamina en el organismo, sobreactivando la respuesta del sistema inmune y generando entre otros cuadros recurrentes en esta época rinitis y/o dermatitis, además de poder gatillar cuadros asmáticos en pacientes susceptibles”, detalló Muñoz.

Para contrarrestar estos efectos, los especialistas suelen recetar medicamentos que se unen a los receptores de histamina en distintos tipos de células en el organismo, denominados antihistamínicos. 

Sin embargo, como todo medicamento, los antihistamínicos no están exentos de generar efectos adversos y de no ser correctamente indicados se puede hacer efectivo el dicho popular en que el remedio es peor que la enfermedad.

¿Cómo saber que antihistamínico usar para la alergia?

Lo primero y más importante de decir es que para cualquier medicamento primero hay que consultar a un médico. Sólo el especialista puede recomendar el uso de este tipo de sustancias.

Muñoz explicó que existen los antihistamínicos de primera generación, los de segunda generación y los de tercera generación. 

“Los antihistamínicos de primera generación incluyen compuestos como la difenhidramina y la clorfenamina. Estos fármacos son eficaces para aliviar síntomas, pero pueden causar somnolencia y afectar las funciones cognitivas y motrices, lo anterior porque tienen la capacidad de atravesar la barrera hematoencefálica y actuar en los receptores de histamina del sistema nervioso central”, enfatizó.

“Son útiles en casos puntuales, pero no se recomiendan para el uso diario, especialmente si se debe conducir o realizar tareas que requieran concentración. Por esta razón comúnmente también los encontramos en una serie de medicamentos antigripales de acción nocturna”, agregó.

En el caso de los antihistamínicos de segunda y tercera generación, como la loratadina, cetirizina y fexofenadina, “son fármacos más selectivos y menos propensos a atravesar la barrera hematoencefálica, lo que minimiza sus efectos sedantes por su acción en los receptores del sistema nervioso central”.

“Son adecuados para tratamientos a largo plazo y para personas que requieren mantener su rutina diaria sin alteraciones”, añadió. 

“En términos generales siempre la recomendación es que su uso sea producto de un diagnóstico médico, para determinar el medicamento más adecuado para su caso particular, evaluando los posibles efectos adversos o condiciones preexistentes del paciente como hipertensión, glaucoma u otro”, complementó el especialista. 

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