"La noche que murió Occidente".
Ese fue el título de portada del diario berlinés B.Z. tras conocerse el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el pasado 8 de noviembre.
La afirmación reflejaba una lectura que desde algunas partes de Europa se hace de las ideas que durante la campaña expresó Trump, quien puso en duda la relevancia de la OTAN, criticó el libre comercio, negó el cambio climático y prometió erigir un muro y endurecer las leyes para frenar el flujo de inmigrantes.
"Al salir Obama de la escena mundial, Ángel Merkel puede ser la última defensora del orden liberal de Occidente", tituló unos días más tarde un análisis el diario The New York Times, coincidiendo en destacar la crisis que aqueja al orden democrático forjado entre Estados Unidos y sus aliados europeos tras el final de la II Guerra Mundial.
Este domingo, Merkel anunció su intención de postularse a un cuarto periodo como canciller de Alemania y, al hacerlo, rechazó la idea de que a ella le correspondiera el solitario rol de mantener el liberalismo occidental con vida.
"Eso es grotesco, algo incluso absurdo", dijo a la prensa.
Sin embargo, una revisión de la situación de las distintas potencias occidentales revela grietas y dificultades por doquier.
Un orden en crisis
En Reino Unido, el triunfo del Brexit con una campaña basada en el rechazo a la Unión Europea (UE) y a la inmigración pone al gobierno de Theresa May en una posición difícil para liderar la defensa de las ideas de apertura e integración propias del orden liberal.
En Francia, crecen las opciones de que llegue al poder el ultraderechista Frente Nacional, cuya líder Marine Le Pen celebró como propio el triunfo del Brexit y anunció que, bajo su mando, el país abandonaría la UE.
Con el elevado nivel de desaprobación de la gestión del presidente socialista François Hollande, un aliado natural de Merkel en la construcción europea, no puede ser descartada la posibilidad de un triunfo de Le Pen en las elecciones presidenciales de 2017.
Los analistas franceses dan por hecho que ella logrará pasar a la segunda vuelta y solo dudan sobre si logrará vencer en esa segunda votación.
En Italia y España, la debilidad de los gobiernos del socialdemócrata Matteo Renzi y del derechista Mariano Rajoy reduce su margen de maniobra y su capacidad de proyectar hacia afuera la defensa de los valores de Occidente.
Austria, por su parte, se enfrenta a la posibilidad de elegir el próximo mes a su primer presidente de ultraderecha, mientras que los comicios parlamentarios de marzo en Holanda podrían llevar al poder al ultranacionalista Geert Wilders, quien ha hecho de la prédica contra el Islam su carta de presentación y quien también aboga por abandonar la UE.
En Hungría y Polonia, la derecha populista y euroescéptica ya está en el poder.
El factor Putin
Si durante la campaña, Donald Trump dejó en entredicho su respaldo a muchas de las ideas sobre las cuales se ha sostenido el orden liberal de Occidente, su aparente simpatía por el presidente ruso, Vladimir Putin, no mejora las cosas.
Sobre todo, en un momento en el que Rusia se muestra crecientemente asertiva en su enfrentamiento con las potencias occidentales en temas como la situación en Ucrania o la guerra en Siria.
Precisamente, Merkel ha jugado un papel clave en mantener a la UE unida en torno a las sanciones contra Rusia ante su anexión de Crimea y el apoyo que Moscú ha dado a los separatistas en el este de Ucrania.
Con Trump en la Casa Blanca no queda claro que esas sanciones vayan a poder mantenerse.
"Los desafíos que enfrentan las democracias occidentales cuando 2016 se acerca a un precario final son de una amplitud y una intensidad no vistas desde inicios de la década de 1980, cuando la Unión Soviética de Leonid Brezhnev estaban expandiendo su arsenal nuclear y reprimiendo al movimiento Solidaridad en Polonia", escribió en un editorial publicado este fin de semana por The Observer.
"La victoria de Trump y el riesgo de que gobiernos de extrema derecha en Holanda y Francia hacen de Ángela Merkel una figura fundamental para la supervivencia de los valores democráticos", apuntaba el diario británico.
Problemas en casa
Pero, Merkel enfrenta sus propios desafíos internos.
Aunque su popularidad se mantiene por encima de 50%, su decisión de abrir las puertas del país a quienes huían de la guerra en Siria y la consecuente llegada de un millón de refugiados al país en 2015 debilitó su imagen interna y dio alas a los movimientos nacionalistas y xenófobos.
De hecho, el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania ha logrado apuntarse numerosos triunfos electorales que le han permitido tener presencia en 10 de los 16 parlamentos regionales y parece encaminarse a lograr presencia en el Bundestag, durante los comicios legislativos del próximo año.
"Una persona sola nunca puede resolverlo todo. Sólo juntos somos fuertes. Así, yo quiero cumplir con lo que es mi deber como canciller", dijo Merkel el viernes pasado durante una rueda de prensa con el español Mariano Rajoy.
Sin embargo, las expectativas que están puestas sobre ella van mucho más allá.
Como resumió The Observer: "Sin la presencia de Obama para defender el orden liberal democrático, Merkel podría ser la última mujer en pie".