El 13 de noviembre de 2015 David Fritz Goeppinger vio la muerte de cerca. Pasó tres horas en un pasillo del Bataclan junto a una decena de rehenes y dos terroristas cargados de explosivos. Cinco años después, este franco-chileno relata en un libro su largo proceso de reconstrucción y sus cicatrices indelebles.

Plasmar en papel lo que vivió en la famosa sala de conciertos parisina fue un trabajo doloroso de varios años. "Es como volver a tatuarse sobre un tatuaje, duele", dice en una entrevista con la AFP este joven de 28 años que lleva grabado en su antebrazo en números romanos la fecha de esa noche fatídica.

Fue su psicóloga, a quien acudió para intentar superar el estrés postraumático, que le ayudó a dar el paso. "Me decía que lo mejor sería escribir para sacar esos recuerdos de mi memoria y ponerlos en una caja", cuenta el joven de cabello negro y largo, con barba candado y mirada vivaz.

Las palabras fluyeron desde el primer día. Era "como una evidencia". Y tuvieron un efecto liberador. "Mientras escribía sudaba, lloraba y a veces incluso gritaba", cuenta Fritz en su libro "Un jour dans notre vie" (Un día en nuestra vida), del grupo editorial Pygmalion, que sale en librerías en Francia este miércoles.

El título lo tomó prestado de una canción del grupo de rock francés Indochine. "Al escribir me fui dando cuenta de que el 13 de noviembre de 2015 no fue más que 'un día en nuestra vida'. Un día que alteró la existencia de una persona, de una familia, de un grupo de amigos, de una ciudad, de un país", explica este fotógrafo.

"Salvar mi pellejo" 

Fue uno de sus amigos quien le regaló una entrada para ir a ver a la banda de rock californiana Eagles of Death Metal en el Bataclan. "No tenía muchas ganas de ir, pero me dejé convencer", recuerda Fritz. 

La banda tocaba desde hacía tres cuartos de hora frente a una multitud exultante en una sala con capacidad para 1.500 espectadores cuando de repente estalló el horror. "Escuché un sonido seco, metálico, violento". Sus largas sesiones de viedojuegos le ayudaron a reconocer de inmediato el sonido característico del fusil de asalto AK-47.

"Era un horror indescriptible. Como si un huracán hubiera irrumpido en la sala devastando todo a su paso. El olor de la sangre mezclada con la pólvora era absolutamente asqueroso (...). Se escuchaban llantos, gritos de agonía, gente suplicando", cuenta, intentando exorcizar las imágenes de esa noche que aún lo acechan.

Separado de su grupo de amigos, buscó una salida de emergencia, pero sólo encontró una ventana abierta. En su escape desesperado se trepó y se colgó de ella. "Tenía la idea fija de salvar mi pellejo". Pero los siete metros que lo separaban del suelo frenaron su fuga.

Rápidamente fue tomado como rehén por dos yihadistas. Uno de ellos le apuntó con un arma en el pecho para que volviera a entrar a la sala. "Estaba convencido de que iba a morir", asegura, moviendo nervioso las piernas.

De repente, uno de ellos le preguntó: "¿Qué piensas de François Hollande?" (el presidente francés de entonces, ndlr.). "No pienso nada, no soy francés, soy chileno", le respondió Fritz, que nació en Pucón pero se crío en Francia.

"Cuando le dije eso, paró de interesarse en mí. ¿Quizás se dijo que yo no era el blanco que buscaban porque era hijo de inmigrantes? Es una pregunta que me atormentó durante mucho tiempo", dice a la AFP este chileno que obtuvo la nacionalidad francesa en 2017, más de 20 años después de haber llegado a Francia junto a sus padres.

 "¡Viví esto, mírenlo!" 

Salvo un intenso dolor de cabeza y unos mechones de su cabellera que se quemaron cuando los terroristas se hicieron estallar, David Fritz salió ileso del asalto relámpago que lanzó el grupo de intervención (BRI) poco después de la media noche. Al menos físicamente.

"Hoy me siento un poco mejor que antes pero el síndrome postraumático no se va así de la nada, hay días en los que te sientes bien pero de repente puede haber un ruido, un olor, y caes de nuevo en ese estado. El trauma se puede ir un poco más lejos pero sigue presente. Poco a poco aprendí a vivir con ello", dice este amante del rock que ha vuelto a ir a conciertos, pero siempre acompañado.

Sobre el juicio de los atentados de noviembre de 2015 previsto a inicios del próximo año y que dejaron en total 130 muertos y 350 heridos - los peores en la historia de Francia y reivindicados por el grupo Estado Islámico -, Fritz intenta "prepararse" psicológicamente desde ya porque sabe que será un período "difícil".

"Realmente no tengo expectativas, pero tendré la satisfacción de ver a esas personas que ayudaron a los terroristas, a los facilitadores, mirarlos a los ojos y decirles 'viví esto, mírenlo'. Quizás no les importe, no lo sé, pero para mí es importante hacerlo", concluye.

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