El jueves 4 de febrero de 2015, el Papa Francisco salió por la tarde a cambiar sus lentes a una óptica de la Vía del Babuino, en el centro histórico de Roma. Llegó en un auto, entró solo, le revisaron la vista y pidió que le mostraran un modelo simple “para no gastar” tanto. En eso estuvo no más de 40 minutos, los que bastaron para que la gente se reuniera afuera y se agolpara en las vitrinas causando un gran revuelo mediático.

Esta experiencia fue la confirmación de que las cosas habían cambiado para Jorge Bergoglio, que ya no puede salir a caminar con toda libertad por las calles, como solía hacerlo en Buenos Aires.

Eso es lo que “extraña” de su pasado, cuenta Sergio Rubin, uno de los hombres que más lo conoce. Rubin es especialista en temas eclesiásticos del diario argentino Clarín y autor de El Jesuita: Conversaciones con el Cardenal (2010), libro que escribió junto a Francesca Ambrogetti, tres años antes de que Jorge Bergoglio fuera elegido jefe de la Iglesia Católica. Su libro es considerado como la primera biografía del actual Pontífice, con quien tiene una relación muy cercana desde hace más de 25 años

En entrevista con T13 Semanal, Rubin cuenta sobre la rutina del Papa Francisco, los cambios que ha experimentado desde que llegó al Vaticano, las razones por las que no ha viajado a Argentina desde que asumió su pontificado y su visita a Chile.

-¿Cómo es la rutina del Papa desde que está en el Vaticano?

-Yo hago, por lo general, los viajes largos con él, pero no estoy en su día a día. Lo que puedo decir es que cuando se levanta tiene un largo momento de oración, toma desayuno y luego realiza la misa matutina en Santa Marta. La agenda más oficial la tiene en la mañana. Después descansa. No ha abandonado su siesta de media hora. Por la tarde tiene la actividad menos oficial.

En Santa Marta recibe a gente de manera más privada; él se acuesta y levanta muy temprano, como lo hacía aquí, en Buenos Aires. El sigue siendo madrugador y tiene un buen ritmo de trabajo. No sale de vacaciones: aquí se quedaba en el arzobispado y en el Vaticano, en Santa Marta, para aprovechar a leer un poco. Él es muy lector y muy conversador. No es que hable mucho, pero sí le gusta reunirse con gente y cambiar impresiones. Lo hacía en Argentina.

-Usted ha comentado que él era un outsider de la Iglesia. 

-Cuando hablo de outsider me refiero a que no era una persona que venía haciendo carrera en la Iglesia. Es jesuita y, en términos generales, no están en línea para ser obispos. Necesitan un permiso especial. En ese sentido, cuando en 1992 lo hacen obispo auxiliar de Buenos Aires, él estaba, casi me atrevería a decir, recluido en Córdoba, a 800 kilómetros de la capital. 

Por lo demás, esa característica de que es un hombre muy despojado, la sigue teniendo. Él vivía en la residencia del arzobispado, no tenía chofer y se manejaba con el transporte público. Por tanto, era una persona muy sencilla y parece que todo eso lo sigue manteniendo en Roma.

-¿Y cuánto ha cambiado el Papa desde que está en el Vaticano?

-Creo que lo que extraña es la libertad que tenía acá para caminar por todos lados. Si sale en Roma es un revuelo. Él echa mucho de menos esa oportunidad y libertad de desplazarse y verle la cara a la gente en la calle, como hacía en Buenos Aires. Y allá no lo puede hacer. Ha salido, pero para actos, para cosas muy contadas.

El Papa no tiene la libertad que tenía cuando era Cardenal. Quienes lo conocemos acá, decimos que sigue siendo la misma persona. Si se compara su actitud, austeridad y sencillez con la gente; su pensamiento, su concepción de la iglesia y del mundo, sigue siendo igual. Lo único que ha cambiado, claramente, es su extroversión, su sonrisa, que no la tenía en Argentina. No es que fuera una persona amarga, pero públicamente parecía más introvertido. 

Lo único que ha cambiado, claramente, es su extroversión, su sonrisa, que no la tenía en Argentina. No es que fuera una persona amarga, pero públicamente parecía más introvertido.
Sergio Rubin

-¿A qué se debe?

-Él dice que esa sonrisa que a todos nos asombró se la debe al Espíritu Santo. Hasta el tono con el que hablaba aquí era más monocorde. Ese aspecto exterior ha tenido un cambio realmente muy grande. Me acuerdo cuando hicimos el libro sobre él, nos costó convencerlo para que se sacara una foto para la tapa. No le gustaba la exposición y después nos costó para que esbozara una sonrisa. Y mira ahora las fotos que hay: es una sonrisa más elocuente. Antes públicamente no se veía eso.

¿De qué manera el Papa ha cambiado a la Iglesia en estos últimos años?

Lo que él ha dado es una imagen de mayor austeridad. Sobre todo en el espíritu con el que se hacen las cosas. Evidentemente, no se trata de vender el Vaticano y sus obras de arte, sino de vivir despojado. 

En algún momento él dijo que no le gustaba que se tuvieran autos lujosos. Son todos gestos exteriores, pero que tienen que responder a un espíritu interior. Yo creo que él está tratando de hacer una Iglesia menos centralista y más participativa, más colegiada. Y me parece que en eso se está avanzando. Se está viendo una mayor amplitud y universalidad de la Iglesia respecto a los cardenales.

-Algunas críticas apuntan a que no se ha avanzado en el tema de la lucha contra la pedofilia.

-Eso es un disparate. Porque cuando fue lo de Boston -el gran disparador de esta cuestión-, cuando se vio lo mal que lo había manejado la Iglesia no sólo allí, sino que en otras partes, en 2012, a partir de esa fecha, la Iglesia decidió tomar el toro por las astas y se fue elaborando un protocolo que hoy está muy definido, muy minucioso, sobre qué pasos se deben hacer ante la denuncia.

El Papa Francisco me parece que ha profundizado todo eso. Ha creado una comisión de tutela de los menores para prevenir, ha creado como norma que un sacerdote que no atiende debidamente una denuncia puede ser hasta quitado del ejercicio de su ministerio episcopal en una diócesis. Sin ninguna duda, ha ido profundizando todo esto.

-El Papa está adquiriendo gran protagonismo en América Latina con sus últimas visitas, pero ¿se traduce esta presencia en popularidad? 

-Lo que he visto en Italia y ahora en su visita a Colombia son muestras de muchísimo afecto. En Italia su popularidad está por las nubes. Colombia era un viaje muy difícil y, sin embargo, congregó multitudes. Anduvo muy bien. Eso no quiere decir que todo el mundo lo quiera.

-¿Qué arriesga el Papa, por ejemplo, visitando Argentina?   

-Que su figura pueda ser tironeada, que se le trate de explotar políticamente de un lado y otro o que un ánimo caldeado pueda desdibujar su visita. Hay que esperar que los ánimos se calmen un poco. No todos piensan lo mismo. Yo me inclino más por esto.

En la Araucanía "puede plantear cómo armonizar los reclamos"

-¿Qué se puede esperar de su visita a Chile?

-El Papa es un pastor y para los católicos, el vicario de Cristo en la tierra, por lo que se puede esperar que haya una revitalización de la Iglesia en Chile. El Papa Francisco, como todos, viaja para confirmar la fe a los fieles, a los católicos. Él tiene su propio sello, que es su mayor preocupación por los pobres, por los inmigrantes, por las comunidades aborígenes, en cuanto a siempre buscar el diálogo, ver la resolución de conflictos, ponerse en el lugar de cada uno y entre todos armonizar las demandas, que es siempre un llamado a la concordia.

-¿Qué retos enfrenta el Pontífice en este viaje?

-Como reto siempre está el revitalizar a la Iglesia. Yo leí allí algunas encuestas y cosas de Chile que la Iglesia no la tiene fácil. Algunos sectores la cuestionan. No es exclusivo de Chile. En todas partes el tema del secularismo es importante, la pérdida de religiosidad, la práctica religiosa. Se está viendo que en Chile es un tema ciertamente de interés. Me parece que el desafío es cómo hacer para que los católicos sumen un mayor compromiso.

-¿Qué planteamientos podríamos esperar del Papa en la Araucanía?   

-El tiene un encuentro con sectores de la comunidad y puede plantear cómo armonizar los reclamos. No sé qué va a decir el Papa en Chile, pero él va a estar en la Araucanía, donde ha habido problemas, tensiones y reclamos, algunos muy razonables y otros con expresiones violentas,

-Con el antecedente de pedir más diálogo por Bolivia, ¿no se puede esperar una declaración favorable a ese país?

-La posición de él en todos los conflictos es que haya diálogo. Llamar a diálogo a algunos no les gustará, les puede molestar. Es inevitable. Pero él tiene esa posición no respecto a Chile en particular, para perjudicarlo, sino que en todos los conflictos dice ‘dialoguen’. Lo dijo muchas veces como Cardenal. Me parece que el Papa tiene todo el derecho a invitar a la gente a dialogar. No tiene de manera alguna el deseo de molestar a alguien.

-El embajador de Chile ante la Santa Sede dijo al Papa que se abstuviera de referirse a la disputa abierta con Bolivia en La Haya. ¿Qué le parece?

-Lo leí, pero no sé si fue tan así. Ahora, yo creo que el Papa tiene perfectamente claro qué tiene que hacer, qué tiene que decir y que no tiene que decir. Y no sólo él, sino todo el Vaticano, hay todo un episcopado, hay un canal de información. Suele decirse que el Vaticano es uno de los Estados mejor informados en el mundo. No hace falta que nadie le diga qué tiene que decir y qué no.

-¿Cómo se lleva el Vaticano con Michelle Bachelet, tomando en cuenta la ley de aborto en tres causales promovida por su gobierno?

-La posición de la Iglesia sobre el aborto es histórica y clara y el Papa la ha mantenido siempre. Este proyecto ya fue votado, es ley, me parece que ya es parte de pasado. La Iglesia va a seguir sosteniendo que el aborto es un crimen, que es un homicidio, que está mal y que hay que tratar de evitarlo. Ahora, la Iglesia seguirá exhortando a los católicos e invitando a la sociedad a que eviten el aborto, haya ley o no.

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