Este viernes (4.3.2016), la compañía aeroespacial privada SpaceX volvió a poner un satélite en órbita, pero el cohete que lo llevó al espacio –la cápsula Falcon 9, sin tripulación a bordo– no aterrizó como se había planeado en la plataforma flotante que lo esperaba en el océano Atlántico, a 640 kilómetros de la costa de Florida. Esta es la cuarta vez que la empresa busca en vano que el primer segmento del cohete descienda de manera controlada sobre una estructura marítima. El único aterrizaje exitoso tuvo lugar en diciembre de 2015 sobre una base terrestre.

“El cohete descendió violentamente sobre la plataforma. No se contaba con que funcionaría; pero hay buenas perspectivas para el lanzamiento venidero”, explicó Elon Musk director ejecutivo de la compañía con sede en California. El objetivo de SpaceX es desarrollar cohetes que sean reutilizables para reducir considerablemente los costos del transporte espacial. Por lo general, los cohetes son concebidos para un solo viaje y terminan incendiándose o estrellándose en el océano tras el despegue. El satélite llevado al espacio por el Falcon 9 pertenece a la sociedad luxemburguesa SES.

SpaceX es la primera compañía privada que ha logrado un contrato con el Gobierno estadounidense para llevar a cabo este tipo de operaciones. La empresa tiene un contrato de 1.466 millones de euros con la NASA para realizar doce misiones de abastecimiento a la Estación Espacial Internacional (EEI). Estados Unidos retiró su flota de transbordadores en 2011 y perdió la capacidad para realizar viajes tripulados en un vehículo propio, por lo que ha dependido de las naves rusas Soyuz para enviar a sus astronautas a la EEI, con un costo de unos 64 millones de euros por vuelo. SpaceX tiene previsto lanzar su primera misión tripulada en 2017.

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