AFP-T13.cl

Y sucedió lo que parecía imposible: "Yo, Robert Mugabe entrego formalmente mi dimisión como presidente de la República de Zimbabue con efecto inmediato", declaró el presidente en el poder desde 1980, en un momento largamente esperado en ese país africano.

A pesar de negarse a renunciar estos últimos días, la presión de su partido, de los miembros del Parlamento, de las calles y de los militares pudo más que su ambición y terquedad. El miércoles 15 de noviembre Mugabe fue retenido en su domicilio por las fuerzas armadas y no hubo vuelta atrás.

Y es que Robert Mugabe había advertido una vez que iba a gobernar Zimbabue hasta cuando tuviera los 100 años, llevando al extremo la caricatura del déspota africano dispuesto a todo por mantenerse en el poder... Pero le fue imposible cumplir su promesa. 

Mugabe, el líder africano de 93 años, ha gobernado con mano de hierro desde que Zimbabue logró la independencia en 1980, en un país que arrastra una profunda crisis económica, con un 90% de su población desempleada, mientras el PIB del país se hunde. Millones de zimbabuenses ya han viajado a la vecina Sudáfrica, en su mayoría como inmigrantes clandestinos.

Conocido por sus lentes negros y por ser el presidente más longevo del mundo, a finales de 2016 anunció su intención de ser candidato en las próximas elecciones programadas para el 2018.

En 6 de noviembre despejó el camino al interior del partido gobernante, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico, destituyendo al ex vicepresidente, en medio de la "guerra" por la sucesión.

Así, su "número dos", Emmerson Mnangagwa, de 75 años y apodado "el cocodrillo", quedó fuera de competencia electoral. Las autoridades justificaron su medida aludiendo que "en el ejercicio de sus funciones se ha vuelto incoherente con sus responsabilidades oficiales".

Este martes, desde el exilio, insistió en que renunciara, medianteuna declaración difundida en la prensa. "Invito al presidente Mugabe a tener en cuenta los llamados lanzados por el pueblo para su dimisión de forma que el país pueda avanzar y preservar la herencia".

El héroe convertido en déspota

Hasta hace poco, Mugabe había afirmado, sin tapujos, que “solo Dios” podía apartarle del poder. No fue Dios, sino la presión al interior de su partido, que lo despojó de su liderazgo en el conglomerado; desde los veteranos de guerra y las calles, que pedían su renuncia definitiva.

Aunque partió con los militares, el golpe definitivo vino este martes desde el Parlamento de ese país que en una sesión extraordinaria, inició un proceso legal para su destitución, luego de que Mugabe no aceptara apartarse del poder

Aplaudido en 1980 como héroe de la independencia, el presidente detenido fue "un dirigente formidable pero el poder terminó degenerándolo al punto de que puso a Zimbabue de rodillas", resumió Shadrack Gutto, profesor de la Universidad de Sudáfrica.

Pero cuando Mugabe tomó el mando del país, recién surgido de la antigua Rodesia, una colonia británica donde gobernaba una minoría blanca, su discurso sobre la reconciliación y la unidad le valió elogios a nivel internacional.

El ex prisionero político convertido en un líder de la guerrilla llegó al poder después de que el gobierno de la minoría blanca se viera obligado a negociar, ahogado por las sanciones económicas y la amenaza creciente de la insurgencia.

Pero su brillo inicial no tardó en desvanecerse. El antiguo ministro de Relaciones Exteriores británico Peter Carrington conoció bien a Mugabe, durante las conversaciones que abrieron el camino hacia la independencia de Zimbabue.

"Mugabe no era nada humano", dijo Carrington a la biógrafa de Mugabe, Heidi Holland. "Tenía una especie de naturaleza reptil. Uno podía admirar sus capacidades y su intelecto (...) pero era una personas horrible y poco confiable", agregó.

En las últimas décadas de su mandato, Mugabe se recreó en un papel de antagonista de Occidente. Valiéndose de una retórica virulenta, responsabilizó en sus discursos a las sanciones occidentales de la aguda crisis económica que sufrió el país, aunque estas sólo lo afectaban a él y a sus colaboradores y no a toda la economía.

"Si la gente dice que eres un dictador (...) entonces uno sabe que están diciendo eso simplemente para manchar y socavar tu estatus, así que uno no debería prestarle mucha atención", afirmó en 2013, en un documental.

El tema de la sucesión fue un tabú que se extendió durante décadas, pero después de que Mugabe cumpliera 90 años, se abrió la veda y la élite en el poder se enfrascó en una lucha despiadada, que terminó con la destitución de su vicepresidente, Emmerson Mnangagwa. 

Grace, su segunda mujer, una ex secretaria, 41 años menor que él, que está entre los candidatos a sucederlo, dijo que incluso pasados los 80 años se levantaba antes del amanecer para hacer ejercicio.

Pero en los últimos años, Robert Mugabe sufrió más de un tropezón y algunas caídas en público. En otra ocasión pronunció un discurso equivocado para la apertura del parlamento.

Un católico marxista 

Mugabe, nacido el 21 de febrero de 1924, en el seno de una familia católica en la misión de Kutama en el noroeste de Harare, ha sido descrito como un niño solitario y estudioso, con un libro en la mano incluso cuando cuidaba el ganado.

Después de que su padre abandonara a la familia cuando él tenía 10 años siguió concentrado en sus estudios y a los 17 años tuvo el grado de profesor.

Inicialmente se identificó con el marxismo y durante su época estudiantil en la Universidad de Fort Hare en Sudáfrica se codeó con muchos de los futuros líderes africanos.

Después de ejercer como profesor en Ghana, donde quedó muy influenciado por el presidente y fundador del país, Kwame Nkrumah, decidió volver a Rodesia donde fue detenido en 1964 por sus actividades políticas.

Pasó 10 años en prisión. En ese tiempo pasó tres cursos por correspondencia, pero el tiempo encarcelado dejó sus huellas.

Su hijo de cuatro años, fruto de su primer matrimonio con la ghanesa Sally Hayfron, murió mientras estaba en prisión. El líder de Rodesia, Ian Smith, le denegó el permiso para asistir al funeral.

Pero tras décadas en el poder, la oposición en su contra comenzó a tomar fuerza. "Su verdadera obsesión nunca fue la riqueza personal sino el poder", dijo el biógrafo Martin Meredith.

"Año tras año Mugabe se mantuvo al mando mediante la violencia y la represión, cargando contra los opositores políticos, transgrediendo a los tribunales, pisoteando los derechos de propiedad, suprimiendo a la prensa independiente y amañando las elecciones", describió.

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