En Cerezales del Condado, un pueblo de apenas 30 habitantes en León, en el noroeste de España, hay un solo bar. Su nombre es Cantina y en él se venden, "casi de forma exclusiva", cervezas mexicanas.

Pero este elemento no es el único que la localidad le debe a la influencia venida del otro lado del Atlántico.

El sistema de aguas potables, la restauración de la iglesia, la ermita y el cementerio, la remodelación de la plaza y una avenida con 92 cipreses, entre otras obras, fueron pagadas por una fortuna hecha en México.

Aquí nació en 1917 Antonino Fernández, un emigrante de la postguerra civil española que llegó a ser director general del Grupo Modelo, la mayor cervecera del país latinoamericano, entre 1971 y 1997.

A Fernández, quien hasta su muerte continuó siendo presidente honorífico de la compañía, se le atribuye el impulso de una de sus marcas más conocidas, la cerveza Corona.

El empresario falleció el pasado 31 de agosto a los 98 años de edad. Hacía casi 70 que se había marchado a México.

"Procedía de una familia de agricultores y fue también policía local en León. Luego se casó con Cinia, una de las sobrinas de Pablo Díez, uno de los fundadores del Grupo Modelo, que también era de León, y se fue a trabajar a México. Era un 'currante'", le cuenta a BBC Mundo Pilar Infiesta, redactora del Diario de León.

Como en otros pueblos españoles, el benefactor de Cerezales es un "indiano". Así se conoce en el país europeo a quienes emigraron pobres a América Latina y regresaron -aunque fuera temporalmente- después de haber hecho fortuna.

En ocasiones, los indianos son vistos como figuras casi míticas que encarnan el sueño de quienes partieron -y parten- a "hacer las Américas".

Remodelación

Sus mansiones con jardines adornados con palmeras -un recuerdo quizá de su experiencia latinoamericana- salpican muchos pueblos, sobre todo el norte del país.

Algunos de estos emigrantes adinerados se convirtieron en mecenas y desarrollaron labores filantrópicas en sus lugares de origen. Fernández fue uno de ellos.

En su pueblo, en una calle nombrada en su honor, se encuentra la Fundación Cerezales Antonino y Cinia, un moderno centro de arte que ha albergado exposiciones de artistas como Richard Serra o Eduardo Chillida.

La sede ocupa las antiguas escuelas, que cayeron en desuso debido a la pérdida de población de Cerezales, donde en la actualidad solo hay dos niños.

"En algunas actividades de la fundación multiplicamos por seis, siete u ocho, los habitantes del pueblo", le dice a BBC Mundo Alfredo Puente, curador de la fundación.

"Nuestra actividad está muy ligada a una perspectiva que Fernández siempre mantuvo por haber tenido que dejar la escuela más pronto de lo que hubiese deseado. Y eso tiene que ver con que la escolarización en la zona en aquella época se acababa hacia los 13 años", agrega.

Quienes conocieron a Fernández, aseguran que su imagen pública no encaja en el estereotipo de ostentación con que a menudo se asocia a los indianos.

"Era una persona austera. No era el típico millonario que se exhibía con un yate, casas, ranchos… Era una persona muy discreta y sencilla", indica Infiesta.

"Sus aficiones eran León, México -porque siempre tuvo un corazón mexicano y tenía que agradecer a ese país toda su fortuna-, Dios -por decirlo de alguna manera-, e Isabel la Católica. Esa había sido también en cierto modo su pasión: canonizarla. Se gastaron mucho dinero en que ese proceso se abriera. No lo han conseguido todavía", agrega.

Sin embargo, la influencia de la fortuna de Antonino Fernández -quien falleció sin dejar descendencia- no solo afecta a Cerezales.

Ni es cosa del pasado como los legados de otros indianos.

Tras su muerte a finales de este verano -acaecida en Ciudad de México, a casi 9.000 km de León-, la prensa local se hizo eco de la cuantiosa herencia dejada por el empresario y de cómo su reparto puede influir en la zona.

"Ese tema lo llevan abogados en Madrid. Siempre han sido muy discretos. Alguno de los familiares, que no suelen hablar en público, ha dicho que serán US$200 millones o más", comenta Infiesta.

"Es un proceso que va a llevar seis o siete meses. Antonino tenía 13 hermanos. Entonces imagínate todos los sobrinos que derivan de esos hermanos (…). Se les había dado hace unos años una cantidad y ahora, según van abriendo el testamento, se va viendo que se ha acordado de todos. Las cantidades varían, pero a todos les corresponde algo", añade la periodista.

Pese al revuelo mediático, en Cerezales, la cuestión de la herencia se ve como algo lejano.

"El tema de la herencia es un tema de su familia. Son los únicos que lo pueden conocer. Nosotros no sabemos nada de eso (…). Para nosotros, lo que queda es su desprendimiento con el pueblo", le dice a BBC Mundo Maximino Sánchez, presidente de la junta vecinal.

"Hay varios sobrinos que tienen casa aquí y cuando están de vacaciones vienen. Pero aquí no queda familia de Don Antonino todo el año", agrega.

Sánchez también regenta el bar Cantina, cuyo nombre, apunta, es un homenaje al empresario hispanomexicano.

Y, asegura, sus inversiones en su pueblo natal fueron "su mejor herencia" en la localidad.

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