Por Thibauld Malterrre y María Elena Buchelli, de AFP
Abstención récord, dificultades para manejar una mayoría abrumadora pero heterogénea, una oposición que podría trasladarse a las calles. Son varios los desafíos a los que se enfrenta el presidente francés Emmanuel Macron, en posición de fuerza después de haber encabezado la primera vuelta de las legislativas.
Abstención récord
Más de uno de cada dos electores (51,29%) no votó en la primera vuelta de las elecciones legislativas del domingo, algo nunca antes visto en Francia en estos comicios.
"Estamos frente a una abstención récord y a un desmoronamiento en comparación a la participación en la primera vuelta de las presidenciales", que superó el 77%", indicó el politólogo Thomas Guénolé, que apunta entre las causas "una mezcla de resignación y de huelga del voto".
Para Jérôme Sainte-Marie, del instituto de sondeos Polling Vox, esta abstención se debe a "una forma de desconexión de una parte de los franceses, principalmente las clases populares pero también los jóvenes", que votan masivamente por la extrema derecha y la izquierda radical.
Estos grupos de electores quedaron "profundamente decepcionados tras las presidenciales", en las que salieron derrotados sus candidatos, Marine Le Pen (Frente Nacional) y Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa).
Para los opositores al nuevo presidente Emmanuel Macron, esta baja movilización de los votantes afecta su legitimidad para gobernar.
"Apenas uno de cada siete electores votó" por el partido presidencial, señaló Brice Hortefeux, del partido de derecha Los Republicanos.
El equipo de Macron admite que estas cifras son una "derrota". "Debemos devolver la confianza" a los franceses, comentó el portavoz del gobierno, Christophe Castaner.
¿Una mayoría absoluta peligrosa?
La irrupción en la Asamblea Nacional de cientos de diputados novatos en política, provenientes de un movimiento creado hace apenas un poco más de un año puede crear dificultades, sobre todo en cuanto a la disciplina de voto.
"Una mayoría arrolladora puede ser peligrosa para Emmanuel Macron, con muchos diputados que probablemente pecarán de entusiasmo. El presidente tendrá que desplegar mucha energía para disciplinar a la Asamblea", advirtió el politólogo Thomas Guénolé.
"Los nuevos diputados, por su inexperiencia y su heterogeneidad política, van a formar una masa enorme pero atomizada. Puede haber alguna disidencia, pero no estructurada. Frente a un poder ejecutivo de una fuerza sin precedentes el poder legislativo no pesará mucho", estimó por su parte Jérôme Sainte-Marie.
Para Sainte-Marie, "actualmente no hay ninguna oposición fuerte a Emmanuel Macron, pese a que 75% de los franceses no votó por él en la primera vuelta de las presidenciales. La oposición está compuesta por cuatro fuerzas irreconciliables: Francia insumisa (izquierda radical), el Frente Nacional (extrema derecha), la izquierda socialista y la derecha de Los Republicanos".
La primera ronda de las legislativas del domingo apunta a que el partido presidencial obtendrá una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, con una derecha debilitada y fracturada, una extrema derecha y una izquierda radical poco representada y una izquierda laminada.
¿La oposición se trasladará a las calles?
El flamante presidente anunció ya su intención de pisar el acelerador con sus reformas, comenzando por la laboral, clave de su programa para sacar la economía francesa del estancamiento económico.
"Si no hay una Asamblea Nacional que ofrezca una representación proporcional a las diferentes fuerzas políticas de oposición, éstas se verán obligadas a desarrollar otras formas de oposición externas, probablemente en las calles", analiza Guénolé.
El colectivo sindical y asociativo "Frente social" convocó para el 19 de junio, al día siguiente de la segunda ronda de las legislativas, manifestaciones contra la reforma laboral de Macron.
El proyecto, en discusión desde hace más de una semana, preocupa a los sindicatos, que se movilizaron masivamente el año pasado, bajo la presidencia de François Hollande, contra una ley similar que para ellos suponía un retroceso de las condiciones laborales.
Pero, para Jérôme Sainte-Marie, "no se logra bloquear una reforma saliendo a las calles, sino con huelgas, como las de 1995. Sin embargo, actualmente no vemos quién pueda hacer huelga: los trabajadores del sector privado están amenazados por el desempleo y los del público están endeudados. Todos los más recientes movimientos sociales fracasaron, lo que conduce a una desmoralización social".