Negociadores y líderes políticos de todo el mundo se reúnen en París con el objetivo de lograr un nuevo acuerdo climático para tratar de limitar, a dos grados centígrados, el aumento de la temperatura global desde el inicio de la era industrial. Mientras tanto, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) anuncia que a finales de este año la temperatura global superará en 1 grado a la registrada antes de la Revolución Industrial.
Otros factores, además del sol
La necesidad de adoptar medidas para detener el calentamiento excesivo ocasionado por la acción humana a través de la emisión de gases de efecto invernadero, causada principalmente por la quema de combustibles fósiles, se basa en los hallazgos realizados por la ciencia climática. A pesar de que ésta no fue siempre reconocida.
La historia del descubrimiento científico del cambio climático se remonta a principios del siglo XIX. En la década de 1820, el intelectual francés Joseph Fourier llegó a la conclusión de que el calentamiento de la Tierra no debería ser tan elevado teniendo en cuenta la distancia que la separa del Sol.
Fourier descubrió que algún otro factor, además de la radiación solar, debía de influir en el mantenimiento de la temperatura terrestre: se dio cuenta de que la atmósfera jugaba un papel importante. Fourier sospechaba que actividades humanas, tales como las transformaciones agrícolas, podían provocar cambios climáticos. Este descubrimiento se considera a menudo la base para lo que más tarde fue calificado como “efecto invernadero”.
En un tiempo en el que la ciencia recién comenzaba a hacer averiguaciones acerca de las glaciaciones y las causas de los cambios climáticos que tuvieron lugar en el pasado, el físico irlandés John Tyndall (1820-1895) descubrió que diferentes gases absorben y desprenden calor en distintas cantidades. Además sugirió que las variaciones en la composición de la atmósfera podían ser responsables de los cambios climáticos en el pasado.
Tyndall se dio cuenta de que el vapor de agua es un agente importante en lo que a la retención del calor se refiere y descubrió, por tanto, las bondades del dióxido de carbono para mantener la temperatura. Con estos hallazgos se planteó la siguiente pregunta: ¿funciona la atmósfera como una especie de manta térmica para la Tierra?
El efecto invernadero
Al científico sueco Svante Arrhenius se le atribuye el haber sido el primero en publicar una teoría sobre cómo los cambios inducidos por el hombre en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera podría tener impacto en la temperatura global.
En 1896, Arrhenius publicó un estudio sobre “La influencia del ácido carbónico en el aire sobre la temperatura en la Tierra” en el que concluyó que el dióxido de carbono que se acumula en la atmósfera está relacionado con la temperatura de la Tierra. El pionero sueco se dio cuenta de que las emisiones producidas por la quema de carbón y otras fuentes industriales podrían, eventualmente, aumentar el calentamiento global.
La ciencia se debe cuestionar
La ciencia se nutre del debate, de las teorías y las contra-teorías. Los cálculos de Arrhenius fueron puestos en duda. Muchos científicos descartaron sus ideas argumentando que los océanos absorberían el exceso de dióxido de carbono rápidamente.
En la década de 1920 y 1930, los intentos de conectar el ciclo solar con los ciclos climáticos estaban muy en boga. En 1920, el astrónomo Milutin Milankovitch investigó cómo la distancia entre la Tierra y el Sol, y la variación de los ángulos de la radiación solar podían afectar al clima de la Tierra.
Reconocer la evidencia
En 1957, Roger Revelle, de la Institución Scripps de Oceanografía y el Servicio Geológico Hans Suess de EE. UU., descubrió que, puesto que el océano tiene capacidad limitada para absorber CO2, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera estaba aumentando.
Ya en 1979, la OMM organizó una Conferencia Mundial sobre el Clima en la que llegó a la siguiente conclusión: “Parece plausible que el aumento de la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera puede contribuir a un calentamiento gradual de la atmósfera inferior, especialmente en las latitudes más altas. Es posible que algunos de sus efectos a escala regional y global puedan ser detectables antes de finales de este siglo, y se conviertan en significativos antes de mediados del próximo siglo”.
En 1988, el destacado científico de la NASA James Hansen reconoció ante el Congreso de Estados Unidos que el calentamiento causado por la acción humana ya había afectado sensiblemente al cambio climático global.