Una investigación de un reconocido medio británico señaló que el nuevo coronavirus, el COVID-19, podría ser parte de experimentos financiados por el Ejército de China para crear armas biológicas.
La pandemia del coronavirus comenzó a finales de 2019 y sus efectos se expanden hasta el día de hoy. La Universidad John Hopkins estima que en tres años (2020 a 2023) han fallecidos más de seis millones 800 mil personas producto de la enfermedad, mientras que hubo más de 670 millones de contagios en todo el mundo.
De acuerdo con un reportaje publicado por The Sunday Times, desde 2003 equipos científicos trabajaban en el Laboratorio de Wuhan para encontrar los orígenes del virus SARS (síndrome respiratorio agudo severo), quienes operaban con fondos de una organización benéfica neoyorkina.
Según el artículo, dicho centro de investigación realizaba sus experimentos con muestras de coronavirus obtenidas de murciélagos de cuevas ubicadas al sur de China. Inicialmente, se hicieron públicos sus hallazgos debido a que podrían ayudar a la ciencia en el desarrollo de vacunas.
Las pruebas consistían en inyectarle coronavirus -obtenido de los murciélagos- a ratones modificados genéticamente para tener sistemas respiratorios y vasculares similares al de los humanos, los que, posteriormente, lo contagian a otros ratones. Es así como se puede ir “refinando” un virus hasta hacerlo más contagioso, letal y que mute aceleradamente. Lo anterior, explicaría por qué el COVID-19 mutó tan rápido (con variantes como “ómicron”, “beta”, “delta”,“perro del infierno”, etc).
Según el reportaje, en 2016 los científicos hallaron una “nueva cepa de coronavirus en un pozo minero de Mojiang, provincia de Yunnan, donde habían muerto personas con síntomas similares a los del SARS”.
“En lugar de advertir al mundo, las autoridades chinas no informaron de las víctimas mortales. Los virus encontrados allí se reconocen ahora como los únicos miembros de la familia inmediata del COVID-19 de los que se sabe que existían antes de la pandemia. Fueron transportados al instituto de Wuhan y el trabajo de sus científicos pasó a ser clasificado”, agregan.
En esta línea, uno de los investigadores estadounidenses sostiene que “el rastro de los papeles empieza a oscurecerse", y que "fue exactamente entonces cuando se puso en marcha el programa clasificado. Mi opinión es que la razón por la que se encubrió Mojiang se debió al secreto militar relacionado con la búsqueda [por parte del ejército] de capacidades de doble uso en armas biológicas virológicas y vacunas".
El programa clasificado por el ejército chino habría tenido como propósito aumentar la infectividad del virus entre humanos. Además, los investigadores estadounidenses habrían encontrado pruebas de que los científicos del laboratorio de Wuhan habían sido llevados al hospital con síntomas similares al del COVID-19 en noviembre de 2019 -un mes antes de que el resto del mundo se enterara del brote viral- e incluso uno de sus familiares murió.
Asimismo, un análisis demostró que el lugar desde el que se propagó el virus estaba más cerca del laboratorio de Wuhan que del mercado “mojado” que inicialmente se señaló como el epicentro de la pandemia.
Una de las fuentes de The Sunday Times comentó que científicos asiáticos con estrechas relaciones con los trabajadores del laboratorio de Wuhan “tienen la creencia de que había investigación de vacunas en curso en el otoño (septiembre a noviembre) de 2019, pertinente a la vacunación COVID-19”.
Académicos y expertos extranjeros que trabajaban o supervisaban el laboratorio tendrían prohibido hablar con los medios de comunicación sobre los experimentos que ahí se llevaban a cabo y el artículo precisó que eran vigilados por el servicio de seguridad chino.