Un capítulo de la historia británica acabó este viernes cuando los mineros del último turno abandonaron la mina de Kellingley, la única de carbón que quedaba en todo el Reino Unido, antes de su cierre definitivo.

Los mineros abandonaron el pozo a paso acelerado y cabizbajos un poco antes de la una del mediodía, poniendo punto y final a 50 años de servicio de esta mina, constató AFP.

"Me gustaría dar las gracias a mis colegas por su trabajo difícil y su dedicación en tiempos complicados. Como ellos, yo pensaba acabar mi carrera aquí, pero no será posible", dijo el director de la mina, Shaun McLoughlin.

"Es un día triste para todos los que estamos apegados a esta mina. Pero estoy orgulloso de decir que hemos hecho el trabajo de manera profesional y segura", añadió.

Las caras tiznadas, las entradas y salidas de los pozos, la chimenea humeante, y el baile de camiones y carretillas cargadas de carbón, serán pronto un recuerdo lejano en el Reino Unido (y en Europa), ante el empuje de las importaciones de Rusia y Colombia, principalmente, y la impopularidad del carbón en tiempos de lucha contra el cambio climático.

El Reino Unido logró su producción de carbón más alta en 1913, 292 millones de toneladas en 1913; a finales de la década de 1950 había 1.330 minas, pero este viernes ya no queda ninguna

Las minas de carbón han estado íntimamente ligadas a la historia económica y social del Reino Unido: alimentaron la Revolución Industrial, contribuyeron a la construcción del Imperio británico, alumbraron el movimiento sindical e inspiraron el marxismo.

"Estoy asqueado, como todo el mundo. Es el fin de una época. Esta semana seremos historia, la última mina profunda de Inglaterra. Nuestro país se construyó sobre el carbón, la Revolución Industrial", lamentó Tony Carter, de 52 años, uno de los 450 mineros que aún descendía cada día bajo tierra en busca de la hulla.

"Mi padre era minero. La mayoría de la gente tenía padres mineros, es nuestro patrimonio. Es una vergüenza" que cierre la mina, añadió Carter.

Los mineros se convirtieron en un símbolo de resistencia para la izquierda con sus doce meses de huelga en 1984-1985 contra el cierre de minas de la primera ministra conservadora Margaret Thatcher, una pugna de la que salió victoriosa y que cambió el rostro del Reino Unido. 

La industria se recuperó un poco, pero continuó con su declive, dejando las antiguas zonas mineras con un problema de desempleo crónico.

La muerte de Knottingley

"Es una vieja ciudad, una ciudad de mineros. Los mineros quieren trabajar, no quieren cobrar el subsidio de desempleo, no quieren ayudas: los muchachos quieren trabajar. Es la muerte de esta ciudad", lamentó Kevin Butler, apoyado en la barra del bar de la asociación de mineros de Knottingley, la localidad vecina a la mina, con una pinta de cerveza en la mano y lágrimas en los ojos.

Butler es herrero y no trabaja en la mina, pero como casi todos en la ciudad, se ha visto golpeado por el cierre. Su hijo minero se fue a Australia a trabajar de otra cosa en cuanto supo que Kellingley iba a cerrar.

Para Keith Poulson, del Sindicato Nacional de Mineros (NUM), la desaparición es motivo de tristeza y frustración. 

"Es absolutamente indignante pensar que vamos a dar la espalda a una mina rentable, a una industria en la que disponemos de una fuerza laboral cualificada para extraer (carbón), y que simplemente vamos a echar el cierre. Es absolutamenente escandaloso", dice indignado.

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