AFP
El papa Francisco ha dado una lección al mundo al regresar a Italia de la isla griega de Lesbos con tres familias de refugiados sirios, en total doce musulmanes, invitados a iniciar una nueva vida bajo la protección del Vaticano.
"Es una gota en el mar, pero después de esta gota el mar no será más el mismo", reconoció el papa a la prensa durante el vuelo de regreso de Grecia.
Francisco se inspiró en Madre Teresa de Calcuta, la monja que dedicó su vida a los más pobres, quien instaba a todos a cumplir pequeños gestos de solidaridad.
Los doce sirios subieron rápida y discretamente al avión del papa, mientras el pontífice se despedía de las autoridades que se encontraban en la pista del aeropuerto de Mitilene, la capital de Lesbos.
El afán de subir al avión no era por temor a ser perseguidos, ya que viajaban con papeles legales, en orden.
Tanto las autoridades griegas como las italianas contribuyeron en todo el proceso de reglamentación, según contó el mismo pontífice argentino.
Fue "un gesto humanitario", lo calificó Francisco, quien contó que se lo sugirió hace una semana un colaborador.
"Le dije enseguida que sí, sentí que provenía del Espíritu Santo", confesó.
El hecho de que fueran todos de religión musulmana no representó tampoco un problema.
"No escogí entre cristianos y musulmanes. Esas familias tenían sus papeles en orden y se podía hacer", dijo.
"Había también dos familias cristianas, pero los papeles no estaban listos (...) Para mí todos los refugiados son hijos de Dios", insistió.
Durante el vuelo de dos horas, los sirios permanecieron en la parte delantera del avión, separados por una cortina, lejos de los periodistas que acompañaron al papa a su visita de cinco horas a Lesbos.
Una madre, con el velo, pasó sonriente para acompañar a sus dos hijos al baño. No habló ni una palabra.
Desconfianza hacia los musulmanes
Son "huéspedes del Vaticano", explicó el pontífice argentino a la prensa.
La comunidad católica de San Egidio proporcionará apoyo logístico inicial, tras lo cual se unirán a las dos familias sirias, pero católicas, que se alojan en las parroquias al interior del Vaticano.
A finales del año pasado, el pontífice argentino invitó a todas las parroquias de Europa a albergar una familia de refugiados, un pedido al que muchos no respondieron debido a la creciente desconfianza hacia los musulmanes.
Sumando a sus nuevos invitados, que tienen una visa humanitaria y presentarán en poco tiempo una solicitud de asilo ante las autoridades italianas, el Vaticano aloja a una veintena de refugiados sobre un total de 1.000 habitantes.
Si los 300 millones de europeos siguieran su ejemplo, habría espacio para 6 millones de personas.
Dos de esas familias provienen de Damasco y de Deir Ezor, el territorio ocupado por la organización yihadista Estado Islámico (EI) y sus casas fueron bombardeadas.
Francisco celebró una visita conmovedora a Lesbos, emblema de la actual crisis humanitaria que azota a Europa, para sacudir las conciencias y llevar un mensaje de solidaridad a todos aquellos que han tenido que dejar sus países por hambre o guerras.
Acompañado por el Patriarca de Constantinopla, Bartolomé y el arzobispo ortodoxo de Atenas, Jerónimo, Francisco recorrió el campo de detención de Moria, donde escucharon los testimonios de muchos refugiados y abrazó numerosos niños tras pedir al mundo un solución "digna" a ese drama.
"Este ha sido un día muy fuerte", reconoció poco antes de mostrar los dibujos de angustia y esperanza que los niños del campamento le regalaron.