Cuando el pescador Donato Dalrymple tomó en sus brazos a Elián González la madrugada del 22 de abril de 2000 pensó que era un sueño. En realidad, una pesadilla.

A las 5 de la mañana, después de haber dormido menos de cuatro horas en un sofá y de despertarse a los gritos de "agáchense o disparamos" provenientes del jardín, no tuvo mucho tiempo para pensar.

Simplemente vio a un niño de 6 años llorando, indefenso. El mismo que casi cinco meses antes había rescatado del océano, flotando en un neumático, luego de que su madre, su padrastro y casi la totalidad de los ocupantes de la embarcación en que venían murieran intentando cruzar el estrecho de la Florida desde Cuba. Y, una vez más, intentó rescatarlo. O eso pensó él.

Había llegado esa noche a la Pequeña Habana, centro neurálgico de los cubanos residentes en Miami. Allí estaba la casa de los familiares de Elián que lideraban la campaña para que el niño se quedara en EE.UU. y se negaban a cumplir la orden dictada por el Servicio de Inmigración y Naturalización y el Departamento de Justicia de que el niño debía ser devuelto a su padre.

Era el reclamo que el gobierno cubano había hecho suyo y que estaba a punto de desatar una crisis diplomática entre Washington y La Habana.

Desde el 25 de noviembre, día que había rescatado a Elián del mar, Dalrymple solía visitarlo casi diariamente. Pero justo ese 21 de abril, Viernes Santo, se había quedado en su casa de Fort Lauderdale, unos 38 kilómetros al norte de Miami. Hasta que en las noticias de la noche vio lo que estaba ocurriendo en la pequeña casa de los González.

A 15 años de esa madrugada, BBC Mundo habló con Dalrymple, principal testigo de lo que ocurrió esa madrugada y protagonista de la histórica foto que ganó el Premio Pulitzer en 2001 a la mejor foto de noticias de último minuto y el segundo lugar en la categoría noticias de actualidad en los World Press Photo de 2000.

Este es su testimonio: 

Estaba tirado en mi sofá, viendo televisión, cuando escucho que vendrían en cualquier momento a llevarse a Elián de su casa en Miami.

Me dije a mí mismo: por Dios, ¿van a venir ahora? Salté del sofá, me puse la ropa y partí a Miami.
Al llegar, la calle estaba llena de periodistas.

Logre entrar a la casa. Hablé con uno de los voceros que me contó que estaban negociando al teléfono con Janet Reno (fiscal general). Me dijo que me sentara y descansara. Todo el mundo estaba cansado, ya era de noche, así que me tiré en el sofá y me quedé dormido. Eran alrededor de la 1 de la mañana.

Del sueño a la pesadilla

Desperté como a las cinco de la mañana. En ese minuto no sabía qué hora era. Afuera se escuchaban unos gritos diciendo: "Agáchense o disparamos, agáchense o disparamos". Pensé que estaba soñando.
[Un operativo que involucró más de un centenar de agentes liderado por ocho agentes federales de la Unidad Táctica de la Patrulla Fronteriza (BORTAC) tenían la casa rodeada.

Al principio no entendía nada. Ahora sé quiénes eran, pero en ese minuto no tenía idea. Estaba en el living de la casa. Había tanto caos que nadie estaba pensando.

En eso yo miro a Elián, que estaba gritando y llorando y nadie se daba cuenta. Fue increíble. Debe haber habido entre 10 y 12 personas dentro de la casa. Todos estaban corriendo de un lado a otro, asustados, sin saber qué iba a pasar.

Yo soy de esas personas muy racionales que pueden parar un momento y pensar qué es lo que hay que hacer.

Entonces corrí y agarré a Elián en brazos. Me fui hacia los dormitorios. Es una casa muy pequeña, no debe haber más de tres metros entre el living y los dormitorios.

Intenté entrar a una de las habitaciones. Estaba cerrada. Entonces fui a otra habitación y golpeé, abrieron, entré, cerraron la puerta y lo próximo que oí fueron unos golpes.

Era Alan Díaz, el fotógrafo de AP quien entró. Yo le dije: "Alan, tienes que salir de acá, estos tipos pueden disparar".

La foto del Pulitzer

Entre que yo entré y llegó Alan fueron segundos. Habrá sido un minuto, 50 segundos. Él estaba afuera con otros fotógrafos y de alguna manera tuvo el suficiente coraje para saltar la cerca, entrar a la casa y llegar donde estábamos nosotros.

Yo le digo: "Tenemos que salir de aquí, de alguna manera". Él me dice que van a entrar en cualquier momento, que van a estar aquí en dos minutos. Ni siquiera fueron dos minutos. Y el resto es lo que ves en la foto.

Yo estaba parado al lado del clóset, no adentro. No sé de dónde salió la versión de que yo estaba escondido en el clóset. Por la manera en que se ve en la foto creo que fue fácil para los medios asumir que estaba en el clóset, pero no. No estuve nunca dentro, estaba al lado.

Estábamos discutiendo con Alan qué hacer cuando la puerta se abrió. Creo que entraron tres hombres armados y empezaron a gritarme: "Pásame al niño" y otras cosas que no voy a repetir. Empezaron a maldecir, a insultar.

Yo estaba parado al lado del clóset, no adentro. No sé de dónde salió la versión de que yo estaba escondido en el clóset
Donato Dalrymple

Yo les dije que pararan, que iban a herir a un niño pequeño. Si tú miras la foto te das cuenta de que yo tenía al niño en un brazo y con el otro lo estaba apuntando (al patrullero), mi boca está abierta, tratando de dialogar con él. Le decía que no le pasaría al niño mientras siguieran apuntándolo.

Elián estaba completamente en shock. No entendía qué pasaba. No hablaba inglés, entonces tampoco entendía lo que decían. Imagínate, un niño de esa edad… ¡era una pesadilla!

"Bingo"

Ahí el agente se da vuelta hacia Alan y le dice que baje la cámara. Ahí es cuando Alan para de tomar fotos. Vuelve a apuntarme a mí y en eso una mujer aparece en la habitación. Otra agente. Ahí le digo al agente: "No te paso el niño a ti, pero sí a ella".

Entonces yo me acerco y le paso a Elián a ella. Es la agente mujer que aparece después en las fotos cargando a Elián. Entonces uno de los agentes grita "Bingo". Bingo significa "lo tenemos".

Ella nunca dijo nada, ni media palabra. Recibió al niño y salió en medio segundo.

Los agentes nunca bajaron las armas. Del momento que los escucho gritar afuera hasta que entran en la habitación fue muy rápido. La operación completa, desde que desplegaron los agentes hasta que salieron a la calle con el niño en brazos no duró más de tres minutos, pero para mí fue eterno.

Por un buen rato seguí pensando que era un sueño. Levantarse al medio de la noche, a los gritos, con gente diciendo "agáchate o disparamos". Entonces entran tres hombres armados… no sabía si era verdad o producto de mi imaginación.

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