Ruslana Hrytskiv pidió esta semana en Facebook una donación de zapatos para unos niños gemelos, refugiados de Ucrania en República Checa, pero su mensaje solo suscitó comentarios sobre las contraindicaciones de ponerse calzado usado.
Ruslana alegó que la madre de estos niños no tenía dinero para comprarles ropa o calzado, pero esas explicaciones no convencieron a nadie.
"Las reacciones a los pedidos son más lentas. Al principio del conflicto, la gente era de una gran reactividad" explica Hrytskiv, una ucraniana instalada en República Checa desde hace más de 20 años.
Desde la invasión rusa del 24 de febrero, esta mujer ha ayudado a "decenas, quizá centenas" de refugiados, entre ellos a la madre de estos gemelos, que tuvo un tercer hijo durante su huida hacia Praga.
Lo que constata Hrystkiv coincide con lo que observan numerosas organizaciones humanitarias de Europa del Este. Los países de esta región acogen a centenares de miles de refugiados del conflicto, principalmente mujeres con niños.
Como el resto de Europa, la zona está golpeada por la inflación, debida en parte a la invasión rusa, que obliga a las familias a restringir gastos.
"La propensión a ayudar ha disminuido desde el inicio de la guerra" observa Eszter Bakondi Kiss, una voluntaria de la oenegé húngara Habitat for Humanity, que coordinó un programa de alojamiento para los refugiados.
"Recibíamos muchas propuestas de alojamiento al principio de la guerra" explica a la AFP.
Y del lado de la oenegé eslovaca People In Need, las donaciones también han caído, pasando de 650.000 euros (661.000 dólares) en febrero y marzo a 85.000 euros (86.000 dólares) en mayo, según su portavoz Simona Stiskalova.
Un interés "que decae"
"Es un efecto natural. Una causa de plena actualidad genera mucho compromiso. Luego el interés decae", explica Svilena Georgiev, que dirige la fundación búlgara Za Dobroto.
"Sin embargo, 90% de las donaciones que recibimos siguen destinadas a las campañas de apoyo a Ucrania", precisa.
"La pobreza amenaza a una creciente parte de la población" del país, explica el sociólogo de Praga, Daniel Prokop. "Y se teme que el apoyo a Ucrania suplante la ayuda a las poblaciones locales", señala a la AFP.
Lavinia Varodi, que trabaja para la rama rumana de la ONG, Save the Children, afirma que las empresas y los particulares "han agotado sus presupuestos".
"Solo siguen dando las grandes organizaciones, ya que ellas tiene medios para dedicar fondos específicos a la causa ucraniana", precisa.
Agnès Baranyai, voluntaria en un albergue de juventud de Budapest donde están alojados refugiados, lamenta que el apoyo se debilite con las vacaciones de verano.
"La gente quiere volver a la vida normal" comenta.
"El apoyo sigue siendo necesario pero las necesidades cambian", analiza Dominika Pszczolkowska, investigadora de migraciones en la Universidad de Varsovia.
Trabajo, no subvenciones
"Los ucranianos tratan de integrarse en el mercado de trabajo. No quieren obtener subvenciones, lo que los polacos aprecian", asegura la investigadora a la AFP.
De los 4,5 millones de ucranianos que han huido del país a través de Polonia, unos 300.000 han encontrado oficialmente un trabajo, aunque esté por debajo de su cualificación.
"Los ucranianos compensan el déficit de mano de obra en algunos sectores", afirmó el viernes el ministro polaco de Familia.
En la vecina República Checa, donde viven unos 400.000 refugiados, 77.000 hallaron un empleo.
Entre ellos, una madre de dos niños originaria de Odesa, que fue alojada en casa de Hrytskiv al principio del conflicto en febrero. Trabaja ahora en una panadería.
"Las empresas no les dan contratos estables, lo que es un problema. Pero eso les permite al menos tener trabajo", comenta Hrytskiv, que aloja actualmente a otro refugiado.
"Siempre estoy dispuesta a dar ayuda. Percibo la gratitud de quienes ayudo y ésa es la más hermosa de las recompensas", concluye.