Su crimen fue haber robado US$50,75 y su sentencia fue la cadena perpetua.
Hace 36 años, Alvin Kennard robó esa cantidad a una panadería en Alabama, un delito por el que fue detenido, juzgado y sentenciado a pasar el resto de su vida en la cárcel.
En ese entonces Kennard tenía 22 años y fue juzgado bajo las estrictas leyes de la década de 1970 que pretendían disuadir a los delincuentes reincidentes al quitar el beneficio de la libertad condicional.
Luego de pasar más de tres décadas en la cárcel, un juez de Alabama ordenó esta semana la liberación de Kennard, quien hoy tiene 58 años.
El fallo fue recibido con emoción por sus amigos y familiares.
"Me derrumbé", dijo Patricia Jones, la sobrina de Kennard, en una entrevista con la emisora local WBRC. "Solo levanté las manos y dije: 'Dios, te lo agradezco, te lo agradezco'".
Su abogada, Carla Crowder, dijo que estaba "abrumada por esta oportunidad" y que el hombre espera volver a su antiguo empleo como carpintero.
La dura condena
Con un cuchillo en mano, Kennard asaltó una panadería de la que obtuvo un botín de US$50,75.
Aunque no hubo heridos, fue sentenciado a cadena perpetua sin libertad condicional bajo las estrictas normas de la Ley para Infractores de Delitos Habituales de Alabama.
Y es que años antes, cuando Kennard tenía 18 años, estuvo involucrado en un asalto a una estación de gasolina, caso por el que fue sentenciado a tres años de libertad condicional.
Al ser reincidente cuando robó la panadería, perdió la posibilidad de obtener la libertad anticipada, una restricción que fue eliminada de la ley tiempo después.
El Centro de Leyes y Justicia de Apple Appleseed, un centro de abogacía sin fines de lucro, tomó su caso y gestionó las peticiones correspondientes para que su cliente recuperara su libertad, la cual fue concedida por el juez David Carpenter.
Kennard apareció con su uniforme de prisión a rayas rojas en la audiencia en la que le dijo al juez que asumía la responsabilidad de sus acciones.
Su familia y amigos se levantaron de un salto, vitoreándolo y abrazándolo cuando se dicó el fallo que le dio su libertad.
"Quiere que se le perdone lo que ha hecho y quiere una oportunidad de volver a casa y aprender a sobrevivir", dijo su sobrina, Patricia Jones.
Su abogada, Carla Crowder, señaló: "Lo extraordinario de Kennard realmente reformó su vida, incluso cuando pensaba que iba a estar en prisión por el resto de su vida".