"Durante 12 años Robert Mueller mantuvo al FBI fuera de la política".
La frase es del exsubdirector del Buró Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés) Thomas Pickard y es acerca de Robert S. Mueller III, quien fue nombrado este miércoles como investigador especial sobre la posible interferencia de Rusia en las elecciones presidenciales de EE.UU. de 2016.
Pero, sobre todo, es la persona que podría, con su investigación, poner contra las cuerdas al actual presidente de EE.UU., Donald Trump, si llegara comprobarse que el mandatario intentó obstruir a la justicia.
Veterano de la Guerra de Vietnam -por las que recibió sendas condecoraciones- este abogado de 72 años, nacido en Nueva York y criado en Filadelfia, fue designado, en un movimiento sorpresivo, por el Departamento de Justicia para traer claridad sobre el confuso asunto de la relación entre la campaña de Trump y Moscú.
Y es una decisión que ha llevado algo poco común a Washington: que los Demócratas y los Republicanos estén de acuerdo en algo.
"Ha sido una gran elección. Credenciales impecables", escribió en su cuenta de Twitter el senador republicano Jason Chaffetz.
"Me da mucha confianza porque él va a seguir los hechos, no importa hacia que lugar lo conduzcan", escribió el senador demócrata Chuck Schumer.
Esta unidad de criterios no es sorprendente: Mueller, quien fue director del FBI desde 2001 hasta 2013, se la ha ganado a punta de resistir los embates políticos del poder sobre la Justicia, tal como lo definió Pickard: "Su principal característica es no se va dejar hundir por la presión".
Y esa fama la cultivó con un hecho en particular: cuando en 2004 y junto James Comey -el director del FBI que acaba de ser despedido por el propio Trump y por el mismo asunto-, se le plantaron al expresidente George W. Bush y un plan de reactivar el espionaje a los estadounidenses.
El hombre que le dijo que no al presidente
Durante años, Mueller había mostrado su carácter de investigador tenaz.
En la década de los 80 había afrontado las pesquisas legales como asistente del Fiscal General de EE.UU., contra el exlíder de Panamá, Manuel Noriega y los hechos que rodearon la explosión del vuelo 103 de Pan Am que fue pulverizado en el aire por radicales libios cuando sobrevolaba el poblado escocés de Lockerbie en diciembre de 1988.
Ese carácter riguroso hizo que en 2001 fuera designado por Bush al frente a la oficina del FBI. Una semana después de su nombramiento ocurrieron los ataques del 11 de septiembre.
"Tuvo que cambiar al FBI de ser una entidad que perseguía criminales de cuello blanco y robos en EE.UU. a prevenir ataques terroristas", escribió el analista político Michael D. Shear en el diario New York Times.
Y fue en medio de búsqueda de inteligencia donde ocurrió el hecho que definiría su carácter: en 2004, junto a Comey, le dijo al presidente George Bush que se oponía a reiniciar el programa de espionaje a estadounidenses sin que hubiera la aprobación previa de un juez, como lo pretendía un equipo de congresistas republicanos.
Mueller y Comey le dijeron a Bush que si el programa, que consideraban ilegal, se reactivaba, ellos renunciaban. Entonces el expresidente cedió ante la petición y el programa fue modificado.
En 2011, cuando cumplió los 10 años reglamentarios y debía salir del cargo, en un acto inusual el expresidente Barack Obama le pidió que se quedara dos años más, a pesar de que había sido nombrado durante un gobierno republicano.
"Como un buen soldado que siempre ha sido, Robert nunca le quita la vista a la misión que ha sido asignado", explicó Obama sobre su petición.
Se retiró en 2013, con 12 años como director, el segundo periodo más largo en la historia de las institución después J. Edgar Hoover, quien estuvo al frente por 37 años.
¿Podría tumbar a Trump?
Sin embargo, a pesar de que su nombre es bien recibido en la capital estadounidense, Mueller se ha visto enfrentado a la opinión pública especialmente por dos hechos cuando estaba al mando del FBI.
Tal vez el más delicado fue el atentado durante la maratón de Boston el 15 de abril de 2013, poco antes de su retiro. El FBI había cerrado la investigación a uno de los perpetradores en 2011 y eso puso en duda la capacidad de la agencia para prevenir ataques.
El otro fue la filtración de la información hecha por el exempleado de la CIA Edward Snowden en julio de 2013. Mueller defendió varias de las prácticas que fueron reveladas por el exanalista, lo que analistas calificaron como una contradicción con su posición en 2004 ante George W. Bush.
Ahora la duda que queda es si Mueller tendrá la capacidad de acabar con la presidencia de Trump. En la práctica no, porque solo el Senado de EE.UU. tiene la facultad de destituir al presidente, todo tras un proceso de impeachment o juicio político.
Sin embargo, lo cierto es que Mueller, que fue designado por el Departamento de Justicia, podría presentar cargos -si encuentra algún motivo- y estos ser analizados dentro del Congreso para iniciar un juicio contra Trump.
Pero es una posibilidad todavía lejana: para iniciar la investigación se requiere la votación mayoritaria en la Cámara de Representantes, que es controlada por el partido Repúblicano, o sea, el del presidente Trump.