Son vírgenes mundanas, peregrinas, vírgenes que llevan más de una década recorriendo Perú, no con una misión religiosa, ni como un acto simplemente poético.
Las vírgenes urbanas de la artista peruana Ana de Orbegoso son figuras contraculturales, son una reconquista.
Vistas de lejos es imposible distinguirlas de los cuadros barrocos que las inspiraron.
Pero De Orbegoso ha cambiado los rostros blancos y angelicales que predominan en las pinturas coloniales, por los de mujeres y niños mestizos, morenos, indígenas.
El resultado es hermoso. Y potente.
El viaje
La carrera de De Orbegoso está cruzada por el tema de la identidad.
Las vírgenes urbanas fueron su primer trabajo de reinterpretación de la historia de su país.
"Yo quería hacer algo con esos cuadros barrocos que en Perú y en Sudamérica son parte de la vida diaria, son cuadros que están en las casas, en la ciudad. Y mientras más los miraba más me asombraba que no hablaban de nuestra historia, sino de la historia de otra cultura", le cuenta a BBC Mundo.
"No podemos olvidarnos de que los colonizadores usaron esas pinturas para cementar, difundir e imponer sus ideas, su religión, sus estereotipos occidentales. Ha sido realmente una de las campañas de marketing más grandes que ha habido en la historia".
"Los conquistadores sabían que los nativos adoraban la naturaleza y a la pacha mama, así que basaron muchas de sus creaciones en la virgen Cerro, que muestra literalmente un cerro, que tiene una cara y manos saliendo él y rebaños y cosas así. Definitivamente hicieron sus imágenes basados en esa imagen triangular de la montaña, porque fue una manera de hacer sincretismo", indica la artista.
"Cuando empecé a trabajar, las piezas que me atrajeron más fueron las de la virgen. Un día le puse una cara mestiza a una de las pinturas y me quedé helada, congelada, porque en ese momento me di cuenta de la fuerza que tenía esa imagen y decidí que eso era lo que tenía que hacer: bajarlas del pedestal del santoral cristiano y darles un giro contemporáneo, un nuevo relato".
Para descolonizar a las vírgenes, De Orbegoso se fue a viajar.
"Recorrí muchas partes de Perú, tomando fotos de mujeres, de niños, de iconografías, en Los Andes y en la costa, fui al museo a fotografiar los cuadros originales y después me puse a trabajarlas en la computadora, que es mi laboratorio".
Había fotografiado a madres solteras, vendedoras ambulantes, prostitutas, trabajadoras, ronderas, como se conoce a las mujeres que durante la guerra contra el terrorismo se armaron para defenderse de los enfrentamientos entre el ejército peruano y Sendero Luminoso.
Fue entonces cuando pensó en el quechua. Y en el poeta cusqueño Odi Gonzáles, a quien había conocido hace años en una exposición de sus obras.
Mujeres heroínas
"En 2004, cuando comencé el proyecto de las vírgenes, en Perú no teníamos muy presente que el quechua era uno de nuestros idiomas oficiales y debía estar presente en la vida cotidiana", relata De Ordegoso.
"Pero yo tenía claro que estaba sacando la información de la gente que me estaba ofreciendo sus caras, y quería devolverles el trabajo, pagarle a la tierra".
La idea se materializó cuando le propuso a Gonzales que escribiera poemas para sus vírgenes. En español y en quechua.
Para él fue proceso natural. Había publicado ya un libro de poesía titulado "La Escuela de Cusco", dedicado a los pintores indígenas de la época de la colonia.
"A pesar de que la escuela pictórica cusqueña es una de las contribuciones más importantes de Los Andes y de América a la pintura universal, y de que sus artistas podían plasmar en el lienzo el brillo de la lágrima de una virgen o las carnaciones rosas de un arcángel, no podían escribir sus nombres porque eran iletrados", le explica Gonzales a BBC Mundo.
"Por eso, sus obras quedaron un poco relegadas y a sus autores se les conoce simplemente como anónimo o con nombres genéricos como el maestro de la iglesia de la Compañía. Con mis versos intenté darles una voz, así que cuando Ana me contactó con el proyecto de las vírgenes hubo una conexión inmediata".
En esos días, el vate viajaba mucho y varios de los poemas fueron escritos en aeropuertos y hoteles. A veces primero en español, a veces en quechua.
"Lo que quería transmitir con un lenguaje coloquial, cotidiano, un poco irreverente también, son las penas, alegrías y el mundo diario de estas mujeres heroínas, auténticamente honorables, como son las vírgenes cristianas, pero que a diferencia de ellas no están dentro de una iglesia, sino que batallan en la calle cada día. Quería humanizarlas".
"Los versos de Odi cierran el círculo", dice De Orbegoso, "porque les dan a las vírgenes su contemporaneidad y hablan de sus coyunturas. Las iluminan y al estar también en quechua le rinden respeto a esa cultura".
Las imágenes y los versos se exponen juntos, son una sola obra.
El primer poema que Gonzales escribió fue a la virgen Arcabucera:
No soy espantapájaros de los trigales, de los papales en flor
¿Soy la danzante de las cuadrillas de Caracoto?
A la muerte de mi marido, de mis hijos degollados
como carneros / matanza de los santos inocentes
me hice cabecilla del grupo de ronderas
de la zona de emergencia
Lucho
contra los matarifes de ambos bandos:
ejército / terrucos
Carruajes de fuego me sobrevuelan
Mis batallones diezmados
bullen en mi cabeza
Almas en pena
Mi marcha termina en humildes camposantos
fosas donde enterré a mis muertos
Allí sollozo
y limpio mi arcabuz
El mejor elogio
Desde que las Vírgenes Urbanas se mostraron por primera en el Museo Inca del Cusco han recorrido 35 ciudades y pueblos de Perú. También han sido expuestas en Tenerife y en Alburquerque y en febrero de 2020 viajarán a México como parte de un trabajo de género sobre las marchas feministas.
En cada lugar en que se exhiben De Orbegoso intenta crear encuentros con los artistas de la zona y sacar a las vírgenes a la calle, como una manera de acercarlas al público que no va a las exposiciones y devolverlas a sitio de donde vienen.
Es una muestra viva, llena de anécdotas.
Una de las mejores y más decidoras la cuenta el poeta Odi Gonzáles:
"En 2006, cuando se inauguró la muestra, me encontré en Cusco con un gran amigo, un andino quechua parlante, que habla muy pocas palabras en español, y lo invité a la muestra".
"Cuando llegó quedó fascinado. Se paró frente a uno de los cuadros y estaba observándolo muy abstraído, cuando me acerqué a preguntarle qué le parecía: '¡ah carajo!', me respondió en quechua, 'no sé si arrodillarme frente a ella o levantarle la falda'".
Le dije a Ana que eso que me dijo mi compadre era el mejor elogio que jamás un crítico de arte le haría.
El cuadro en que se había detenido era la virgen de La Merced:
Mi dalmática dorada
Ajustada prenda, moldea
mis senos
la anatomía que cubre
¿Escuela de Quito?
El encendido encarne de mi tez canela
fue enlucido con hiel de comadreja
¿los tintoreros de Pitumarca?
La cuadrilla de infantes
gordos angelillos desnudos portando cartelas
serafines tocando laúdes, ángeles trompeteros
podrían ser
Los pequeños mártires del templo de la Almudena
o niños-trabajadores de la calle
(cualquier calle)
Mi vestimenta de pliegues quebrados
Mi capa volante
(con motivos pre-inka)
es copia de un manto Paracas
La firma del pintor
(anónimo, iletrado)
es un gorrión oculto
en las capas de barnices
En este link puedes ver todas las fotografías y leer los poemas en español y en quechua: Vírgenes Urbanas