30 años después del inicio de las guerras con las que colapsaría Yugoslavia, la de los Balcanes occidentales siguen siendo una de las regiones europeas en las que se concentran importantes tensiones políticas y económicas.

Aunque hay notables diferencias entre ellas, las repúblicas que resultaron de la disolución del país en Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia, más Kosovo, que no tiene un reconocimiento pleno? conviven hoy con una economía renqueante y altas tasas de desempleo juvenil, y con importantes retos políticos y de democratización.

Probablemente uno de los mayores problemas sin resolver en la región es el estatus de Kosovo, que en 2008 declaró declaró unilateralmente su independencia de Serbia y actualmente cuenta con un reconocimiento internacional limitado.

El otro es Bosnia y Herzegovina. La ex república yugoslava, en la que conviven tres nacionalidades y dos entidades políticas, está sumida en una situación de bloqueo político total.

En BBC Mundo analizamos el panorama actual de los Balcanes occidentales, la región en la que hace tres décadas empezaba el conflicto más atroz que vivió Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Una economía en problemas

El primer problema para la mayoría de las repúblicas que un día formaron Yugoslavia es la economía.

"Aparte de Eslovenia y, en parte, de Croacia ?ambas en la Unión Europea?, otros están notablemente rezagados, incluso en comparación con los estándares de 1991", le explica a BBC Mundo Aleksandar Miladinovic, periodista del Servicio Serbio de la BBC.

Son economías pequeñas que, como en el caso de Montenegro, tienen una enorme deuda pública ?que equivale al 108% de su PIB?, incapaces de generar empleo, algo especialmente notorio en el caso de la población más joven.

"El problema está en el lento crecimiento", anota Miladinovic.

"La discrepancia en el nivel de vida con otros países europeos, que nació en los años de la guerra, no se está reduciendo porque los niveles de productividad, los bajos salarios y la falta de empleo no están proporcionando tasas de crecimiento más fuertes".

Las tasas de desempleo juvenil de los países de esta región son algunas de las peores del mundo: el 46,5% en Montenegro, el 43% en Macedonia del Norte y el 40% en Bosnia y Herzegovina.

"Esto conduce además a un mayor deseo de los jóvenes de dejar sus países hacia Europa occidental, lo que le quita aún más capital humano a los países de la antigua Yugoslavia".

Según el Índice de Competitividad Global, Serbia, Bosnia y Herzegovina y Macedonia del Norte se encuentran entre los 10 países con mayor fuga de cerebros a nivel mundial.

Y es que uno de los principales problemas a los que se enfrentan hoy los Balcanes occidentales es la emigración masiva.

"Es una región en proceso de despoblación", le dice a BBC Mundo Ruth Ferrero Turrión, quien dirige un programa de estudios sobre "Nuevos escenarios en los Balcanes" en la Universidad Complutense de Madrid.

"No hay capacidad de ofrecer trabajo a la población", dice la experta. "No ha habido una transformación económica ni una suficiente inversión extranjera. La hay, pero no ha sido bien empleada como para tener precisamente puestos de trabajo que eviten la salida de la gente joven del territorio".

A ese respecto, para Miladinovic la corrupción "es un problema generalizado en la mayoría de los países de la región, y eso se puede ver en la mayoría de las encuestas e índices de corrupción".

"Los países de la ex-Yugoslavia se convirtieron en un ejemplo notorio del 'Estado capturado', una expresión utilizada para describir al Estado preso de la corrupción".

Bosnia y Herzegovina está entre los países con peores resultados en el Índice de percepción de la corrupción elaborado por Transparencia Internacional, mientras que Serbia obtuvo en 2020 su registro más bajo.

El reto democrático

Para la experta, más allá de lo económico, los países de la antigua Yugoslavia tienen aún un importante reto político por resolver: completar el proceso de institucionalización democrática.

Ferrero alerta de derivas autocráticas o propias de las democracias iliberales ?forma híbrida de gobierno en la que se respetan ciertas prácticas de la actividad democrática como el sufragio, pero se vulnera el Estado de derecho? en varios de estos países, incluso los que son miembros de la UE.

"Vemos, por ejemplo, en Eslovenia derivas de democracias iliberales en la figura de (el primer ministro) Janez Jansa, que se está alineando con otros políticos europeos como puede ser (el primer ministro húngaro) Viktor Orban, y que triangula de manera perfecta con (el presidente) Aleksandar Vucic en Belgrado", dice.

Jansa se ha movido del centro a la derecha en una larga carrera política que casi se descarrila por una sentencia de cárcel de dos años por corrupción en 2013, antes de que el Tribunal Constitucional desestimara su condena tras una apelación.

Es el líder del antiinmigrante Partido Demócrata Esloveno (SDS) y, al igual que su vecino Orban, promueve la construcción de vallas fronterizas para mantener alejados a los migrantes.

Por su parte, el populista conservador Partido Progresista Serbio (SNS) de Vucic domina la vida política de Serbia prácticamente sin oposición. Sus críticos, dentro y fuera del país, lo acusan de ser un dirigente autoritario y de estrangular la joven democracia serbia.

"El estado de los estándares democráticos está disminuyendo notablemente en todos los países de la región, con Serbia a la cabeza en la mayoría de los casos", explica Miladinovic.

"Uno de los ejemplos icónicos del panorama político actual en Serbia es que no hay diputados de la oposición en el Parlamento: los partidos gobernantes ganaron todos los escaños en las elecciones de 2020, salvo algunos escaños minoritarios. Las sesiones del Parlamento en ese entorno dicen mucho sobre el estado de la democracia en un país".

Según el último informe de Transparencia Internacional, "los mayores desafíos en términos de corrupción para Serbia incluyen serios problemas de Estado de derecho, erosión democrática y esfuerzos para silenciar las voces críticas".

En el caso de Montenegro, Milo Djukanovic lleva 30 años dominando la política del país, sirviendo desde 1991 varias veces como primer ministro y presidente, cargo que actualmente ocupa.

"En relación con Serbia o Macedonia del Norte, que no están en la Unión Europea, vemos que las políticas de la UE han favorecido un 'intercambio de favores' entre estos gobiernos y el bloque, concretamente a cambio de frenar los flujos de migrantes que atravesaban la península balcánica se les ha dejado más manga ancha para no poner en marcha procesos de regeneración democrática", considera Ferrero.

"Entonces tenemos derivas autocráticas o iliberales en lo político, corrupción y malas prácticas en lo económico, porque se generan redes clientelares entre los afines al partido y en torno a la figura del líder", prosigue.

"Y eso al final revierte en las poblaciones, que no reciben esos fondos de la manera que los tendrían que recibir en forma de infraestructura, creación de puestos de trabajo, etc.".

El reconocimiento de Kosovo

Para Miladinovic, Kosovo es el mayor problema sin resolver en los Balcanes occidentales.

Sin un reconocimiento internacional pleno y con sus fronteras no definidas, "tiene un camino muy incierto en el futuro, con las negociaciones estancadas, pero con la esperanza constante de que pronto habrá una solución, aunque nadie sabe cuál", apunta el periodista del servicio serbio de la BBC.

Después de la disolución de la antigua Yugoslavia en 1992, Serbia respondió a la presión separatista de Kosovo lanzando una brutal represión contra la población albanesa del territorio, que solo terminó con la intervención militar de la OTAN en 1999.

Hasta 2008 la provincia fue administrada por la ONU.

Ese año, Kosovo declaró unilateralmente su independencia de Serbia. Es reconocido por Estados Unidos y varios países de la Unión Europea, pero Serbia, respaldada por su aliado Rusia, se niega a hacerlo, al igual que la mayoría de los serbios que viven dentro de Kosovo.

"El problema está en que el diálogo Pristina-Belgrado va en círculos. No se termina de avanzar, a pesar de que se ha revitalizado el diálogo, on la UE como mediador. Lo cierto es que no se sale de las rondas de negociaciones", agrega Ferrero.

Mientras, la reconciliación entre la mayoría albanesa, que apoya la independencia, y la minoría serbia sigue siendo difícil de alcanzar.

Bosnia y Herzegovina

Y si la situación de Kosovo está en un limbo, la de Bosnia y Herzegovina no está mucho mejor.

En muchos sentidos, Bosnia y Herzegovina aún se sigue recuperando de una guerra que la devastó entre 1992 y 1995 y que acompañó a la desintegración de Yugoslavia.

En este territorio se vivieron los episodios más dramáticos del conflicto: el asedio a Sarajevo, que duró dos años, y el genocidio de Srebrenica, donde los serbiobosnios asesinaron a alrededor de 8.000 bosnios musulmanes.

La guerra también dejó en ruinas la infraestructura y la economía del país.

Es considerado uno de los Estados más propensos a la corrupción en Europa, principalmente debido al legado de profundas divisiones étnicas y políticas dejadas por la guerra y por el complejo marco administrativo del país.

Tradicionalmente definida como una "mini-Yugoslavia" por su diversidad étnica, en Bosnia y Herzegovina existen tres nacionalidades: bosnios, croatas y serbios.

Si bien hoy en día no existen prácticamente tensiones étnicas, la realidad es que tampoco hay convivencia como tal.

"No hay tensiones étnicas porque no viven de manera conjunta los distintos colectivos. No es una situación de Estado multicultural como se pretendió vender porque lo que se hizo fue separar a las comunidades", explica Ferrero.

Los Acuerdos de Dayton que pusieron fin a la contienda dividieron a Bosnia y Herzegovina en dos entidades políticas: por un lado, la Federación de Bosnia y Herzegovina, de mayoría bosnio-croata, y, por el otro, la República Srpska, de mayoría serbia.

Cada una tiene su propio presidente, gobierno, parlamento, policía y órganos propios. A la cabeza de estas entidades se encuentra un gobierno central de Bosnia y una presidencia rotatoria.

Los críticos de este sistema establecido por Dayton argumentan que Bosnia está sobrecargada de políticos y funcionarios, muchos de los cuales reciben salarios desproporcionados mientras el país vive en condiciones de pobreza.

En Bosnia existe una "enorme administración y muy poca atención a los ciudadanos", dice Miladinovic.

Las negociaciones para enmendar la constitución existente, establecida por Dayton con el fin de fortalecer las instituciones y transformar el país en una democracia parlamentaria no étnica, hasta ahora no han logrado grandes avances, debido a los vetos entre las partes.

"No hay una reforma de los Acuerdos de Dayton, hay un bloqueo por parte de la República de Sprsk que no quiere perder la capacidad de bloqueo en el proceso de toma de decisiones y mientras esto no se desbloquee va a ser muy complicado que se constituya realmente un Estado democrático como debería ser", dice Ferrero.

La experta explica que, además, Bosnia tiene una alta dependencia de los actores internacionales, en todos los aspectos, tanto en lo económico, como lo político y en el ámbito del poder judicial.

"Y esto hace mucho más complicado que se pueda salir adelante y construir realmente un Estado en el que haya una convivencia, una justicia transicional que opere sobre todo procesos de reconciliación entre las partes".

Y ese es uno de los principales retos para toda la región: una verdadera reconciliación.


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