Eran menores y eran millones.
A comienzos del siglo XX, un 20% de toda la fuerza laboral de Estados Unidos estaba conformada por niños.
Tenían entre 10 y 15 años, pero realizaban muchas de las tareas más duras y peligrosas a lo largo de toda la geografía del país: desde trabajar en las minas de carbón de Pensilvania hasta manipular la maquinaria de las hilanderías en el sur del país, pasando por las riesgosas fábricas de vidrio de Nueva Jersey.
Casi dos millones de niños formaban parte de esa población trabajadora que requería la pujante economía estadounidense.
Esta situación llamó la atención de un grupo de activistas que crearon el Comité Nacional del Trabajo Infantil (NCLC, por sus siglas en inglés), una ONG que desde entonces trabaja en la defensa y protección de los niños.
En 1908, el NCLC encargó al fotógrafo Lewis Hines recorrer el país documentando con su cámara la situación del trabajo infantil en Estados Unidos.
Hines se tomó el trabajo a pecho recorriendo más de 80.000 kilómetros cada año para retratar esta realidad, según comentó a The New York Times Alison Nordstrom, el curador de una exposición sobre este fotógrafo realizada en 2011 en la Fundación Henri Cartier-Bresson en París.
Ese y otros esfuerzos terminarían por hacer que en la actualidad se le considere como el padre de la fotografía documental estadounidense.
Fotógrafo clandestino
"Cuando empezó a hacer el trabajo pudo hacerlo con relativa facilidad, pero a medida que fue aumentando su fama como un fotógrafo que destapaba escándalos se le hizo cada vez más difícil entrar en las fábricas", comentó a la BBC el historiador y crítico de arte Anthony D. Lee.
"Entonces, él empezaría a hacerse pasar por vendedor de biblias o de postales y esa excusa daba forma a su permanencia allí y a la forma cómo él se relacionaba con los niños porque él sabía que tenía que estar allí poco tiempo. Él conocía a los niños y se ganaba su amistad lo más rápido que podía porque, después de todo, él era un extraño para ellos", agregó.
Hines retrataría el trabajo infantil en campos y ciudades. Dejando sus imágenes como testigo de las duras y peligrosas condiciones en las que laboraban los pequeños.
"Él nunca antes había visto el tipo de trabajo que se hacía en las hilanderías. Todo estaba sucio, lleno de aceite. Las máquinas necesitaban ser lubricadas constantemente, entonces el piso estaba siempre sucio con el aceite. Era una experiencia increíble para él", apuntó Lee.
"Él no halló un único tipo de trabajo infantil. Encontró una presencia generalizada de niños a lo largo de toda la industria estadounidense de comienzos del siglo XX", señaló.
Impulsar los cambios
Entonces, el trabajo de los niños en las fábricas no solo representaba una mano de obra barata sino también útil para determinadas tareas pues su pequeños dedos y brazos podían llegar a lugares normalmente inaccesibles para un adulto y así ayudar a poner en marcha una maquinaria imperfecta y rústica.
Pero, en esos esfuerzos, los pequeños también se jugaban su salud y su integridad física.
Las imágenes de Hines causarían estupor y rechazo en la sociedad y fueron utilizadas para persuadir a algunos legisladores estadounidenses sobre la necesidad de regular el trabajo infantil.
"Lo que Hines estaba haciendo visualmente, otras personas también lo hacían políticamente. Él era parte de una gran ola de pensamiento progresista", explicó Lee.
Nordstrom indicó que Hines se convirtió en fotógrafo con la finalidad de hacer avanzar sus objetivos políticos y sociales. "Él dijo que 'tenía que mostrar las cosas que necesitaban ser cambiadas'", apuntó.
En 1916 el Congreso de Estados Unidos aprobó la primera ley federal sobre trabajo infantil.
Las imágenes de Hines y el activismo de muchos otros empezaban entonces a rendir sus frutos.