El impacto que produjo la toma y anexión de Crimea por parte de Rusia, así como el continuado apoyo ruso a los grupos rebeldes en el este de Ucrania, generaron una respuesta de la OTAN.
Los ministros de Defensa de los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) están revisando el progreso de su despliegue de tropas hacia el este de Europa, conocido como presencia avanzada reforzada (EFP, por sus siglas en inglés), con el objetivo de tranquilizar a los aliados y disuadir a Rusia de realizar cualquier movimiento hacia el oeste.
La OTAN ha enviado cuatro grupos de batalla con tamaño de batallón, uno a Polonia y los otros tres a cada una de las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania).
Estados Unidos también ha empezado a reintroducir unidades fuertemente armadas en Europa occidental.
Si Moscú puede romper en pedazos el libro de reglas de seguridad de la Europa posterior a la Guerra Fría recortando para sí un trozo de Ucrania (como antes hizo con Georgia), muchos temían que las repúblicas Bálticas, también territorio de la ex Unión Soviética, pudieran ser las siguientes.
Rusia dice que sus propios despliegues militares son una respuesta a estos movimientos de la OTAN.
Pero la realidad es bastante más complicada. He estado hablando con algunos de los mayores expertos occidentales sobre el ejército ruso para entender qué hay detrás de este esfuerzo de modernización, y para determinar qué amenaza supone realmente y para quién.
"A Rusia le gustaría que pensáramos que su actual militarización y su preparación para el conflicto son una respuesta al hecho de que la OTAN esté haciendo lo mismo, pero simplemente no es cierto".
Esta es la visión de Keir Giles, director del Centro de Estudios de Investigación del Conflicto (un grupo de expertos en seguridad euroasiática) y probablemente el principal observador británico de los asuntos militares rusos.
"La reorganización de Rusia, extremadamente cara, y el programa de rearme", me dijo, "iban ya a toda marcha bastante antes de la crisis de Ucrania, cuando los países de la OTAN estaban todavía desinflando sus ejércitos".
"No fue hasta 2013 que Estados Unidos retiró todo sus blindados de Europa, cuando Rusia estaba ya ocupada invirtiendo miles de millones en actualizar sus fuerzas".
El analista Dimitri Gorenburg, de la Universidad de Harvard en Estados Unidos, sitúa el comienzo del programa de modernización de Rusia en 2009.
Y fue como respuesta, según él, a las limitaciones evidentes de la campaña militar rusa contra Georgia.
El foco es Ucrania, no el Báltico
Gorenburg dice que el principal objetivo era "la mejora de la velocidad en la toma de decisiones y la comunicación de las mismas a las tropas, y la interoperabilidad entre las distintas ramas del ejército, seguido del remplazo del equipamiento de la era soviética que estaba llegando rápidamente al final de su vida útil".
Los resultados han sido significativos. Según Michael Kofman, del Instituto Kennan (perteneciente al Centro de estudios Wilson, en Estados Unidos), "para 2012, Rusia había reorganizado sus fuerzas armadas, pasando de un ejército de movilización masiva a una fuerza permanente, y empezó a mejorar la calidad de forma transversal".
Esto se vio acompañado de un intenso régimen de exámenes sobre la capacidad de respuesta rápida e innumerables ejercicios, hasta el punto que "para 2014, el ejército ruso había mejorado considerablemente en comparación con su desempeño mediocre en la guerra contra Georgia en 2008", asegura.
Todos los expertos con los que hablé insisten en que el foco inicial del esfuerzo ruso ha sido Ucrania, no el Báltico.
De hecho, Michael Kofman asegura que la guerra en Ucrania impuso requerimientos inesperados sobre el ejército ruso, que se encontró sin fuerzas permanentes en sus fronteras y en una mala posición de cara al conflicto.
"Las fuerzas armadas rusas", dice, "estaban, y todavía están, en transición".
Para responder a la posibilidad de una guerra en Ucrania en el medio o largo plazo, dice, Rusia "ha pasado gran parte de los últimos tres años reposicionando unidades alrededor de Ucrania, construyendo tres nuevas divisiones, recolocando varias brigadas, y creando un nuevo ejército de armas combinadas".
"La intención es que las fuerzas terrestres rusas estén posicionadas al otro lado de la frontera si se necesitan refuerzos en Donbas (en el este de Ucrania), invadir desde varios vectores, o simplemente disuadir a Kiev de creerse que puede retomar rápidamente por la fuerza las regiones separatistas".
Puede ser que Ucrania sea la preocupación estratégica inmediata. Pero, como hace notar Keir Giles, "Rusia está desarrollando su infraestructura militar a lo largo de su periferia occidental, no solo frente a Ucrania, sino también Bielorrusia, los estados bálticos e incluso Finlandia. Se han reorganizado para ser capaces de enviar tropas de combate a la frontera occidental tan rápido como sea posible".
Esto incluye "establecer nuevas unidades pesadas de transporte terrestre para reducir su tradicional dependencia en las líneas de tren para enviar vehículos armados a la zona operativa".
"Esto les da mucha más flexibilidad para moverse en zonas donde las redes de carreteras están mejor desarrolladas, sobre todo al oeste de Rusia, incluyendo al otro lado de la frontera en los vecinos occidentales de Rusia", me dice.
¿Reacción desproporcionada o todo lo contrario?
Dado el foco de Moscú en Ucrania, ¿han reaccionado desproporcionadamente algunos países de la OTAN a la percepción de la amenaza rusa?
Para nada, asegura Keir Giles. Al contrario, insiste, la preocupación es que la OTAN ha reaccionado demasiado débilmente.
"El desafío directo militar proveniente de Rusia, y la confirmación de la disposición a usar la fuerza militar contra sus vecinos", argumenta, "no se ha traducido en que los países europeos adopten un serio interés en defenderse a sí mismos, con pocas excepciones".
Giles añade que la incapacidad de muchos países aliados en la OTAN para cumplir con compromisos incluso simbólicos, como la promesa de gastar el 2% del Producto Interno Bruto en defensa, sin hablar de medidas reales y urgentes como regenerar la capacidad para la guerra de alta intensidad para poder igualar las capacidades en desarrollo de Rusia, "pone de manifiesto la falta de voluntad para reconocer una realidad políticamente inconveniente".
La realidad, según Michael Kofman, es nada menos que la transformación del ejército ruso. "La reforma, la modernización y la experiencia de combate cosechada en Ucrania y Siria tendrán efectos duraderos en las fuerzas armadas rusas", asegura.
"Rusia", afirma, "retiene la capacidad de desplegar una fuerza decisiva en cualquier lugar de su frontera, superando a cualquier ex república soviética. En relación a su arsenal nuclear estratégico, Rusia no está solo a la par que Estados Unidos, sino incluso por delante en su modernización y en la inversión en armas nucleares no estratégicas".
"Mientras, las fuerzas convencionales rusas son ya capaces de imponer costes elevados, incluso a un adversario tecnológicamente superior como la OTAN en un conflicto que sería bastante sangriento para ambas partes".
Esta es, con suerte, una situación impensable. En sus fundamentos, sin embargo, Dimitri Gorenburg cree que "las capacidades convencionales rusas no serán ni cercanamente tan fuertes como las del ejército de Estados Unidos o las fuerzas de la OTAN en su conjunto".
Poner en perspectiva
Por encima de todo es la preparación, la proximidad y la capacidad de concentrar rápidamente un alto poder de fuego lo que da a Rusia una ventaja local inmediata. Pero la OTAN tiene que poner esta amenaza en perspectiva.
Como señala Michael Kofman, "Rusia es una potencia terrestre euroasiática, poniendo en la batalla mucho poder de fuego, pero su fortaleza brilla cuando la batalla es cerca de casa".
El presupuesto de defensa e investigación de la OTAN empequeñece el de Rusia, al igual que la capacidad de base de la Alianza para generar fuerzas y equiparlas en un conflicto prolongado.
"Lo más importante", dice, es que "aunque la OTAN tiene preocupaciones legítimas sobre cómo sería un conflicto a corto plazo contra Rusia, la realidad es que se trata de la alianza militar preeminente en el mundo, en cuyo centro se encuentra un poder militar increíblemente potente, y una batalla sostenida probablemente acabaría de forma desastrosa para Moscú".
El ejército ruso, simplemente, no está estructurado para mantener un territorio sustancial, o para generar las fuerzas necesarias para un conflicto prolongado.
La OTAN necesita estar preparada, piensan los expertos. Si la disuasión va a ser creíble, necesita restaurar su capacidad de combatir guerras de alta intensidad, una capacidad que se ha atrofiado durante las campañas de contrainsurgencia en Irak y Afganistán.
El consenso entre los expertos parece ser que Ucrania hizo sonar las alarmas.
La recién encontrada confianza rusa, sin embargo, no debe confundirse con un deseo de lanzar un ataque militar hacia el oeste.
De hecho, la amenaza inmediata puede llegar de su guerra informativa y de las campañas cibernéticas dirigidas contra Occidente.
Esta es una batalla que ya empezó. Y es una para la que Occidente está igual de mal preparado.