Mientras su país se convierte en el centro de una disputa entre las grandes potencias, los venezolanos continúan con su lucha del día a día y temen que se produzca una escalada de violencia.
Venezuela empezó la semana con un presidente al que medio mundo acusa de "ilegítimo", Nicolás Maduro.
Ahora tiene otro que dice ser el presidente. Se trata de Juan Guaidó, al que el otro medio mundo no reconoce y que el pasado miércoles 23 de enero se autojuramentó como "presidente encargado" de Venezuela.
Guaidó dice que la Constitución lo ampara y que, como presidente de la Asamblea Nacional, le corresponde sustituir al "usurpador" Maduro, cuya victoria en las elecciones del pasado mayo no reconocen ni Estados Unidos, ni la Unión Europea, ni la mayor parte de los países latinoamericanos.
Maduro replica que ganó limpiamente las elecciones y se niega a abandonar el poder, frente a lo que califica como un golpe de Estado.
El pulso entre ambos ha llevado a Venezuela a copar las portadas de la prensa internacional durante toda esta semana.
¿Cómo han vivido los venezolanos estos días frenéticos?
En medio de la partida política y diplomática, un pueblo entero espera a conocer su destino.
"No comprendo nada de lo que pasa; estoy pasando hambre", asegura Francisco González, un hombre al que ninguno de sus dos empleos en la ciudad de Maracaibo le alcanzan para alimentar a su familia.
Su incomprensión quizá resume el estado de ánimo de un país entero.
Los acontecimientos se precipitaron a partir del miércoles con las multitudinarias marchas de protesta de la oposición y la juramentación de Guaidó como presidente, poco después reconocida por Estados Unidos.
"Fue un día histórico, toda la ciudad salió a la calle", celebraba un taxista caraqueño que sueña con un cambio de gobierno.
Aunque otros no se mostraban tan entusiastas. Un vecino del Barrio de La Vega que prefería no ser identificado lamentaba: "Cada vez que habla Maduro suben los precios, pero cuando habla Guaidó suben igual".
"Lo que queremos es que lo que tenga que pasar pase pronto", pedía a su lado su mujer. Tampoco ella quiso dar su nombre. Trabaja en un ministerio y teme represalias de sus superiores.
Esta pareja vive en el barrio de La Vega, una de las zonas populares de la ciudad, en las que la violencia se ha desatado en los últimos días.
"La Policía está reprimiendo al pueblo. No quieren que la gente salga a protestar y están disparando y golpeando a quienes lo hacen".
"También están haciendo allanamientos y se llevan detenida a gente que no tiene nada que ver", dice ella.
Pero, de acuerdo con su versión, la violencia no solo es policial.
"También hay gente que está aprovechando las protestas para saquear negocios".
Quienes han vivido otras olas de protestas contra Maduro en Venezuela señalan algunas diferencias.
Esta vez la mayor actividad se da en zonas en las que el gobierno tuvo durante años sus bastiones.
En el barrio del 23 de enero, tradicional feudo chavista, uno de sus residentes asegura que allí hay cada noche "plomo y más plomo".
En el municipio Chacao, barrio de clase media y tradicional feudo opositor, se respira una aparente normalidad.
Aquí está la plaza Altamira, que en olas anteriores de protestas contra el gobierno, se convirtió en un símbolo para la oposición.
Cerca de ella fue donde Guaidó hizo su primera aparición en las calles después de haberse autoproclamado presidente.
Los medios de comunicación de todo el mundo recogieron el alborozo de los asistentes, aunque ni esta ni otras convocatorias de la oposición congregaron a grandes masas.
A la misma hora, Nicolás Maduro daba una rueda de prensa en el Palacio de Miraflores, la residencia presidencial.
Dos "presidentes" hablando al mismo tiempo, un ejemplo más de la fractura política en el país.
A pie de calle, conviven la esperanza y el miedo.
"Al menos ahora hay una perspectiva para el cambio", comenta Jesús Méndez, un comerciante caraqueño.
El hombre de La Vega, sin embargo, ve motivos para la preocupación.
"Si hay una intervención de Estados Unidos, entonces China y Rusia vendrán a defender sus intereses, y seremos los venezolanos quienes pagaremos las consecuencias", especula preocupado.
De momento, lo que todos tendrán que pagar serán los precios disparatados consecuencia de la hiperinflación.
Esa es una de las pocas certezas que tienen hoy los venezolanos.