Se llamaba François-Marie Arouet, pero lo conocemos como Voltaire, su nom de plume, y lo recordamos por su gracia al escribir, sus ataques contra la Iglesia católica y su defensa de la libertad de credo y palabra, así como la separación del Estado y la Iglesia.

Escribió obras de teatro, poemas, novelas, ensayos, obras científicas y también históricas, así como más de 20.000 cartas, más de 2.000 libros y panfletos.

Y es probable que no hubiera podido hacer tanto de no ser por la lotería de la época.

Porque como diría Virginia Wolf dos siglos más tarde, para poder escribir hay que tener dinero y una habitación propia.

Aunque la escritora inglesa se refería a las mujeres, la independencia económica, antes y ahora, provee una base para otras libertades, particularmente la de criticar a las instituciones.

Voltaire era consciente de ello. En sus "Memorias" (1759) recuerda que cuando era joven había conocido tantos escritores "sin dinero y despreciados" que había decidido no formar parte de ese grupo.

La libertad de ser libre

No había nacido en la pobreza pero en su juventud había sido derrochador y amante de los juegos de azar.

En 1722, le contó a su amante en una carta que acababa de perder una cantidad considerable jugando a las cartas, cumpliendo con la "loable costumbre de quedarse sin un centavo una vez al año".

Precisamente en ese año había fallecido su padre, quien estipuló en su testamento que Voltaire, su hijo menor, sólo debía recibir los intereses de su parte del patrimonio familiar hasta que cumpliera 35 años (en 1727). Si para entonces podía proveer evidencia de buena conducta en tribunal, le entregarían su capital.

Para cuando llegó ese momento, Voltaire se había ganado la lotería, como cuenta Roger Pearson, autor de "Voltaire Todopoderoso: Una vida en búsqueda de la libertad" en la revista Lapham's Quarterly.

La letra pequeña

Si quieres hacer una fortuna en este país, observó más tarde Voltaire, sólo hay que leer la letra pequeña.

¿Por qué?

Resulta que en 1719 Francia sufrió una crisis financiera con características que resuenan en el siglo XXI: los bancos habían inventado instrumentos financieros que habían dado la impresión de abundancia sin colateral.

Se creó una burbuja que estalló y Francia quedó al borde de la bancarrota.

Tras la catástrofe, una de las grandes prioridades era reducir la deuda del gobierno, que se había visto obligado a tomar préstamos indirectos.

Uno de los casos involucraba unos bonos de la municipalidad de París -Hôtel de Ville- que, dada la falta de confianza en las finanzas gubernamentales, habían perdido su valor.

La solución fue recurrir a una idea del Parlamento inglés que en 1694 había establecido una lotería con el objetivo de recaudar un millón de libras esterlinas. Fue un éxito y desató una manía por las loterías en toda Europa.

Al gobierno de Luis XV le atrajo la idea de seducir al pueblo con el drama de la suerte, en vez de imponer impuestos: los bonos de Hôtel de Ville serían redimidos con una lotería.

Sólo los tenedores de bonos podían participar.

Voltaire era uno de ellos.

El intelectual y el matemático

A Voltaire le había llamado la atención las reglas de la lotería y, en una cena, se lo comentó al matemático y científico Charles-Marie de La Condamine.

Lo que los intrigaba era que como los boletos de la lotería costaban 1/1.000 del costo del bono, si tenías un bono que valía poco, podías comprar los boletos por precios muy bajos, sin embargo tenías la misma probabilidad de ganar que alguien que poseía un bono de -por ejemplo- un valor de 100.000 francos y al que el boleto de lotería le habría costado 100 francos.

Voltaire y La Condamine se preguntaron qué pasaría si pudieran comprar todos o la mayoría los boletos de un sorteo apenas los lanzaran por 1 franco.

Para eso necesitarían todos los bonos de poco valor existentes, así que el plan debía llevarse a cabo en conjunto con otros.

De alguna manera, lo lograron.

El mismo Voltaire lo contó en tercera persona en la autobiográfico "Comentario histórico sobre las obras del autor de 'La Henriada'", publicada en 1776:

"Las autoridades emitieron boletos a cambio de los bonos del Hôtel de Ville, y los ganadores fueron pagados en efectivo, de tal manera que el grupo de personas que compró todos los boletos ganó un millón de francos. Voltaire se asoció con numerosas compañías y tuvo suerte".

Ese tipo de suerte

La lotería jugó el octavo día de cada mes a partir de enero de 1729 y los registros de todos los sorteos hasta febrero de 1730 aún existen, señala el escritor Roger Pearson.

Relata que en el primero de esos sorteos el valor de los premios es dispar, como debía ser. Pero ya en el segundo, empieza a dejar de ser como debía: hay un gran aumento de ganadores que pagaron lo mínimo requerido y varios de ellos aparecen registrados bajo el mismo nombre.

De hecho, La Condamine ganó 13.000 francos con 13 boletos que le habían costado 1 franco cada uno.

Para octubre, dice Pearson, el premio de más de un millón de francos fue dividido entre 13 ganadores, todos ya conocidos pues habían ganado en ocasiones anteriores.

Cuando las autoridades se dieron cuenta, ajustaron algunas reglas, y finalmente, en junio de 1730, la suspendieron.

Se estima que para entonces, Voltaire había acumulado alrededor de medio millón de francos en total.

En algún momento, el controlador general de finanzas, Michel Robert Le Peletier des Forts, denunció al sindicato de haber actuado ilegalmente, pero el consejo real declaró que no habían violado ninguna regla: sencillamente, la lotería había sido mal concebida.

Otro tipo de lotería

Habiendo amasado esa fortuna, Voltaire quiso más.

En el estado semiindependiente de Lorraine aprovechó que el duque regente estaba tratando de recaudar efectivo mediante la emisión de bonos en condiciones ventajosas para el prestamista.

Tras salvar algunos obstáculos que no le permitían hacerlo, compró 50 bonos que después vendió al triple.

En París, comenzó a invertir grandes sumas en el muy lucrativo negocio de suministros del ejército, algo que siguió haciendo durante dos décadas.

"Nuestro gran poeta siempre tiene un pie en el Monte Parnaso y el otro en la rue Quincampoix", dijo de Voltaire su amigo el marqués d'Argenson. La rue Quincampoix era el Wall Street del siglo XVIII en París.

Y por qué no: con el dinero pudo comprar su independencia y la libertad de escribir lo que quiso en la comodidad de sus hogares que fue creando a medida que se mudaba de un lugar a otro cuando sus palabras no eran bien recibidas.

En Champagne vivió en idílica reclusión con su amante, la brillante científica Émilie du Châtelet, en el Château de Cirey. Después en su casa palaciega en Les Délices en la ciudad-estado independiente de Ginebra. Cuando a los calvinistas no le vieron la gracia a sus obras de teatro, se fue a Francia y restauró el castillo de Ferney.

Murió en 1778 habiéndose ganado su lugar en la historia como uno de los grandes héroes de la Ilustración y defensor de los derechos humanos.


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