"Ya caminamos hasta aquí. Hemos atravesado países y pasado muchas dificultades, queremos establecer un diálogo", dice por megáfono uno de los cientos de migrantes de la caravana que este jueves dejaron el albergue de Tijuana, México, para protestar pacíficamente a las puertas de Estados Unidos, en la garita del Chaparral.
A la ciudad fronteriza de Tijuana han ido llegado en los últimos días miles de personas en distintos grupos y la situación ha alcanzado un punto muerto.
Los migrantes piden asilo a Estados Unidos, mientras que el presidente de ese país, Donald Trump, ha repetido en muchas ocasiones que no son bienvenidos. Incluso ha llegado a amenazarlos con que las tropas pueden dispararles en caso de provocación.
Los más de 4.000 migrantes, en su gran mayoría de Honduras, se unen a otras 2.800 personas que están varadas en Tijuana esperando pedir asilo en Estados Unidos por lo que su espera podría durar meses.
El deportivo Benito Juárez, el albergue donde los centroamericanos fueron recibidos, se encuentra ya a su máxima capacidad y las autoridades locales han alertado de que la situación se puede desbordar en cualquier momento.
El refugio, colapsado
"Hay una preocupación grave. Hay un descontrol. No hubo una estrategia del gobierno a nivel federal. Nosotros hemos hecho lo humanamente posible, y lo hemos hecho bien hasta ahora, pero se requieren muchos recursos para seguir alimentando a esta gente", asegura a BBC Mundo César Palencia Chávez, director municipal de atención al migrante.
En el refugio se ven filas cada vez más largas para recibir un plato de comida.
Solo una minoría tiene un techo, en un gimnasio o en unas carpas que se instalaron para recibirlos. Pero la mayoría duerme a la intemperie.
"Anoche llovió muy fuerte y nos mojamos todos. Estamos ya desgastados de caminar tanto y pasar los días al rayo del sol, las noches con frío. Estamos todos bien enfermos de las vías respiratorias: ya le decimos la tos de la caravana", dice Alejandro, uno de los migrantes.
Cerca de los baños hay charcos de agua estancada.
Dos bebés están en un hospital cercano con infección en los pulmones.
Y los migrantes no dejan de llegar a Tijuana.
"Quédense"
Los que salieron a manifestarse dicen que no quieren ni pueden esperar indefinidamente en el refugio, por eso intentan buscar una respuesta de Estados Unidos.
La delantera de la manifestación se instaló frente a la policía antimotines con tres banderas: una de Nicaragua, otra de México y otra de Estados Unidos.
Un cartel decía: "Las armas no son la mejor opción. Exigimos al gobierno de Estados Unidos el diálogo. No a la deportación".
Un representante de la policía federal de México que no quiso identificarse les pedía a los migrantes que tuvieran calma: "Lo han hecho muy bien hasta ahora. Aquí quédense. Si pasan esta línea de policías nosotros ya no podemos responsabilizarnos de su seguridad".
Pero los migrantes permanecieron pacíficos todo el tiempo. La mayoría para dejarlo claro se sentó o se tumbó en el piso.
Había niños, mujeres, ancianos.
Algunos recogían basura. "Queremos que sepan que vamos a respetar todas las leyes. Venimos en son de paz, solo buscamos una vida mejor. En el refugio las condiciones están cada vez peor y no podemos estar ahí indefinidamente", explica uno de los manifestantes.
"Vienen a ser visibilizados. Ya están aquí y no quieren que su situación esté parada por meses. No es bueno para nadie", explicó a BBC Mundo el activista de migración Irineo Mújica.
También apunta a que el lugar donde está el albergue es uno de los más peligrosos en la ciudad, cercano a una zona de venta de drogas.
"Diálogo, diálogo"
"Necesitamos ayuda. No estamos aquí para hacer problemas a México. Vinimos porque en verdad necesitamos. No podemos vivir en nuestros países. Estamos aquí para ser escuchados. Queremos diálogo, diálogo", decía Emanuel Castro, un representante de los centroamericanos.
Dijo que agradecen a México: "han sido muy humanos, nos han ayudado y estamos agradecidos. No queremos que por una persona nos culpen a todos". Con estas palabras hacían alusión a una migrante que rechazó un plato de frijoles y que causó la indignación de algunos en México. Aunque después, en una entrevista exclusiva a BBC Mundo la migrante pidió perdón por sus comentarios desafortunados.
Muchos de los cientos de manifestantes que llegaron a la garita del Chaparral, lo hicieron con todas sus pertenencias. La mayoría de ellos sólo tiene una mochila y una cobija.