A primera vista podrías estar en Singapur.
Las carreteras están en buenas condiciones, la ciudad tiene jardines muy cuidados con numerosos árboles y los peatones cuentan con espacio para caminar.
Bandar Seri Bagawan, la ciudad capital de Brunéi, es segura, ordenada y muy tranquila.
Son las cúpulas de las mezquitas -algunas de un dorado deslumbrante-, los grandes signos de escritura árabe y las imágenes prominentes que muestran la figura barbuda del sultán Hassanal Bolkiah que indican que esto es Brunéi.
El país es una de las pocas monarquías absolutas que quedan en el mundo.
El sultán tiene un poder ejecutivo completo, sin restricciones por parte de políticos o el Parlamento.
Él es primer ministro, ministro de Relaciones Exteriores, ministro de Defensa, ministro de Finanzas y el jefe del Islam en Brunéi. Todo al mismo tiempo y su palabra es ley.
Cerca de la religión
Brunéi fue una colonia británica y luego un protectorado hasta 1984. Cuando se declaró la independencia, el sultán proclamó el concepto de una monarquía musulmana malaya.
Esto se inculca en los bruneanos como filosofía nacional, y el gobierno lo describe como "una mezcla de lengua, cultura y costumbres malayas, la enseñanza de las leyes y valores islámicos y el sistema monárquico, que todos deben estimar y practicar".
No hay lugar para la disidencia, aunque no todos los bruneanos son malayos étnicos y en el 80% de la población del país hay proporcionalmente menos musulmanes que en la pluralista Indonesia.
Desde la independencia, el sultán llevó a Brunéi hacia una cultura cada vez más estricta en los preceptos islámicos.
Dominik Mueller es un experto en el Islam del sudeste de Asia en el Instituto Max Planck de Antropología Social en Halle, Alemania, y uno de los pocos académicos que estudió de cerca Brunéi.
"El sultán se ha volcado cada vez más a la religión en las últimas tres décadas, especialmente desde su primer peregrinaje a La Meca en 1987", describie Mueller a la BBC.
"Insistió repetidamente en la obligación impuesta por Alá de introducir el código penal de la Sharia, y las bendiciones que esto traería, en este mundo y la vida después de la muerte", dice.
"Y la influencia de la burocracia islámica tampoco puede ser subestimada. Sus líderes han dicho al monarca y al público durante mucho tiempo que Brunéi debe hacer cumplir completamente la ley de Dios, tal como la interpretan".
Mueller agrega que si bien el sultán "puede haberse convencido personalmente de esto, también puede ver la necesidad política de asegurar el apoyo continuo del establishment islámico, al tiempo que aleja de una potencial oposición islámica que podría cuestionar la legitimidad de la monarquía".
Brunéi no ha permitido ningún tipo de oposición y casi ninguna sociedad civil independiente existe desde la independencia. Todavía se rige bajo un estado de emergencia declarado en 1962, que restringe estrictamente la libertad de reunión y expresión.
Los medios periodísticos no pueden informar libremente y los presuntos infractores pueden terminar censurados, como sucedió con el Brunei Times en 2016 que debió cerrar. Existen varias leyes, en particular la amplia Ley de Sedición, que puede usarse contra los críticos del gobierno.
Eso hace que sea difícil para que los periodistas visiten Brunéi. Las personas son por naturaleza hospitalarias y serviciales, pero no pudimos persuadir a nadie para que hablara abiertamente sobre el nuevo código penal de la Sharia.
La mayoría estaban demasiado nerviosos incluso para encontrarse con un equipo de la BBC. El gobierno no respondió a varias solicitudes para hacer comentarios.
"La vida es normal"
Un grupo de musulmanes devotos que conocimos en la hermosa Mezquita Omar Ali Saifuddien dijo que solo los que tenían autoridad podían hablar sobre tales asuntos.
Conversamos en redes sociales con una mujer gay a la que llamaremos Sarah. Y conocimos a un hombre gay, que quiere ser llamado Dean, en las afueras de Brunéi, y hablamos con varias otras personas, algunas de ellas homosexuales.
Ninguno de ellos cree que los castigos más severos incluidos en el nuevo código penal, como la muerte por lapidación, se vayan a cumplio.
Y el sultán, aparentemente en respuesta al alboroto internacional y los llamamientos de las celebridades de Hollywood para boicotear los hoteles propiedad de Brunéi, emitió una declaración que indica una moratoria sobre la pena de muerte a los condenados.
Pero los bruneanos están divididos sobre lo que significa el nuevo código para la comunidad LGBT.
Dean dice que siempre que mantengas un perfil bajo no hay problemas si eres gay en Brunéi.
"No se nos negaron los derechos humanos básicos", dice. "No se nos ha negado la oportunidad de trabajar y estudiar. Caminar en público. A diferencia de lo que sugieren muchos informes, la vida es tan normal como puede ser".
Pero a Sarah le preocupa el aumento de la homofobia alentada por las nuevas leyes, a pesar de la reciente promesa de no llevar a cabo sentencias de muerte.
"El discurso del sultán es ley y ahora se hizo efectivo que no habrá pena de muerte, incluso si está escrito en la ley. Sin embargo, todavía no cambia el tono homofóbico que establece la ley", opina.
"Es evidente que los bruneanos aún son muy contrarios a la homosexualidad. ¿Esto cambia algo? Siento que no. La ley nunca se aplicó a las mujeres homosexuales, pero aun así no me sentiría segura con la gente si ellos saben de mi sexualidad".
Vicio del otro lado del río
Tuvimos una conversación con dos jóvenes profesionales en la capital, Bandar Seri Bagawan, sobre el futuro de Brunéi. En concreto sobre el petróleo y el gas que han financiado su riqueza y que se agotará en las próximas dos décadas.
Los bajos precios del petróleo han obligado al gobierno a tener enormes déficits presupuestarios en los últimos años.
El crecimiento económico fue plano y el desempleo juvenil es el más alto en el sudeste asiático, ya que la fuente tradicional de empleos en el sector gubernamental se agota.
¿Son las leyes más estrictas del Islam impuestas por el sultán una búsqueda de una nueva legitimidad para cuando el generoso estado de bienestar sin impuestos ya no sea posible?
Nadie sabe. El gobierno tiene un programa que llama Visión 2035, que se supone que ayudará a Brunéi a diversificar y eliminar su fuerte dependencia de los hidrocarburos.
Pero el progreso hasta ahora fue muy limitado. "El gobierno decide. No tenemos nada que decir sobre el futuro de nuestro país", dicen los jóvenes profesionales.
El mediodía del viernes en Bandar Seri Bagawan, las calles generalmente tranquilas están aún más desiertas, ya que la gente va a una de las muchas mezquitas de la ciudad. Los bruneanos musulmanes están obligados por ley a acudir. Las oficinas y comercios están cerrados.
El sábado por la noche, los cruces fronterizos hacia el territorio vecino de Malasia se llenan.
Los bruneanos cruzan para poder disfrutar de vicios como beber o fumar, y de la música que no están disponibles en el país. Se trata de un viaje de solo una hora y media a la pequeña ciudad ribereña de Limbang, en Borneo, Malasia.
Los hoteles y bares de karaoke se llenan y la mayoría de los autos tienen matrículas de Brunéi.
En un bar conocimos a un grupo de hombres de Brunéi, todos no musulmanes, disfrutando de una noche de fiesta.
"¿Les molestó el código penal de la Sharia?", les pregunté.
"Realmente no. Mientras seamos libres de venir aquí y tengamos una vida cómoda en Brunéi ¿por qué preocuparse?", respondieron.