En espacios como la publicidad hasta el lugar de trabajo, a menudo se asume que los hombres y las mujeres son fundamentalmente diferentes, de Marte y de Venus, respectivamente.

Por supuesto, todos conocemos a personas que son más andróginas, que tienen una mezcla de rasgos de personalidad que se consideran estereotípicamente masculinos o femeninos.

Es importante destacar que esta "androginia psicológica" se ha asociado durante mucho tiempo con rasgos como una mejor flexibilidad cognitiva (la capacidad mental para cambiar entre diferentes tareas o pensamientos), competencia social y salud mental.

Pero, ¿cómo se relaciona esto con el cerebro? ¿Las personas que son más andróginas en su comportamiento van en contra de su naturaleza biológica, al hacer cosas para las que sus cerebros no están optimizados?

Durante mucho tiempo se ha ignorado si existe la androginia cerebral.

Pero nuestro nuevo estudio, publicado en la revista Cerebral Cortex el pasado miércoles, sugiere que existe, y que es común.

Se cree que la androginia psicológica es psicológicamente protectora. Por ejemplo, sabemos que está asociada con menos problemas de salud mental como la depresión y ansiedad. También se ha relacionado con una mayor creatividad.

Todos estamos familiarizados con los rasgos que se clasifican estereotípicamente como masculinos o femeninos.

A los hombres, por ejemplo, no se les anima a expresar sentimientos o llorar cuando están molestos. En cambio, se espera que sean duros, asertivos, racionales y buenos en tareas visuales-espaciales como la lectura de mapas.

Por otro lado, suele esperarse que las mujeres sean más emocionales, cariñosas y mejores en el lenguaje.

Pero es probable que estas diferencias se deban en parte a normas y expectativas sociales: todos queremos agradar, así que nos conformamos con las reglas.

Si a una niña se le dice que es de mala educación o impropio ser asertiva, por ejemplo, puede cambiar su comportamiento para adaptarse a esto, lo que afectará sus futuras opciones profesionales.

Las adolescentes, por ejemplo, pueden no ser alentadas por amigos y familiares a considerar carreras gratificantes pero peligrosas, como entrar al ejército o la policía.

El sexo del cerebro

Los científicos han discutido durante mucho tiempo sobre cuán diferentes son realmente los cerebros masculinos y femeninos. Hay muchos informes de diferencias entre cerebros masculinos y femeninos en la literatura médica.

Otros investigadores, sin embargo, sostienen que estas diferencias son mínimas y las categorías son todo menos absolutas.

Un estudio sugirió que, psicológicamente, la mayoría de nosotros probablemente estamos en algún lugar del espectro entre lo que consideramos estereotípicamente un "hombre" y una "mujer".

Pero, ¿eso significa que las personas que caen en algún punto intermedio tienen un cerebro y un comportamiento más andrógino?

Para probar esto, creamos un espectro cerebral utilizando un algoritmo de aprendizaje automático y datos de neuroimagen.

Si bien los cerebros masculinos y femeninos son similares, se ha demostrado que la conectividad entre diferentes áreas del cerebro es distinta.

Usamos estos marcadores de conectividad para caracterizar los cerebros de 9.620 participantes (4.495 hombres y 5.125 mujeres).

Descubrimos que, de hecho, los cerebros estaban distribuidos en todo el espectro y no solo en los dos extremos.

En una submuestra, aproximadamente el 25% de los cerebros se identificaron como hombres, el 25% como mujeres y el 50% se distribuyeron a lo largo de la sección andrógina del espectro.

Además, descubrimos que los participantes que se ubicaron en el centro de este espectro, que representa a la androginia, tenían menos síntomas de enfermedades de salud mental, como depresión y ansiedad, en comparación con los de los dos extremos.

Estos hallazgos apoyan nuestra nueva hipótesis de que existe un concepto de neuroimagen de androginia cerebral, que puede estar asociado con una mejor salud mental de manera similar a la androginia psicológica.

Por qué la androginia nos beneficia

Para aprender cosas nuevas con el fin de adaptarnos al entorno global en constante cambio, debemos ser capaces de estar atentos al mundo que nos rodea.

También debemos tener bienestar mental, flexibilidad y ser capaces de emplear una amplia gama de estrategias de vida.

Estas habilidades nos permiten comprender rápidamente el contexto externo y decidir una respuesta óptima.

Nos ayudan a aprovechar las oportunidades de tiempo limitado e infunden resiliencia.

Por lo tanto, estas habilidades confieren una ventaja para las personas con cerebros andróginos, mientras que es menos probable que otras prosperen.

Pero, ¿por qué sucede esto?

Un metaanálisis de 78 estudios de unos 20.000 participantes reveló que los hombres que se ajustan a las normas masculinas típicas, por ejemplo, como nunca depender de los demás y ejercer poder sobre las mujeres, sufren más síntomas psiquiátricos que otros, como depresión, soledad y abuso de sustancias.

También se sienten más aislados, sin conexiones sociales con los demás.

Las mujeres que intentan conformarse también pagan un precio, tal vez renunciando al trabajo de sus sueños porque la industria está dominada por hombres o asumiendo la mayoría de las tediosas tareas del hogar.

Sin embargo, una persona andrógina no está influenciada por las normas de género en la misma medida.

Eso no significa que no haya esperanza para los que se encuentran en los extremos del espectro. El cerebro es cambiante (plástico) hasta cierto punto.

Es probable que el cerebro andrógino esté influenciado tanto por factores genéticos como ambientales, así como por una interacción entre los dos.

Nuestro propio estudio sugiere que el nivel de androginia cerebral de las personas puede cambiar a lo largo de la vida.

Se requieren investigaciones futuras para comprender las influencias sobre la androginia cerebral a lo largo de la vida y cómo los factores ambientales, como la educación, pueden afectarla.

Dado que hemos descubierto que un cerebro andrógino ofrece una mejor salud mental, se deduce que, para un rendimiento óptimo en la escuela, el trabajo y un mejor bienestar a lo largo de la vida, debemos evitar los estereotipos extremos y ofrecer a los niños oportunidades equilibradas a medida que crecen.

* Barbara Jacquelyn Sahakian es profesora de Neuropsicología Clínica en la Universidad de Cambridge, Reino Unido.

* Christelle Langley es investigadora asociada posdoctoral en Neurociencia Cognitiva en la Universidad de Cambridge.

* Qiang Luo es investigador principal asociado de Neurociencia de la Universidad Fudan.

* Yi Zhang es candidato a doctor visitante en la Universidad de Cambridge.

* Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y puedes leerlo aquí.

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