La justicia de Brasil fue contundente: existen pruebas claras de corrupción cometida por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien deberá cumplir 12 años y un mes de prisión, según determinó un tribunal federal de apelaciones este miércoles.
La sentencia del tribunal en Porto Alegre fue emitida de forma unánime por sus tres miembros y amplía la condena de primera instancia, que pedía nueve años y seis meses de prisión para Lula.
Sin embargo, desde aquella primera condena del juez Sergio Moro por corrupción y lavado de dinero contra Lula por recibir un apartamento en la costa como soborno de la empresa constructora OAS, el expresidente mantiene un nivel de popularidad asombroso en su país.
De hecho, las encuestas sugieren incluso que el líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) ha ganado apoyo en los últimos meses y encabeza de la carrera para las elecciones presidenciales de octubre.
El último sondeo de la firma Datafolha indicó en diciembre que Lula tenía 36% de las intenciones de voto, seguido por el ultraderechista Jair Bolsonaro con 18%.
Es probable que Lula sea finalmente inhabilitado y no pueda presentarse a los comicios de octubre, debido a una ley que impide que condenados por un tribunal colegiado como el de Porto Alegre se presenten a cargos públicos.
Esto deberá ser resuelto por el Tribunal Superior Electoral brasileño y se espera que Lula, quein rechaza los cargos en su contra, continúe la batalla legal para poder competir en las urnas.
El expresidente permanecerá en libertad hasta que se juzguen los recursos presentados por su defensa al tribunal de apelaciones y podría recurrir a instancias superiores de justicia para intentar revertir la condena.
Lo que parece menos probable es que el apoyo a Lula se desplome completamente tras esta sentencia, pese a que los jueces de Porto Alegre concluyeron que las pruebas en su contra son "absolutamente verosímiles" y "resistieron las críticas", como expresó uno de ellos.
Hay algunas explicaciones de por qué Lula, aun condenado por corrupción, es el político más popular de Brasil:
1- Movilidad social
Durante la presidencia de Lula, entre 2003 y 2010, alrededor de 30 millones de brasileños se elevaron por encima del umbral de la pobreza y se sumaron a la economía de mercado.
Ese es un logro reconocido tanto por los partidarios como por los detractores de Lula, algo que aumentó su apoyo en el país.
Además, la mejora se hizo sentir en todo Brasil y llegó a rincones que antes quedaban al margen de esos beneficios, mediante programas sociales que eran elogiados internacionalmente.
Durante el mandato de Lula también hubo una mejora del sistema educativo y se crearon becas para asegurar que los estudiantes más pobres tuvieran acceso a la educación superior.
Todos estos logros se basaron en la estabilización económica que había alcanzado el impopular gobierno previo de Fernando Henrique Cardoso.
Pero Lula impulsó los cambios a su manera y cosechó las recompensas: dejó la presidencia con cerca de 80% de aprobación.
2- Crecimiento económico
Cuando Lula concluyó su mandato, había una economía en auge, una tasa de desempleo inferior a la de Estados Unidos o Alemania y un optimismo sobre el futuro de Brasil inédito en décadas.
La nueva clase media accedía a mejores trabajos y salarios, alimentando el consumo.
Todo esto sucedió en medio de un boom en los precios de las materias primas que impulsó la producción en Brasil y toda América Latina, con crecientes exportaciones, ingresos e inversiones.
China descubrió el mineral de hierro, la carne y la soja de Brasil, entre otros productos.
Durante la presidencia de Lula, Brasil también descubrió enormes reservas de petróleo en aguas profundas que aumentaron el optimismo económico y el valor de la petrolera estatal Petrobras, a la postre clave en el escándalo de corrupción que involucra a Lula y a otros políticos.
Pero mientras duró la bonanza, hubo suficiente riqueza para que Brasil escapara ilesa de la crisis financiera mundial: fue uno de los últimos países en entrar en recesión en 2008 y uno de los primeros en salir en 2009, y sin que un solo banco se hundiera.
Y Lula también se llevó crédito por esto: la recesión y caída de los precios de las materias primas llegaron con el gobierno de su sucesora y correligionaria, Dilma Rousseff.
Fue ella quien recibió la mayoría de las críticas por esos problemas y otros que Brasil arrastraba del pasado, como la falta de inversión en infraestructura o los altos niveles de deuda pública.
La sucesora de Lula sufrió un desplome de su popularidad y finalmente fue destituida en 2016 por manipulación presupuestal, pero esto paradójicamente hizo que muchos brasileños añorasen más a Lula.
3- Liderazgo y orgullo nacional
Lula pasó de vivir en extrema pobreza rural en el norte de Brasil (se dice que ni siquiera probó el pan hasta los siete años) a presidir la mayor economía de América Latina.
Esa historia personal del exobrero metalúrgico inspiró a su país y proyectó una imagen internacional que coincidía con la idea de "orden y progreso" en Brasil, como se lee en su bandera.
Mientras fue presidente, varios medios extranjeros eligieron a Lula como personaje del año y el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, lo llamó "el político más popular del planeta".
Un país como Brasil, que en el pasado había formado parte de un imperio, sintió así que recobraba su importancia en el mundo gracias a Lula y al auge de la economía.
El haber recibido la Copa Mundial de fútbol en 2014 y los Juegos Olímpicos dos años después fueron parte de ese fenómeno.
Al final, esos proyectos demostraron estar plagados de problemas, incluidas las acusaciones de corrupción, pero los simpatizantes de Lula parecen eximirlode eso.
4- Corrupción y desencanto general
Lula está lejos de ser el único político de Brasil condenado por corrupción.
De hecho, el escándalo de "Lava Jato" en torno a Petrobras ha salpicado al sistema político brasileño en general: el esquema de sobornos financiaba a miembros de varios partidos además del PT.
Hasta el actual presidente de Brasil, Michel Temer, fue acusado de corrupción y obstrucción de la justicia por la fiscalía de su país, pese a lo cual el Congreso evitó que pudiera ser juzgado y separado del cargo.
Temer logró esto repartiendo cientos de millones de dólares del presupuesto federal para aprobar proyectos y demandas del Congreso, donde buena parte de sus miembros también tiene o ha tenido problemas con la justicia.
Temer rechaza las acusaciones en su contra, pero ha visto caer ministros o colaboradores envueltos en denuncias de corrupción, y permanece en la presidencia con menos de un dígito de aprobación.
Según la encuesta Latinobarómetro 2017, Brasil es el país de la región donde el gobierno tiene la aprobación más baja y la democracia reúne el menor nivel de satisfacción popular.
Y ante la falta de líderes políticos nuevos y limpios que surjan como alternativa, muchos electores brasileños parecen considerar a Lula como una opción todavía atractiva.
"Como creen que todos los políticos son corruptos, continúan votando por Lula porque Lula, a pesar de ser corrupto, mejoró sus vidas", explicó Alberto Carlos Almeida, un experto en opinión pública en Brasil, a BBC Mundo tras el fallo en primera instancia contra el expresidente.