-En su libro La Pandemia Neoliberal, usted habla de “siete pecados capitales” del actual sistema de AFP. Uno de ellos es que no introdujo solidaridad. ¿La propuesta de Reforma Previsional corrige aquello que la reforma de 2008 no alcanzó a modificar?
-El sistema impuesto en 1981 se efectuó en un marco de extrema desigualdad en Chile, la que se profundizó en los ochenta. En ese marco, la capitalización consolida la desigualdad. Se avanza en la dirección de corregir con el 6% extra de cotización. Una parte importante va a las cuentas de los cotizantes, con progresividad, con una redistribución desde rentas más altas a las rentas menores: desde una minoría hacia una mayoría. Así como también hay progresividad en otras medidas como el tema de las actuales expectativas de vida.
-Con las tablas de mortalidad unisex.
-Así es. También lo hace con el tema de los cuidados no remunerados. Asimismo, está el reemplazo de los 5 fondos según grados de riesgo versus los fondos generacionales. Era ingenuo creer que 6 millones de cotizantes aprendieran a escoger entre los 5 fondos. Entonces, hay correcciones significativas. En mi opinión, en general, la Reforma Previsional está muy bien orientada.
-Hay quienes dicen que basta que la PGU –que se financia con rentas generales de la Nación– llegue a $250 mil para activar la solidaridad. ¿No le parece suficiente ese argumento?
-De ninguna manera. La escasez de recursos será muy intensa y se requiere el 6%. No obstante ese entorno de falta de financiamiento, está de moda el tema de la universalidad. Es distinta la universalidad donde se tiene bastante equidad y una carga tributaria de 30 o 40% del PIB, como en Europa Occidental en los años 50 a 70, con transformación productiva y cambios estructurales incluyentes, con crecimiento vigoroso ya avanzando.
-¿Y la PGU universal vino después?
-Son cambios a través de decenios muy importantes. En cambio, nosotros estamos con tributación e ingreso nacional insuficientes, y una desigualdad fuerte en diversas dimensiones. La desigualdad es evidentemente menor que en 1990, y a niveles de ingreso per cápita notoriamente superiores actualmente. Pero, luego de los excelentes años iniciales de retorno a la democracia en los noventa, hemos tenido altibajos y crecientes inercias de diversas autoridades. Sin embargo, por ejemplo, el salario mínimo es sobre tres veces el que teníamos en 1989 (en dictadura en 1989 era menor que en 1970). En resumen, aún seguimos lejos del desarrollo y con mucha desigualdad y, es muy relevante, con más conciencia de la gente sobre esta falencia.
No gastemos más plata en universalidad ahora. Cada 10% cuesta 10% más, mientras la falta de plata será muy intensa: por ejemplo, en salud y educación, y en inversión para recuperar crecimiento y mejores empleos. Respecto al nivel, más gradualidad. Yo pienso que también en esto es aconsejable gasto permanente con ingreso público permanente.
Como el Presidente ha dicho, tenemos que hacer muchas reformas con gradualidad, para llegar al destino deseado: un país desarrollándose, con crecimiento e inclusión. Así se pueden acomodar el mercado, la gente, el bolsillo y la capacidad administrativa. Mayor principio de la universalidad hagámosla cuando estemos más avanzados.
-En la discusión política es probable que al menos 3 puntos del 6% extra de cotización termine yendo a capitalización individual, si el debate es como en el segundo gobierno de Piñera. ¿Qué opina de eso?
-Hay que construir mayorías. Por lo tanto, hay que transar. Y me parece que es una transacción razonable, esperando que la contraparte en el debate no retroceda en la línea de discusión. Una parte importante del 6% iría a las cuentas individuales en el sentido que se considera al calcular el nivel de la pensión contributiva. Como dije antes, sería con un efecto distributivo progresivo, así como los complementos a pensiones de los actuales jubilados.
Las encuestas que dicen que gran proporción de los encuestados “quieren todo para sí” revela desinformación del encuestado y/o sesgo de las preguntas. Es evidente que la mayoría de los trabajadores recibiría beneficios netos, parte de lo cual proviene de la minoría de mayores rentas. Un fondo solidario no es un fondo perdido, sino redistribuido progresivamente según la propuesta. La comunicación ha sido muy deficiente por ambas partes.
-Usted concede que los retornos han sido “aceptables” para los trabajadores, pero menciona las “utilidades abusivas” de las AFP entre los siete pecados capitales. ¿Consigue la propuesta del Ejecutivo corregir esa distorsión?
-Más que conceder, en mi opinión han sido razonables, a pesar de la enorme comisión de entrada (12% actualmente sobre el 10% cotizado). Junto con ello, destaco que hemos tenido otro pecado capital gigante: en los últimos 14 años la tasa de utilidad real para las AFP, después de impuestos, fue de 20%. Para el fondo de los trabajadores fue un 4% según la Súper de Pensiones, pero ese cálculo olvida que los trabajadores pagaron una comisión al inicio de cada aporte del orden de 12%. Un cálculo de valor presente sitúa el retorno anual para los cotizantes en 3%, en tiempos de tasas bajas en el mundo; en el lapso de tasas altas, 2000-2007, el retorno neto fue de 6,7%, previo a la crisis financiera llamada “subprime”. Frente a estas enormes rentabilidades de los dueños de las AFP, la regulación debió haber establecido que excesos sobre, por ejemplo 5-7 % anual, se repartiesen o (devolviesen) a la cuenta del trabajador.
-¿Le parece injusto, para quienes ya pagaron una comisión por flujo, que ahora pasen a saldo?
-Ahí hay un problema complejo. El sistema de capitalización privado debió haber aplicado una comisión por saldo. Pero otra cosa es cuando el sistema ya existe: todos los que están con su 10% acumulado ya pagaron por todo [comisión por flujo]. Sería injusto que vuelvan a pagar. Supongo que está en consideración.
-Usted critica que las AFP, por regulación, pueden invertir los fondos de los trabajadores en el exterior. Plantea que la rentabilidad se consigue a veces en economías desarrolladas, pese a que países como Chile pueden ser más rentables.
-Las tasas de retorno del capital productivo son más altas en América Latina que en EE. UU., debido a que tenemos mayor escasez de capital. El problema es el eventual mayor riesgo, pero el hecho es que el retorno al capital productivo ha sido mayor en Chile que en los países desarrollados en años recientes. Además, si no “apostamos por Chile” corremos el riesgo de seguir trancados como en años más recientes.
-Pero no es lo único que usted plantea: si además se invirtiera más en Chile, se podría aplicar al desarrollo de la economía y eso generaría mayor bienestar.
-Efectivamente, apostemos por Chile al cual le falta una inversión productiva más vigorosa. La mitad del fondo actual está invertida fuera de Chile; son 80 mil millones de dólares. Esto significa que este ahorro a 40 años plazo, que es parte del ahorro nacional que está en las cuentas previsionales, se exporta. Chile necesita invertir mucho más que lo que lo hace ahora. Es crucial para crecer lograr un nivel creciente de inversión productiva. Una parte de esos fondos previsionales, gradualmente, podrían retornar a profundizar efectivamente nuestro mercado de capitales, pues aún es débil en el financiamiento de largo plazo.
-¿Con esta Reforma Previsional se está perdiendo esa segunda oportunidad de desarrollo?
-No, pues. Forma parte del conjunto de reformas que necesitamos, contribuyendo a construir un mejor futuro, más incluyente, para los habitantes de Chile. Ojalá tengamos un proceso de discusión constructiva.