Poco conocida. Sus habitantes se quejan de que apenas han visto carabineros y militares. Y muy poca prensa. Quizás por la dificultad de acceso: Monte Sinaí se encuentra al lado de una quebrada muy empinada. Y porque los propios habitantes, criados en el rigor de la pobreza y una religiosidad severa, son desconfiados y no dejan pasar a visitantes. Prefieren organizarse entre ellos.
Incluso el pastor evangélico, que organiza la ayuda que llega, ropa, algunas de marcas como Nike y Adidas, alimentos, utensilios diversos y comida de mascotas, no quiere dar declaraciones, mientras un grupo de adolescentes divide las donaciones en categorías. La capilla se quemó tal como el 90% del barrio.
Medido en proporción de habitantes, es el lugar más afectado por las llamas, parte de la zona cero del megaincendio que ha cobrado 130 víctimas. Como dijo a Ex-Ante el consultor en Gestión de Emergencias, Michel De L´Herbe, al recorrerlo se observa “una angustiante ausencia del Estado”. Los desechos se van juntando en las calles y van haciendo imposible el acceso de los autos. Los taxis, si llegan, se quedan a diez cuadras de ahí. El acceso sur está completamente cortado.
El Campamento Monte Sinaí, que nació en 2000 con un grupo de 15 familias pertenecientes a una iglesia evangélica, tuvo un saldo total de 250 viviendas damnificadas. Según datos de TECHO, allí vivían 246 familias y solo se habrían salvado 21 viviendas alejadas del asentamiento. El fuego consumió en dos horas todo el barrio, entre las 2 y las 4 del sábado 3.
Un sector peligroso. Recorriendo el lugar una tarde de lunes, llama la atención que todos insisten en quedarse ahí, pese a los peligros que involucra. Es una zona ideal para que el fuego avance arrasando con todo. Incluso gente con títulos universitarios insiste en vivir ahí. “Acá tengo libertad”, dice un joven.
Ni siquiera hay agua. De hecho el incendio logró que se derritiera una cañería y por fin hay una especie de vertiente. Un perro quiltro bebe agua para pasar los 30 grados de calor, que se sienten más cálidos porque todo está quemado, convertido en cenizas y todavía humeando.
No hay una casa en pie. Hay una persistencia en los vecinos, amables en general, en vivir en una zona alejada de la ciudad, sin servicios públicos, en un entorno que no es amistoso. Tienen sus razones y hay que comprenderlas para enfrentar el problema de los incendios.
Iván Poduje, que estaba trabajando con Sebastián Piñera en una propuesta para la reconstrucción pocos días antes de que el exPresidente falleciera, piensa que hay barrios que deben ser relocalizados. Quizás este es uno de ellos. “Es de los sectores más quemados, pero hay que hacer un análisis detallado”, explica.
Claramente, nadie quiere irse de Monte Sinaí.
Colaboración. El lunes 5 de febrero, a tres días del incendio, no se ven militares ni carabineros, pero hay unas pocas personas que vienen de Viña del Mar para ayudar. Una profesional que por el momento trabaja en Uber viene todas las tardes a colaborar. Se llama Marcia y está molesta. “En Viña es como si no hubiera pasado nada”, alega.
Y sobre la razón de tanta destrucción, comenta: “Es que la alerta dice ‘Evacúe’, pero no te dice a dónde ni cuándo. Acá en la zona la gente no sabía dónde arrancar. Y en la desesperación, se subieron a los autos, formando un taco tremendo. Mucha gente se quemó dentro de los autos”.
Dice que el toque de queda es una “buena idea. Anoche (4 de febrero) andaban unos tipos intentando prender esa quebrada que está al lado. Nos dimos cuenta porque se ven chispas”.
Según su relato, llegaron carabineros y militares, pero no lograron detenerlos. Cerca de allí, vive un grupo de unos 400 ciudadanos colombianos. De hecho, hace unos días hubo un ajuste de cuentas entre bandas rivales, muriendo uno de ellos linchado. El dato repetido por todos los entrevistados es que seguramente tuvo que ver con el incendio.
Un testimonio. “Ya llevo tantos días despierto que estoy enredado”, dice Javier Cabrera, sentado en un suelo de cenizas, donde antes estaba su casa. No duerme porque se queda allí bajo unas latas. Teme que le roben, aunque no hay nada allí.
Dice que un día antes “nosotros ya sabíamos que el fuego iba a llegar aquí. El tema era que nadie quería dejar su casa. Todos podíamos haber salvado las cosas un día antes porque todos sabíamos lo que iba a pasar. ¿Y por qué no lo hicieron? El amor al cerro, yo creo. Y también miedo a que nos quiten las cosas, por supuesto. ¿Me entiendes?”.
“Yo perdí todo. Me quedé con lo puesto. Llevo 4 días con la misma ropa. Alcanzamos salvar a los animales. Llegaron alarmas de gobierno, ¿pero qué sucede? El miedo a que te te roben del minuto cero. Yo me quedé a dormir y me daba cosa, porque andan quemando los cerros”.
“Ayer nosotros estábamos buscando a dos locos que están incendiando el cerro. Todo el campamento, los de allá y los de aquí, salimos a buscarlos. Finalmente logramos localizarlos, Carabineros pilló a uno y el compañero escapó. Son terroristas”.
¿Por qué sigue viviendo ahí? “Tenía mi casa, mi habitación, mi pequeño comedor, mi baño. Yo me vine a vivir acá porque me tomé mi terreno, mis cosas para vivir, para independizarme hace cinco años. Me gusta la gente. Bonita vista. Me gusta la tranquilidad que falta en otros lados”.
El origen. Las primeras llamas fueron a las 12.05 del viernes 2 de febrero en el sector del fundo Las Tablas. Los registros de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) hablan de cuatro focos simultáneos que arrasaron rápidamente por los pastizales secos y bosques. Todo eso empeorado por el calor, cerca de 30 grados para la región de Valparaíso y el fuerte viento. El fuego se expandió hacia el norte a través de las quebradas llegando a los sectores altos de Viña del Mar.
La historia de Marquito. En Monte Sinaí, pese a la devastación, hay un solo muerto oficialmente reconocido: Marquito. Era un señor de la tercera edad que estaba sentado viendo tele. El fuego avanzaba raudo y no pudo escapar porque tenía problemas de movilidad. Su hija y su nieta no pudieron hacer nada para salvarlo.
“Murió calcinado, porque la verdad es que el fuego arrasó con la casa en 5 minutos”, dice una Administradora de Empresas que se encuentra cesante y vive allí. Una terraza es lo único que queda de su casa. “¿Qué voy a hacer? Sobrevivir, salir adelante, tirar para arriba. No vamos echarnos a morir. Yo tuve que salir arrancando con mis tres hijos. Cuando las llamas ya estaban encima nuestro amenazando. Alcancé a sacar a mi perrita también”.
En Monte Sinaí dicen que no hubo más muertes porque ya habían aprendido de anteriores incendios. Pero todos tienen deudos fallecidos. Una señora cuenta: “Tengo una tía que murió en Villa Independencia, su sobrina y su hija también. Ellas murieron quemadas. No pensaban que iba a ser algo tan grave. Pero aquí en Monte Sinaí la gente, gracias a Dios, alcanzó a escapar”.
“No nos vamos a ir”, insiste. “Yo soy evangélica, hacemos servicios de religión, clases de niños. Esta obra social va a continuar”.