Desde hace unos días soy oficialmente ciudadano de dos naciones.
Una es Estados Unidos, que tiene 325 millones de ciudadanos y un territorio de casi 10 millones de kilómetros cuadrados.
La otra es Asgardia, que tiene 246.000 ciudadanos a pesar de que, por el momento, solo existe en la forma de un satélite del tamaño de una caja de pan y con un peso de 2,7 kilogramos, que flota en una órbita terrestre baja desde noviembre del año pasado.
Según su Constitución, el plan es que Asgardia algún día tenga una enorme "arca espacial", una colonia en la Luna y tal vez incluso en otros "cuerpos celestiales".
Y el líder de nuestra nación, Igor Raufovich Ashurbeyli, no es un bromista cualquiera: según su CV, los intereses de este billonario de Azerbaiyán incluyen editoriales, telecomunicaciones, educación científica y consultorías sobre defensa de amenazas espaciales, nanotecnología e investigación aeroespacial.
También llegó a ser director ejecutivo de Almaz-Antey, un importante contratista dedicado a la construcción de misiles y otro equipo militar que es propiedad del Estado ruso.
Cuando dejó la empresa, se dedicó a construir catedrales en Rusia.
Y el 25 de junio, en Viena, se convirtió en el primer "jefe de la nación" de Asgardia. De hecho, su rostro figura en la moneda conmemorativa oficial de Asgardia, entregada a los asistentes a la cena de gala que siguió a su toma de posesión.
En la ceremonia, un coro de niñas también cantó el himno nacional de Asgardia y se transmitió un mensaje pregrabado por un astronauta ruso en la Estación Espacial internacional.
Luego Ashurbeyli ofreció un discurso reafirmando los nobles objetivos de mi nueva nación: "Paz en el espacio y evitar que los conflictos de la Tierra se transfieran al espacio exterior".
Finalmente, los aproximadamente 350 asistentes ?entre ciudadanos, diputados, donantes, simpatizantes, periodistas y demás? también pudimos disfrutar de una elegante cena amenizada por excelentes músicos y bailarines internacionales que interpretaron de todo, desde ópera clásica al flamenco, pasando por canciones japonesas tradicionales y mucho más).
Las actuaciones fueron elegidas en parte para reconocer los 12 idiomas oficiales de Asgardia (aunque el inglés es su idioma de trabajo).
Pero luego Ashurbely me dijo que darle un lugar importante al arte también es importante porque "las armas nos dividen y la cultura nos une".
Todo suena grandiosamente utópico. Pero ¿cómo planea Asgardia superar la larga historia de conflictos que es la de nuestro planeta?
Reino utópico
El nombre de Asgardia proviene de "Asgard", el mitológico reino nórdico de los dioses.
Y aunque Ashurbeyli se refiere a la moderna Asgardia como un "reino", su título no es rey, sino "jefe de la nación".
Según la Constitución, la posición se ejerce por períodos de cinco años y su titular puede reelegirse hasta cumplir los 82 años.
Sus sucesores son nominados por el jefe de la nación, el consejo espacial y el parlamento.
Y Ashurbeyli, quien desciende de una familia noble de Azerbaiyán, luego me explica que si eligió el concepto de reino es en parte porque le gusta Reino Unido y en parte porque la palabra "tiene algo de mágico".
"¿No te parece que tiene algo de romántico? Es como 'Venga a nos tu reino'. Un reino en el cielo, no en la Tierra".
Sin religión ni partidos
Aunque Ashurbeyli es cristiano, ha decretado que todas las religiones y partidos políticos "están prohibidos en Asgardia", como una forma de dejar atrás los conflictos terrestres.
A pesar de esto, sin embargo, asegura que "Asgardia es una democracia pura", aunque según la Constitución, el jefe de la nación también puede disolver el parlamento.
Jeremy Saget, un doctor francés que siempre ha estado interesado en los viajes espaciales y la medicina espacial, es uno de los 146 miembros del parlamento de Asgardia.
Y aunque dice que al principio le preocupaba un poco la identidad de "reino", cree en el concepto de una monarquía constitucional.
"Lo importante es que alguien siente el tono adecuado", dice Saget, quien alguna vez trató de ser astronauta de la Unión Europea.
Por lo demás, los aproximadamente 246.000 ciudadanos de Asgardia provienen de todo el mundo, como Arlene Buklarewicz, una enfermera y voluntaria del Centro Imiloa de Astronomía de Hawái.
Buklarewicz dice que se convirtió en ciudadana de Asgardia porque le pareció "una oportunidad para formar una nación 'iluminada' que pudiera empezar de cero".
Pero ella es miembro de una minoría significativa de la nueva nación: la mujer.
De hecho, un 85% de los ciudadanos (y el 72% de los diputados) de Asgardia son hombres. ¿Por qué?
La esposa del diputado Elshad Kaziev ?que pidió ser identificada solo como Kate? cree que la principal razón es que los hombres por lo general están más interesados en la ciencia ficción.
"Se quiera o no, a las mujeres les interesa menos", explicó.
¿Pero se mudaría ella al arca espacial si se le presentara la oportunidad? "Oh, sí. Soy una aventurera", dice sin dudar.
Y lo mismo haría su esposo, quien es mitad ruso y mitad azerí, y dice que se hizo ciudadano de Asgardia y miembro de su parlamento inspirado por su niñez.
"En el patio de nuestro edificio habían rusos, azeríes, judíos, armenios, todos viviendo en paz", cuenta. Y quiere que Asgardia sea igual.
Tan fácil como una cuenta de Facebook
Por lo pronto, para hacerse ciudadano de Asgardia uno nada más tiene que introducir sus datos en una página web y marcar una casilla en la que dice estar de acuerdo con su Constitución, que se puede leer online.
Es tan fácil como crear una cuenta de Facebook.
Pero a mí me emocionó convertirme en ciudadano de Asgardia, a pesar de saber que mi nueva patria por ahora solo existe en un minisatélite del tamaño de un cubo Rubik.
Por lo demás, la Constitución se lee como verdadero manifiesto utópico: inspiradora y poco práctica.
Entre sus Valores Supremos está "paz en el espacio y un asentamiento pacífico del Universo" y el documento también establece que "Asgardia debe ser una nación de supremacía de la ciencia y la tecnología, y una nación de ideas".
Pero también prohíbe perseguir a nadie por sus ideas y convicciones, "siempre que esas ideas no contengan propaganda e inmoralidad, traten de erosionar los Valores Supremos, amenacen la seguridad nacional, inciten a la violencia o el sufrimiento, manchen el honor y la dignidad de los individuos, revelen información restringida?".
Y la Constitución incluye otros puntos potencialmente problemáticos para los utópicos.
¿Demasiado bueno para ser verdad?
Efectivamente, la carta magna asgardiana le da al gobierno la potestad de regular "la circulación de ciertos tipos de información" y, entre sus instrumentos legales, figuran referendos y actos del parlamento, pero también "decretos del jefe de la nación".
Además, el jefe de la nación también es el encargado de "nombrar y destituir" al presidente de la corte suprema y al fiscal general, reservándose además "el derecho a vetar candidatos" para otras posiciones clave. También puede "disolver el parlamento".
Por su parte, la primera sesión de ese parlamento ?que tiene lugar al día siguiente de la toma de posesión? está cerrada al público, los ciudadanos de Asgardia y la prensa.
Y a los diputados ?que son electos en línea? se les pide no compartir los detalles con nadie. Una política que, según la vocera del parlamento, Yasmin Pérez, se mantendrá mientras no se decida lo contrario.
Ashurbeyli dice admirar la monarquía constitucional de Reino Unido, pero en Reino Unido cualquiera puede entrar a las Cámaras de los lores y los comunes para ver a la democracia en acción, con todo y sus defectos.
Y las hermosas palabras de su discurso de toma de posesión ?en el que describió su visión de Asgardia como "un reflejo del sueño más hermoso y antiguo de la humanidad de una tierra divina y pacífica en el cielo? un lugar sin odio o dolor, solo alegría y amor"? esconden una evidente verdad: una cosa es que alguien alguna vez llegue a vivir en la ambiciosa arca espacial de Asgardia. Otra, muy diferente, es que la realidad se llegue a parecer a su utópico ideal.