Los ofrecía en Instagram, cobraba treinta mil pesos y se demoraba apenas siete minutos en entregar lo prometido, sin necesidad de siquiera verse las caras. Así operaba un adolescente de 17 años que estaba dedicado a la venta de pases de movilidad falsos que -al ojo inexperto- difícilmente podrían ser detectados. Al menos unas treinta personas habrían pagado por el servicio.
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