No es necesario cometer un delito para terminar en la cárcel. Se escucha raro, pero es absolutamente real. De hecho, es muy común. Cada año cientos de chilenos son privados de libertad siendo inocentes y algunos durante meses e incluso años. ¿Quién repara el daño? ¿Quién paga esos días sin libertad? Hasta hoy, absolutamente nadie.
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